lunes, 10 de abril de 2023

 La evangelización del occidente de la Nueva 

España y las construcciones franciscanas

Por Rodrigo Sánchez Sosa/ Cronista de Sayula

La construcción de misiones y conventos franciscanos obedecía a varias razones: evangelizar a los pueblos en encomienda, atender la solicitud de los mismos indígenas, cumplimiento del mandato oficial de hacer "entrar en policía" a indígenas dispersos y para estar cerca de zonas ocupadas por indios indómitos. 

Después de establecerse en la ciudad de México, los frailes extendieron su intención evangelizadora hacia tierras occidentales. Martín de Jesús, Miguel de Bolonia y Juan Badiano llegaron al reino tarasco de Michoacán y destruyeron templos prehispánicos, se establecieron en Tzintzuntzan donde fundaron un convento y desde ahí enviaron compañeros a Pátzcuaro, Uruapan y Guayangareo. En 1526, los frailes Martín de Jesús y Andrés de Córdoba recorrieron a pie descalzo las regiones de Zacatula y Motines hasta llegar a Colima. De la costa pasaron al Valle de los Coronados, Chametla y el Valle de Banderas. En todos esos lugares predicaron el Evangelio a los indígenas que se encontraban. En 1528, fray Martín salió con sus compañeros a Tamazula y pasó por Tuxpan, Zapotlán y Sayula. Fray Juan de Padilla se quedo allí. Martín de Jesús y Miguel de Bolonia partieron para Amacueca, Techaluta, Atoyac, Teocuitatlán y Zacoalco. En Zacoalco se separaron: fray Miguel de Bolonia fue a Acatlán y fray Martín de Jesús se dirigió al lago de Chapala, donde se entrevistó con el principal de Cosalá, llamado Xitomatl. El fraile se estableció en Ajijic y decidió fundar allí un convento y  una iglesia. La región sur del actual estado de Jalisco fue atendida por fray Juan de Padilla, que evangelizaba Tamazula y la provincia de Amula. Fray Miguel de Bolonia catequizaba en Cocula y Tecolotlán. En 1530, los frailes Francisco Lorenzo y Andrés de Córdoba se establecieron en Etzatlán, en el extremo poniente. 


En 1530 con la caída de Tonalá a manos de Guzmán, la Nueva Galicia recibió la vista del primer franciscano. La labor evangelizadora había comenzado en Tlajomulco; sin embargo, Tonalá fue considerado más apropiado. El primer convento franciscano del Valle de Atemajac se fundó en 1531 en Tetlán, pueblo tecuex dependiente de los tonaltecas, y se le dio el nombre de Nuestra Señora de la Asunción. Juan de Padilla y Juan Badiano partían de ahí a misionar por zonas como Tonalá, Tlajomulco, Atemajac y otras áreas cercanas. Fray Martín de la Coruña llegó a la ribera norte del lago de Chapala donde evangelizó a los indígenas de Cutzalán y los convenció para hacer un establecimiento en Ajijic el mismo año. La evangelización se extendió por la ribera poniente de la laguna con la llegada de fray Miguel de Bolonia. Entre 1530 y 1540, se fundaron conventos en sitios estratégicos de Ajijic a Jalisco y de Tuxpan a El Teul. Los frailes cumplieron sus funciones evangélicas y erigieron templos, atrios y cruces con la colaboración de seglares indígenas. No existieron incentivos suficientes para que los indígenas permanecieran agrupados en pueblos donde los reubicaron después de la guerra del Mixtón. La falta de arraigo y el nomadismo, el descubrimiento de plata en Zacatecas y la peste del cocolitztli en 1543, ocasionaron muertes y conflictos. En 1547, varios indígenas bárbaros optaron por volver a su tierra de origen. En Zapotlán, al sur, fray Juan de Padilla fundó el convento en 1533 y dos años después, fray Francisco Lorenzo impulsó la creación del de Etzatlán. Reunidos en capítulo general en Niza ese mismo año, los franciscanos examinaron la obra de sus hermanos misioneros en Nueva España y quedaron satisfechos con los logros obtenidos. La que hasta entonces había sido Custodia del Santo Evangelio, fue elevada a la jerarquía de provincia desde 1536. Como primer dirigente eligieron a fray García de Cisneros, que murió poco después de recibir el cargo, y fray Antonio de Ciudad Rodrigo ocupó su lugar como provincial. En el mismo capítulo, las misiones de Michoacán y Jalisco pasaron a Custodias, aunque estaban en proceso de formación material, moral y económica. Como no podían sostenerse por sí mismas dependían del Santo Evangelio con el nombre de San Pedro y San Pablo. La Provincia madre se comprometió a enviar la tercera parte de los frailes que llegaran de España para robustecer su labor misionera. Las dos entidades estuvieron dirigidas por el primer custodio fray Antonio de Segovia, quien se concentró en las poblaciones que más lo requerían. El comisario este se encontraba en otra entidad para supervisar el gobierno misional. Los centros de irradiación evangélica en Jalisco eran: 1) Tetlán, 2) Zapotlán, 3) Etzatlán-Ahuacatlán, y 4) Juchipila . El perímetro de la zona central atendía el área comprendida por Cuitzeo cerca de Ocotlán, la ribera norte del lago de Chapala, la Sierra de Madroño que se integra con la de Tequila y de regreso por el río Santiago. La sede conventual de Tetlán fue reubicada en la nueva ciudad de Guadalajara en el Valle de Atemajac, en 1542. Se fundó en 1548 el convento de Chapala y tres años más tarde el de Tlajomulco. La zona sur, identificada por Zapotlán, iba de la provincia de Ávalos hasta la costa del Pacífico. La de Etzatlán incluía la Bahía de Banderas, Tomatlán, Ameca, Zacoalco y Amacueca. Juchipila atendió la zona de los Altos, el norte y noreste de Nueva Galicia. La escasez de frailes empezó a ser un problema en 1551, cuando el obispo de Guadalajara Pedro de Ayala pidió religiosos para su diócesis, porque con los que contaba eran insuficientes, enfermos y ancianos. Este requerimiento hizo pensar que las condiciones físicas y políticas de la Nueva Galicia no eran propicias para la colonización: la tierra era árida y poco productiva, se hablaban muchas lenguas, los caminos eran asediados por indios rebeldes, según los relatos de Powel en la Ruta de la Plata. 

