martes, 12 de septiembre de 2023

 El Sayula virreinal, siglos XVI, XVII y XVIII

Por Rodrigo Sánchez Sosa/ Cronista de Sayula

Don Antonio de Mendoza fue el primer virrey nombrado por la corona española en la Nueva España. En 1535 se instauró el virreinato, luego de la gubernatura de Hernán Cortés.  Esta formas de organización española du sus colonias, traerá consigo una nueva  manera de concebir el mundo, la cual era ajena a los indígenas de la cuenca de Sayula y el señorío tzayulteca. 

Si la identidad del antiguo señorío había soportado las primeras embestidas de la conquista, las nuevas prácticas y experiencias incluso integrándolas a las formas propias, confrontaba la auto percepción indígena, ahora su sentido de pertenencia se enfrentaría a los relatos individuales y colectivos de la identidad española que contrataban con la forma indígena y sus relatos.


 Es obvio pensar que la religión española como sistema de creencias y mitos incidiría poderosamente en la aculturación de los naturales, pero los relatos y mitos ancestrales indígenas no sólo no desaparecerían pese a ello, sino que se fusionarían lentamente a los nuevos, afianzándose en la nueva realidad.  Al cambiar  el devenir político-religioso que vivía Europa el relato europeo mutó, y au vez al intensificarse en la colonia el tráfico de esclavos africanos trayendo consigo un nuevo relato cultural ajeno a indígena y al español, favoreció un mestizaje cultural más complejo.  

No sólo se sumaría nuevos relatos, sino estos que exigirían la creación de otros, haciendo compleja la integración de la identidad regional  de la cuenca endorreica de Sayula, que se forjaba durante este periodo virreinal. 

Las fronteras de la identidad  son permeables, y las nuevas identidades se asumen en la pertenencia. El español, el negro esclavo o el asiático que llegó a Sayula en esa época, se sintió parte de la identidad local sumando la suya propia, y en la medida del papel que les tocó asumir, contribuyeron a la misma, transformando las prácticas y experiencias sin afectar la identidad ligada al entorno inmediato y los relatos cosmogónicos surgidos de la simbología de la lengua original y su estructura de parentesco. 

El papel más importante lo jugaron los españoles, mientras los indígenas se enfrentaban a crisis demográficas por enfermedades y hambrunas, y los descendientes de los esclavos africanos crecían de forma importante como casta. Todo ello como efecto de la coyuntura histórica, política y social del Virreinato. El Virreinato fue un periodo largo en la historia de México, sin embargo, esta etapa histórica es poco atendida. Mientras la etapa prehispánica ocupa una atención importante en la reconstrucción histórica del pasado del país; comúnmente, el virreinato se aborda, en este sentido, de forma superficial. En nombre del glorioso ideal ilustrado de la independencia y luego de la vocación republicana del México independiente, el pasado colonial, en especial la etapa virreinal, se ve como incómoda políticamente. La gloria del pasado indígena, embona perfectamente en el discurso político del México independiente, republicano y demócrata liberal, pero no el virreinato; sin embargo, es en la colonia donde se forjó la identidad nacional que serviría como base a todas las instituciones posteriores, incluso a la propia revolución mexicana del siglo XX. 

La herencia de estos tres siglos: XVI, XVII y XVIII, particularmente en Sayula, determina y explica la identidad profunda que forjará el carácter de sus habitantes. Tal legado quedó petrificado en la iconografía arquitectónica de Sayula, de la cual se  rescató una parte que influyó en la reconstrucción urbanista del siglo XIX, la que aún puede contar su historia desde la cantera de sus cornisas, capiteles, pilares y arcos de casonas y templos de su centro histórico, testimonio de la consolidación de una conquista, fundación, bonanza comercial  y auge económico producto de las reformas borbónicas del siglo XVII. A principios de ese siglo Sayula ya se había desarrollado como un poblado español de importancia preponderante en el occidente de la Nueva España y  la encomienda del tiempo de la conquista como forma de producción y explotación había caído en crisis tras la disminución de la población indígena y el éxito de las empresas que fueron financiadas por el repartimiento y el despotismo tributario. 

