miércoles, 28 de junio de 2023

 Arquelogía del occidente de México, el

otro  marco histórico de nuestra región

Por Rodrigo Sánchez Sosa/ Cronista de Sayula

La región denominada el Occidente de México abarca los Estados de Sinaloa, Nayarit, Jalisco, Colima y Michoacán, aunque también se extiende a partes de Guerrero y Guanajuato; formando no sólo una unidad cultural sino también climática y fisiográfica, en la cual sobresalen las amplias mesetas, las cuencas lacustres; las escarpadas sierras y las llanuras costeras. En las planicies de Guanajuato, Michoacán y Jalisco, limitadas por montañas que han creado varias cuencas lacustres como las de Pátzcuaro, Cuitzeo y Chapala, predomina por lo regular un clima templado con lluvias en verano; en las mesetas volcánicas hay un clima templado húmedo, con una vegetación típica de bosque de coníferas; en tanto que la llanura costera, más bien seca, tiene una vegetación tropical que contrasta con los bosques de la Sierra Madre Occidental. El desarrollo cultural de esta región es poco conocido, en parte por la falta sistemática de excavaciones arqueológicas, y en parte por las limitaciones de las fuentes históricas, que cuando más se refieren a los tiempos muy cercanos a la conquista española; aunque sabemos que en lugares de las riberas del lago de Chapala y en la cuenca de Zacoalco y Sayula se han encontrado restos fósiles de animales pleis.tocénicos, como son el caballo, el bisonte y el camello, no asociados al hombre; que en esa misma zona se han hallado cráneos y otros restos humanos muy mineralizados; que de lugares como Juchipila, Ameca, Cañada Marfil y Chupícuaro provienen artefactos precerámicos de considerable antigüedad; y que en las estribaciones del cerro El Tecolote, el cual divide las lagunas de San Marcos y Zacoalco, se han encontrado dos puntas de dardos relacionadas con las Clovis, las cuales presentan una acanaladura en una de sus caras, y muestran la extensión más sureña en México del complejo de cazadores nómadas de Norteamérica que tenían ese tipo de puntas de proyectil.


