lunes, 3 de octubre de 2022

 Juan Rulfo y Octavio Paz, la rivalidad

el Rulfo de carne y hueso

Por Rodrigo Sánchez Sosa/ Cronista de Sayula

Luego de ser ninguneado por el equipo de asesores neófitos y nefastos del presidente municipal de Sayula, leamos un poco del Rulfo "que negó Sayula", de ese "otro", al que no se atrevieron a nombrar los cobardes citados, ilustrémosles. Acompáñeme por favor estimado lector:

"Nacidos casi al mismo tiempo (Octavio Paz en 1914, Juan Rulfo en 1917), representaban una fraternidad generacional que se dividía en verso y prosa la imagen literaria de México cuando inicia la frenética década de los años cincuenta y se les lee al alimón. Justo en la cintura del siglo XX mexicano aparecen Libertad bajo palabra (1949), El laberinto de la soledad (1950) y El arco y la lira (1956), de Paz, y El llano en llamas (1953) y Pedro Páramo (1955) de Rulfo. Cinco libros fundamentales para la quinta década. Sus autores se hicieron amigos en 1953, cuando Paz regresa al país luego de diez años de ausencia. Pudieron iniciar su trato en el Centro Mexicano de Escritores, del que Paz era consejero y Rulfo Becario, o en El Colegio de México, donde son becarios ambos, lo mismo que Tomás Segovia, bajo la tutela de Alfonso Reyes. En 1955 Rulfo era asiduo a la tertulia en el departamento del matrimonio Paz Garro: eran ´los días felices de Octavio Paz, cuando el olmo aquel daba peras´, escribe Elena Poniatowska.  En esas reuniones, ´sentados en círculo sobre la alfombra color miel… hervían los sesos´ de los ´muchos juanes´ que ahí se encontraban: Rulfo, Juan José Gurrola, Juan Vicente Melo y Juan de la Cabada, amigo de Paz desde 1937.


 En 1954, Rulfo se compró una cámara Rolleiflex ´con la que tomaba fotos de sus amigos´, dice una estudiosa del biografía del autor.  Ángel Gilberto Adame encontró la que hizo de Paz en el suplemento Palabra del periódico El vigía de Ensenada, Baja California (30 de marzo de 2014), cuyo editor la recibió de Federico Campbell, quien la envió subrepticiamente pues (a pesar de haber sido buen amigo de Rulfo) temía la ira del gerente de la marca ´Juan Rulfo®´. Es una buena foto. Un Paz cuarentón metido en su casimir y ahogado de corbata, con aire menos de poeta que de diplomático ¿La habrá tomado en las Galerías Excélsior el 16 de enero de 1958? Ese día, Paz leyó su nuevo poema, Piedra de Sol, ante amigos como los pintores Juan Soriano y Maka Strauss y los escritores Luis Cernuda, León Felipe, Jomi García Ascot, Max Aub, Edmundo O'Gorman, Marco Antonio Montes de Oca, Margarita Michelena, Carlos Fuentes y Juan Rulfo, según la crónica.  Con el paso de los años, esa amistad cedió su sitio a una lamentable discordia. Se habla de rivalidad, algo no del todo exacto en tanto que nunca hubo discusión ni polémica, pues Rulfo no debatía y mucho menos por escrito. Queda entonces una suerte de competencia baladí por ´la fama´, por una medalla de latón en quién sabe qué olimpiada para elegir al campeón escritor de la conciencia patria. La opinión ligera hace de ellos los personeros de las contradicciones sentimentales o ideológicas de siempre: nacionalismo contra cosmopolitismo, lo rural y lo urbano, la tradición y la vanguardia, el compromiso y el escapismo, el silencio y la elocuencia, la sabia voz de la tierra y la cultura altiva, el habla sencilla y ´popular´  contra la escritura pedante y aun la izquierda y la derecha. Una idea del escritor ´nuestro´ que irremediablemente prefiere al narrador silencioso cuyos ´murmullos´ se identifican, por alquimia sentimental, con el México "profundo", con la culpígena y atávica nostalgia agraria e indígena (a pesar de que, como dijo Rulfo, ´yo no tengo ningún personaje indígena, ni he escrito sobre los indios jamás… uno no sabe qué piensan´. No son extrañas las rivalidades entre escritores; sí lo son una entre un poeta y crítico compulsivo (Paz) y un narrador callado y adverso al ejercicio crítico (Rulfo). Pero más que leer sus libros, parecía relevante acometer la típica pulsión de las culturas inseguras, beatificar la imagen de un escritor padre de la patria. La fantasía de contar con dos padres letrados cuajó hasta en un popular cómic en el que ayudan al heroico Fantomas a salvar a México (imagen que acompaña este texto).