El importante encomendero Alonso de Ávalos hacía ya 25 años que había muerto, su hacienda de Amatitlán estaba en ruinas, su viuda e hijos promovían un juicio de probanza ante la Corona, declarándose en bancarrota en 1582; y la encomienda había pasado a manos del capitán Sebastián Vizcaíno, luego de que el heredero varón Fernando López Dávalos muriera sin descendencia en 1594 y su madre Francisca Estrada y Gutiérrez de la Caballería vendiera en 1599 sus posesiones, tierras y estancias. Ya la riqueza para entonces no tenía como base exclusiva la explotación y tributo indígena en la capital de la Provincia de Ávalos, sino la industria agrícola y ganadera, la producción minera, y en menor pero importante medida el comercio de las grandes haciendas para con las urbes coloniales y los centros mineros en el país. 

La economía de las estancias y de las haciendas  tiene un carácter cuasi-natural…elaboran casi todo lo que consumen…no existe (ni siquiera en ciernes) un mercado nacional, sino una constelación de mercados independientes unos de otros y sumamente limitados y estáticos…los centros mineros y las ciudades de población española estimulan la división social del trabajo entre las diferentes regiones…y la penetración del capital comercial y usurero a la producción. La minería, el sector más dinámico de la economía novohispana, aceleró el desarrollo del capitalismo en Europa, pero en la colonia consolidó la estructura feudal-capitalista colonial… los excedentes económicos producidos permitieron que la clase dominante novohispana viviera en un lujo desbordante, pero sólo se trasformaba en capital en la metrópoli (europea). 

Las minas de la Nueva España fueron durante la colonia, las más importantes del mundo; por ejemplo, constituían el 90% de la plata es exportada a Europa. Las colonias a cambio reciben mercancías manufacturas de alta calidad, que no se fabrican en América, ni siquiera en España, además de artículos suntuarios que requería la ostentosa vida de los ricos españoles del virreinato novohispano. Contrario a lo que puede esto sugerir, la mayoría de las minas son parte de la producción de haciendas coloniales que combinaban su actividad ganadera, agrícola y textil con la minería, cuya técnica de producción era rudimentaria y estaba a cargo de los mismos indios de recogimiento o peones de la hacienda. En la región las minas más cercanas se encontraban en Amula, Tuxpan y Tamazula; propiedad que fueron de Hernán Cortés y sus familiares como los Ávalos Saavedra; Alonso de Ávalos el Viejo encomendero de los pueblos de Ávalos poseía minas en Guachinango (Nayarit) y Michoacán; Urdaneta corregidor de los pueblos de Ávalos en 1543 poseía minas en el mismo real minero de Guachinango. En Sayula se supo de minas de estaño y cobre, pero nunca fueron explotadas. 

Las haciendas se multiplicaron para el siglo XVII y XVIII en la Provincia de Ávalos, siendo las más importantes las que estaban en manos de los descendientes de los Ávalos Saavedra, como doña María Delgadillo y su hacienda de Toluquilla por el rumbo de Teocuitatlán, la nieta de Alonso de Ávalos el Viejo, y los hijos de ésta que las heredarían. En 1664uno de ellos aparecería como dueño de la hacienda de Amatitlán, el bachiller Alonso de Ávalos, al que apodaban el Joven - para diferenciarlo de su bisabuelo - el cual era hijo de María Delgadillo. 

Don Joaquín Fermín de Echauri, rico comerciante peninsular de la ciudad de Guadalajara y dueño de haciendas en Sayula, donde residió, murió y fue sepultado, era un importante e influyente vecino además de mercader de esclavos africanos;  por lo que resulta muy posible que el comercio de esclavos al iniciar el siglo XVII se diera en la plaza de comercio de Sayula. Los esclavos negros traídos a la Provincia de Ávalos y por lo tanto a Sayula procedían de Angola y Guinea Ecuatorial traficados por españoles y portugueses. Seguían la ruta Sevilla-Canarias-La Habana-Santo Domingo-Veracruz-Ciudad de México-Guadalajara o Michoacán y la Provincia de Ávalos, donde pudieron ser puestos en venta en Sayula o Zacoalco para haciendas, plantaciones y minas tierra adentro o como servidumbre doméstica. La pequeña cantidad de mujeres que se traficaba desde África hasta la región, y el trabajo forzado hasta casi la muerte en las minas e ingenios azucareros de los esclavos negros varones, no permitieron que la presencia negra fuese importante como comunidad entre los pueblos de la Provincia de Ávalos. La mayoría vivía en las haciendas, ranchos, minas, y los evadidos en las comunidades aisladas del monte, generalmente adaptados a las comunidades indígenas donde vivían. En la ciudades españolas como Sayula, eran muy pocos los que se dedicaban al servicio doméstico y no constituían comunidades independientes ni diferenciadas, los más, si eran libertos, vivían en los barios indígenas bajo las leyes que estos imponían.  


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