El conocimiento de las culturas del Horizonte Formativo o Preclásico se basa por ahora solamente en los pocos datos que provienen de exploraciones arqueológicas realizadas en sitios como El Opeño, Michoacán; Chupícuaro, Guanajuato; Morrett, Coli_ma; y algunos lugares de Guerrero, entre ellos Puerto Marqués, Tambuco; San Geró­ nimo y tal vez Coyuca de Benítez y Zihuatanejo; habiendo para muchos de ellos únicamente datos superficiales o de simples reconocimientos, que no permiten integrar todavía el panorama cultural de esos tiempos. En Morrett, Colima, se ha encontrado una cerámica blanco sobre rojo, que guarda relaciones con tipos similares de otras regiones de México, y para la cual hay una fecha de carbono 14 que la coloca en 138 ± 90 A.c.;  mientras que en Puerto Marqués, Guerrero, se ha encontrado la cerámica más temprana conocida hasta ahora en México, ya que hay una fecha de carbono 14 que la sitúa en  440 ± 140 A.C. 3 En San Gerónimo, Guerrero, hay cerámica de color bayo o café rojizo, orejeras de barro, figurillas con rasgos· al pastillaje o con ojos perforados, y montículos de tierra con entierros; en tanto que el Tambuco, Guerrero, cerca de Acapulco, se han encontrado figurillas modeladas a mano, bastante realistas, y una serie de orejeras de barro con decoración calada, que representan figuras humanas y animales.  En El Opeño, Michoacán, muy cerca del poblado de· Jacona, se descubrieron cinco tumbas excavadas dentro del tepetate del subsuelo de una colina, las cuales tenían una especie de vestíbulo o pasillo al que se bajaba por medio de tres o cuatro escalones cortados en el tepetate; y al terminar el pasillo, cada una tenía la entrada a la tumba, en forma de nicho y con una gran losa; seguía la cámara funeraria, con planta un tanto oval y abovedada, también excavada en el tepetate. Generalmente la profundidad de las tumbas era de un metro, y el largo de ellas variaba de 1.50 a 2.00 metros.·"· En el interior de las tumbas se observó que ·los entierros estaban asentados sobre unas angostas y bajas plataformas -talladas en el· tepetate, una en el lado norte y otra en el lado sur; y los enterramientos eran primarios múltiples, con algunos objetos colocados como ofrendas. Entre los objetos se encontraron algunas puntas de proyectil con bases cóncavas, semejantes. a las encontradas en Tlatilco, México, y con un estilo bastante arcaizante; lo mismo que algunas orejeras talladas en jadeíta, un idolillo de serpentina con ciertas características olmecas, cuentas de jade, un objeto de piedra curvo parecido a un boomerang, algunas vasijas efigie, cerámica decorada con pintura negativa, y figurillas con ojos al pastillaje un tanto burdas, junto a otras mejor acabadas y con ojos perforados, similares al tipo  de la Cuenca de México. Todo ello permite suponer que El Opeño fue ocupado principalmente desde los fines del Preclásico Medio hasta el comienzo del Preclásico Superior, o sea de 1000 a 50 A.c. . Un sitio de mayor importancia durante el Preclásico Superior lo fue Chupícuaro, Guanajuato, ahora cubierto por las aguas de la Presa Solís; habiendo sido un gran centro alfarero, localizado entre el Río Lerma y su afluente el Coroneo, con cementerios para los enterramientos y numerosas ofrendas, lo cual es lo único que nos permite deducir algo de la vida de esos tiempos. Las gentes de Chupícuaro fueron agricultores que vivían en jacales de materiales perecederos, a lo largo del río y en las lomas intermedias, formando una aldea rural bien .extendida; llegaron a construir bajas plataformas revestidas de piedra y con pisos de lodo, a veces agrupadas entre sí, sobre las cuales se levantaban las chozas. Cultivaban el maíz, el frijol y la calabaza, aprovechando las márgenes del Río Lerma y sus afluentes, lo mismo que las colinas cercanas; y la presencia de metates y algunos molcajetes de piedra nos indican que molían el maíz, y que pudieron contar con chile y tomates silvestres, a la vez que practicaron la caza, la pesca y la recolección de productos silvestres. La población era numerosa, si se tiene en cuenta que se exploraron más de 400 entierros en una área limitada, los "cuales dieron más de 1 000 vasijas en calidad de ofrendas, y de Chupícuaro salieron varias colecciones de miles de piezas; habiéndose habitado el sitio durante varias generaciones, lo cual explica también el proceso evolutivo de la cerámica y figurillas. La alfarería de Chupícuaro puede dividirse en dos grupos principales: cerámica monocroina y cerámica pintada. En el primer grupo ·predominan las vasijas de color negro o café. negruzco pulidas, en forma de cuencos sencillos, jarras, vasijas ovaladas, recipientes trípodes, tecomates, ollas, patojos y algunas vasijas efigie representando monos, venados, perros y guajolotes; aparecen también platos con soportes mamiformes, .copas con bases pedestales y cuencos con anillo basal. En el segundo grupo hay vasijas pintadas con buen pulimento y brillantez, en colores rojo sobre crema, negro sobre rojo, café oscuro sobre rojo, rojo sobre café amarillento y rojo pulido; a la vez que hay cerámica policroma en colores negro, crema y rojo fundamentalmente. Las formas son semejantes al grupo anterior, pero predominan los cuencos ovales, escudillas sencillas, vasijas efigie y platos trípodes con altos soportes, conocidos como tipo "araña". Las figurillas se modelaron a mano con rasgos al pastillaje, dentro de cuatro tipos principales; hay una mayoría que tiene los cuerpos muy aplanados, con profusión de aditamentos al pastillaje, con los ojos formados por dos largos filetes de barro y que se conocen como tipo H4; otro tipo más pequeño, con los cuerpos menos aplanados,. bien pulidas y de color cremoso por lo