Que los biógrafos y estudiosos de Rulfo acostumbren aludir a la discordia con Paz para subrayar las virtudes de Rulfo es un flaco servicio a su obvia relevancia. Intriga que el gusto por la narrativa de Rulfo requiera la descalificación de Paz, algo que degrada penosamente ese gusto, pero parece generar satisfacción.  Un profesor de literatura en la Universidad de Cambridge, Stephen Boldy, en el segundo párrafo de su libro A Companion to Juan Rulfo,  lo contrasta con "el poeta y ensayista Octavio Paz, que odiaba a Rulfo y se abstenía de escribir sobre él". ¡¿Qué?! Sería bobo, de no ser ese libro una introducción a Rulfo muy leída en las escuelas. Luego agrega que la personalidad de Rulfo ´lo excluía del poder público y el privilegio que disfrutaban otros intelectuales como Octavio Paz, con quien compartía un odio recíproco y virulento´. Este cómic del Paz privilegiado por el poder que ´odiaba ´ al Rulfo humilde y marginal se convirtió en un salmo que entona feliz un coro simplón. El periodista Jaime Avilés los caracteriza en 1981: Rulfo ´llevaba una vida discreta, entregado a su familia y a su rancho´  mientras que Paz era ´el poeta oficial del Estado´ gracias a sus ´contactos con los poderes institucionales y metaconstitucionales´.  He ahí la puesta en escena: ¡El modesto granjero contra el poderoso cacique! 

  En un registro más inteligente, pero no menos apasionado, Jorge Aguilar Mora narra en La sombra del tiempo. Ensayos sobre Octavio Paz y Juan Rulfo (México, Siglo XXI, 2010) haberse pasado años leyendo a Paz y discutiendo con él, tanto en persona como con su ´prosa magistral´, hasta llegar a la conclusión de que era un hombre "enormemente vivo de ideas´ pero inseguro, un hombre que ´perdió mucho tiempo y mucha inteligencia tratando de ser quien no podía ser´. Le parece que su "fracaso no es trágico, es patético", perdido como estaba en ´el laberinto del narcisismo dogmático y dictatorial´ y escribiendo una poesía que sólo lo condujo "a la cima de su desvarío". Rulfo, en cambio, merece "reconocimiento" por haber creado "no sólo lo visible, sino lo invisible", un mundo que Aguilar Mora, en páginas emotivas, convierte en la ruta ascética para acercarse a su propio hijo, pues la novela de Rulfo es ´la travesía más deslumbrante por la materialidad del símbolo -un oxímoron- en la relación filial y en la relación paterna´. El libro de Aguilar Mora, buen crítico de Paz cuando elude esta patrística, se escinde entre una crítica racional al poeta que no cesa de hablar ideas equivocadas y la veneración religiosa al narrador cuyo ´silencio irónico es admirable´ (e inequívoco) y cuyo escenario, Cómala, es como una tierra prometida y cataléptica: 

 Rulfo aparece como un silencioso iluminado en estado puro que no piensa pero siente, y Paz como un teólogo alharaquiento que salpica herejías. Una mayoría en México se identificaría con Rulfo cuando dice, por ejemplo, que ´La cultura no consiste solamente en hablar francés, sino también en saber enterrar a un muerto´. 