Los frailes franciscanos preferían realizar su ministerio en el centro novohispano. Después de cruzar Tlaxcala, México y Michoacán, sitios con paz y comodidad, desistían de llegar al destino encomendado. A pesar de esto, la custodia de San Pedro y San Pablo fue erigida provincia con el capítulo general de Valladolid en 1565. En San Francisco de Guadalajara, en julio de 1565, se celebró el primer capítulo, en el que se nombró provincial a fray Ángel de Valencia. En 1606, por decreto capitular general en la orden de Toledo, la provincia de San Pedro y San Pablo se dividió. La provincia de Michoacán preservó el nombre de los apóstoles y la de Jalisco recibió el de Santiago. De esta manera, se instauró el gobierno franciscano autónomo en Nueva Galicia. Su fecha oficial de nacimiento es el 17 de febrero de 1607 y recibió el nombre de Seráfica Provincia del Apóstol Santiago de Jalisco46 porque era también el nombre del primer provincial en Galicia, España, y porque tanto en Tonalá como en la guerra del Mixtón, este apóstol protegió a los neogallegos. Se denominó Jalisco para conservar el nombre original del territorio conquistada por Nuño de Guzmán. Un pueblo cercano a Tepic conserva ese nombre porque ahí estuvo la capital del reino antes de ser trasladada a Guadalajara. En el lienzo de Tlaxcala (imagen que acompaña a este texto)  identificamos el topónimo (ideografía que representa a Jalisco) de la comarca: un ojo colocado sobre un montón de arena ("Jal  o Xal, significa arena, Jalisco :lugar donde hay arena). En el centro de la lámina están los naturales de "Xalisco" en posición de guerra, lanzando flechas y piedras. A la izquierda están los españoles y sus aliados indígenas y se aprecian algunos muertos.  A principios del siglo XVII, la provincia contaba con 34 fundaciones conventuales. Destacaba el de San Francisco de Guadalajara, cabecera de provincia, casa capitular, de estudios y noviciado. Administraba la doctrina a los pueblos de Analco, Mexicaltzingo, San Pedro Tlaquepaque, San Andrés, San Sebastián Tepech, Toluquilla, Santa María Tequepexpan, San Gaspar y Huentitán. Al sur, se encontraba el convento de San Antonio de Tlajomulco, importante casa de estudios. Se ocupaba de Cajititlán, San Lucas, San Juan, Santa Cruz de las Flores o Xuchitlán, San Agustín, Santa Ana Atlixtac y San Sebastián Zapotepec. Otros conventos sobresalientes de la provincia eran Ajijic, Sayula y Amacueca. La labor seráfica alcanza su culmen con 47 casas, según un informe al Virrey de fray Pedro de Iñigo Vallejo del ministerio provincial, el 12 de noviembre de 1794. La decadencia franciscana se hizo presente cuando todas las doctrinas se entregaron al clero regular y pasaron a la diócesis de Guadalajara. Quedaron para la provincia Santiaguense el convento de San Francisco, de Cocula y Etzatlán, las fundaciones de Sayula, Santa Anita, Tepic y Saltillo, y algunas misiones en Nayarit y Sonora." 

(Fuente: Alcántar Gutiérrez, José Alfredo, "Capillas de Hospital en Jalisco"; Universidad Autónoma del Estado de Morelos y UdG, Mex 2016 pp. 73) 


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