regular; lo mismo que un tipo no muy frecuente, con tocados de bandas escalonadas, un poco parecidas a las figurillas teotihuacanas del llamado periodo once; y un tipo de figuras huecas, policromas y de mayor tamaño que todas las anteriores, pintadas en rojo, negro y crema. En la cerámica monocroma se empleó la incisión, el grabado y el punzonado, en motivos geométricos, por lo regular; mientras que en la cerámica pintada, hay tantos motivos geométricos como naturalistas, o ligeramente esquematizados, entre ellos, mariposas, ranas, manos y caras humanas. A través de las , figurillas observamos costumbres como la desnudez; pintura del cuerpo, la cara y el cabello, con colores blanco, negro, rojo y azul, y con predominio del blanco para los hombres y del rojo para las mujeres; a la vez que hay representaciones de bragueros, y algunas figurillas masculinas llevan una especie de caracol sujeto por un cinturón, que cubre el· miembro viril, tal vez como antecedente del estuche del pene o como símbolo de la fecundidad. El arreglo del cabello se resolvía de distintas maneras, pero entre las mujeres predominaba la costumbre de cortarse el pelo hasta la altura de la frente a manera de fleco, partiéndolo en dos con raya en medio, y a veces sujetándolo a los lados por medio de listones; siendo común el uso de turbantes o vendas frontales, y en ocasiones se ponían flores y plumas. Tanto los hombres como las mujeres completaban su atuendo personal con orejeras circulares de barro, sólidas por completo o con un lado hueco y el otro decorado con motivos incisos; lo mismo que con collares de cuentas talladas en hueso, concha y caracol, o de barro y de semillas; hay también representaciones de brazaletes, ajorcas en los tobillos, sombreros y sandalias o alpargatas. Algunas figurillas representan niños durmiendo en sus cunas, tal vez hechas de tole o mimbre, con dos agarraderas y a veces con un perico parado sobre una de ellas; a la vez que hay representaciones de individuos tocando flautas, y se han encontrado ocarinas, sonajas, silbatos y flautas de barro, lo mismo que huesos aserrados o estriados, lo cual indica que la música jugaba un importante papel en esos tiempos, y que pudo haber festividades acompañadas de danzas. El culto a los muertos estaba bien desarrollado, puesto que los cadáveres se enterraban en cementerios con acompañamiento de numerosas ofrendas; predominando los entierros extendidos en decúbito dorsal y ventral, o en decúbito lateral izquierdo y derecho, tanto primarios sencillos como múltiples. En el caso de los entierros múltiples, que podrían indicar sacrificios, se construían tlecuiles u hogares para los ritos funerarios y para quemar copal, alrededor de los cuales se colocaban los cadáveres sin ninguna orientación.  Menos comunes eran los entierros flexionados dorsales, y aún más escasos, los enterramientos en urnas o tinajas de barro, y los entierros primarios de un solo cráneo que implican la decapitación a sacrificio; se han encontrado cinco cráneos cortados por mitad y con perforaciones en los lados, para colgarse, lo cual puede indicar el culto a los cráneos trofeos. Otras modalidades observadas en los enterramientos es, por ejemplo, el caso de que a los individuos que se enterraba en decúbito dorsal se les ponían numerosos objetos como ofrendas, en tanto que a los enterrados en decúbito ventral no se les ponía nada, como si esas personas hubieran pertenecido a una clase o estamento social inferior; y también puede mencionarse que algunos entierros estaban delimitados con bolas de piedra bien talladas y de regulares dimensiones, a la vez que se acostumbraba sacrificar perros para que acompañaran al difunto a la otra vida. Como ofrendas se ponían algunos objetos que podrían indicar la ocupación y sexo del individuo, ya que collares y orejeras se encontraron asociadas a entierros de niños, jóvenes y cráneos aislados; metates, agujas y manos de metates asociados a femeninos adultos; y punzones, puntas de proyectil, bruñidores, etcétera, asociados a masculinos adultos. Los objetos de ofrendas como metates y manos, molcajetes de piedra, puntas de proyectil en obsidiana, navajas, agujas de hueso, bruñidores o pulidores de hueso, punzones, ornamentos de concha, cerámica, etcétera, indican que las gentes de Chupícuaro tenían varias ocupaciones o artesanías; y también puede decirse que debieron de existir estamentos sociales en proceso de jerarquización, intercambios comerciales con grupos cercanos y aun bastante alejados, lo mismo que sacerdotes, músicos y otras gentes con funciones específicas. Así, por ejemplo, la cerámica policroma y las figurillas tipo H4 de Chupícuaro se han encontrado en Jerécuaro y Acámbaro, Guanajuato, en San Juan del Río, Querétaro, y en el Cerro del Tepalcate, México; habiéndose adoptado el estilo en la Cuenca de México, como se observa en Azcapotzalco, Cuanalán, Xico y otros sitios. Y sin duda alguna la alfarería de Chupícuaro influyó sobre varios lugares' del Occidente de México, sobre sitios de Zacatecas, y posiblemente hasta el suroeste de los Estados Unidos. Los inicios de este gran centro alfarero se colocan en el Preclásico Superior, desde unos 500 ó 400 A.c., y se prolongó hasta unos 200 d.c.; . aunque otros grupos de Guanajuato con el mismo tipo de cerámica, o con la misma tradición alfarera, fueron evolucionando hasta casi los fines del horizonte Clásico, contemporaneizando con las culturas del Occidente de México.  

("La región de los lagos, de la cerámica y de la plumaria" Román Piña Chan. Una visión del México prehispánico, México. Universidad Nacional Autónoma de México.  Instituto de Investigaciones Históricas)


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