Sin dejar su proverbial silencio, Rulfo decoraba ahora al gobierno de Luís Echeverría (1970-1976), participando en las giras para encontrarse con la intelectualidad tercermundista. Los poderosos lo estimaban y se decoraban con su presencia. El nuevo regente de la capital, Carlos Hank González, les regaló a Rulfo y a Fernando Benítez sendos departamentos en la colonia Guadalupe Inn…  Ese mismo año, luego de ensalzar a los ´destacados intelectuales, científicos y artistas mexicanos, comprometidos sólo con su propio criterio´ que apoyaban a su gobierno, Echeverría reiteró en su informe de gobierno: ´nos interesa que los intelectuales se vinculen y comprometan, cada vez más, con los objetivos nacionales´.Tres meses después organizó el ataque contra el Excélsior de Scherer y la revista ´Plural ´ de Octavio Paz.  Antes, a inicios de ese mismo 1976, Paz publicó una crítica feroz al PRI, al PAN y a la ´penuria intelectual ´ de la izquierda mexicana en un artículo titulado ´El desayuno del candidato´ que apareció en ´Plural´ (revista). Luego de la enumeración de los desastres patrios, Paz se pregunta cuál debe ser la función de los intelectuales ante ese panorama y su sarcástica respuesta es que esa función consiste en ir a desayunar con el candidato (que era López Portillo), que se ufanó de que hubiesen acudido a desayunar todos los intelectuales de México. Paz -que no acudió- lamenta que los intelectuales no le hayan preguntado sobre la crisis demográfica, la ambiental (sí, en 1976), el desempleo, el desastre de la educación, o sobre "si tiene un plan para democratizar al PRI". Lo que sí sucedió fue una charla en la que López Portillo le preguntó al intelectual aledaño -a quien Paz llama caritativamente ´XYZ ´- si todo iba bien, a lo que el interpelado respondió: ´Sí, todo va bien ´. En una carta a Pere Gimferrer, Paz escribe que ese artículo ´va a molestar a mucha gente en México… Entre los asistentes a ese lever du roi estaban Rulfo, Agustín Yáñez, Arreola… Qué vergüenza". Que Rulfo aparezca en primer lugar ¿le pone rostro a XYZ? Rulfo estaba entre los que se habrán molestado. Poco después, intrigado por su inasistencia al desayuno, un emisario de la presidencia sondeó a Paz para saber si aceptaría el Premio Nacional de Literatura, y este dijo: ´…después del atentado (del gobierno) contra Excélsior y (la revista) Plural , la pregunta me parece una broma lúgubre. ´

Rulfo parece haber decidido que no se le reconocía como él lo esperaba y llegó a la conclusión de que se debía a Octavio Paz y al "control" que él cree que este tiene sobre la cultura en México. Pero cada vez está también más fastidiado de decorar giras de presidentes y desayunos de candidatos, resignado a una suerte tan incómoda como asumida. En 1981 Antonio Alatorre (amigo de Rulfo desde 1944, y su primer editor en la revista Pan), narró un encuentro en Guadalajara con el candidato en turno (Miguel de la Madrid), a cuyo lado, como de costumbre, sentaron a Rulfo ´Para que luciera, para que su presencia le comunicara un místico prestigio ´, dice el coordinador del mitin, Carlos Salinas de Gortari, quien conminó a los invitados a que le propusiesen al candidato "reforzar el nacionalismo", y brincó presto el intelectual que le pidió al candidato oponerse a la publicación de ´novelas extranjeras ´ que corrompen a la juventud. Alatorre, indignado, tomó la palabra y dijo que eso era idiota y que la prueba era Rulfo que, desde muchacho, ´lo único que leía eran novelas extranjeras ´. Rulfo guardó silencio, pero luego le dijo, ´¡Ay, Antonio estoy cansado, desesperado! ´. ´¿A qué vienes? ´, le dijo Alatorre;  ´¿Por qué te dejas?, haz como Arreola ´. Porque Arreola estaba en Guadalajara, pero no se presentó en ese circo. Rulfo le dijo, ´Yo no puedo hacer como Arreola. Estoy atrapado, Antonio. ¿Cómo quieres que me zafe? ¿Qué quieres que haga? ´ Él no podía negarse. Estaba agarrado… Comenta Alatorre: ´Sentí mucha tristeza, por él. ¡El autor de esa joya que es Pedro Páramo arrastrado así, para adornar o ennoblecer con su presencia el abyecto circo priísta! ¡Qué doloroso! ´." (Guillermo Sheridan "Octavio Paz y Juan Rulfo, desencontrados.")


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