lunes, 26 de julio de 2021

           Sayula, cómplice del depredador

Por Rodrigo Sánchez Sosa



Definitivamente el principal atractivo de Sayula es su historia, es lo que a Tapalpa y Mazamitla, sus sierras. El verdadero interés de las personas en el país y el extranjero, para visitar Sayula es que el municipio fue la inspiración y lugar de nacimiento de uno de los más grandes escritores del siglo XX. 

Quizá para los que vivimos en Sayula la cotidianidad nos haga pasar por el alto esto,  por lo que nos hace pensar que nuestro municipio no tiene nada de particular.  Cada tres años los ayuntamientos improvisan o se les ocurre tácticas para promocionar turísticamente al municipio, se asocian a programas igualmente improvisados estatales o federales que resultan casi siempre mediocres y al no ser por aquellos atractivos ya conocidos, fruto del trabajo de años y la tradición sostenida a base de esfuerzos, como la producción artesanal y  las tradiciones, apenas tendríamos qué ofrecer al visitante en Sayula.

Para el ayuntamiento la promoción turística es una obligación del periodo que cumplen por mero protocolo, pues rara vez hay en el equipo de estos, gente capacitada y asesores con experiencia para sobre llevar esa obligación. La mayoría de las veces argumentado la falta de presupuesto apenas se cumple con ello y teniendo una ciudadanía ignorante, en su mayoría, de estas cosas; se vuelve trágico     

Una ciudad con una antigüedad de más 475 años ya de sí misma genera interés no sólo en México, sino fuera del país. Lamentablemente, el panorama actual es desastroso: el estado de conservación de su centro histórico, la pésima planeación en la conservación del mismo y lo que es peor su depredación, debido a la criminal indolencia de la oficina municipal de obras públicas que en una verdadero saqueo autoriza permisos de remodelación y hasta demolición de inmuebles históricos, paños y fachadas en las calles de esta centenaria ciudad. Cada vez más nos parecemos una una ciudad huérfana de su principal patrimonio, el arquitectico; sin olvidar el tremendo atentado al patrimonio del estado que sigue allí tirado en escombros frente a la plaza principal de Sayula evidenciando nuestra verdadera vocación, porque yo no disculparé a nadie, el pueblo de Sayula hoy es cómplice de ese crimen contra el patrimonio al avalar de forma mayoritaria el pasado 6 de junio a quien lo demolió, votando porque siguiera en su puesto como principal depredador. Qué pena.

Sin embargo algo que no podrán demoler es el legado de Rulfo, porque hace falta mucho, mucho más que toda la maquinaría pesada en el mundo, para ello. No pecaré de ingenuo para decir que el leer a Rulfo nos salvará de nuestra barbarie caníbal, porque hace falta mucho para, no igualar, sino entender a un sayulense universal que está a años luz de la frivolidad ridícula que a esta generación de sayulenses del siglo XXI, les fascina: 

"El 20 de julio de 1959, en el suplemento 'México en la Cultura' de 'Novedades', apareció un "compendio del pensamiento" de Juan Rulfo realizado por José Emilio Pacheco, que él presentó de esta manera: "Las líneas que prosiguen no son fieles a la letra, pero sí al espíritu del autor; no son una versión taquigráfica (...) son, en suma, aspectos de las creencias de Juan Rulfo sobre su oficio, sobre su tiempo, sobre sus compañeros." Ofrecemos una parte de ese largo texto, centrada en las palabras de Rulfo: 

La vocación  

Elegí la ficción porque creo que en un escritor lo importante es su poder imaginativo. La fuerza de la imaginación es tan poderosa que puede condicionar los hechos reales. Uno de mis deleites preferidos me lo ha brindado la escuela alemana y nórdica de principios de siglo que creó una realidad y una perspectiva espacial basadas en el vuelo de la imaginación.

He leído y releído a Franz Emil Sillanpää, a Bjornstjerne Bjorson, a Gerhart Hauptmann y al primer Knut Hamsun. Encontré en ellos los cimientos de mi fe literaria. Sucesor de aquellos, "heredero de su manera de soñar" como dice Borges, es Halldór Laxness. Mucho antes de que le dieran el premio Nobel en 1955, Fernando Benítez y yo nos interesamos por él e hicimos que se conocieran en México sus novelas. Laxness reconstruye la epopeya islandesa, crea el Kalevala de nuestros días.

Nuestra literatura 

En México se está formando una literatura regional que poco a poco finca las bases de una gran literatura nacional. Por ejemplo, mientras en Inglaterra la herencia nórdica tomaba otro sesgo y avanzaba hacia lo futuro en vez de explorar la historia, en los Estados Unidos había una gran generación de novelistas que se adentraban en la angustia del alma. En consecuencia nos enseñaron a ahondar más en el ser humano.

La grandeza de la literatura norteamericana proviene del localismo. La crítica moderna suele denostar esa tendencia pero los ataques se invalidan si se piensa que Balzac tomó sus temas de las aldeas francesas; Tolstoi, de su pequeña parte de la Rusia estremecida por la invasión napoleónica. Sus obras nos importan porque ambos crearon una dimensión que deshace las fronteras del tiempo, el idioma y las costumbres. Es el caso de Ole Edvart Rölvaag, en su trilogía: 'Giants in the Earth', 'Peder Victorious', 'Their Father's God', Rölvaag describe la lucha de los noruegos que colonizaron el oeste norteamericano. Sus problemas son los mismos de cualquier conquistador que incursiona en tierras desconocidas.

Hay que temerle a las novelas que se empeñan en darnos un mensaje. "Mensaje" ha llegado a ser una palabra enfadosa. Toda obra que tiene un punto de vista nos lo comunica porque toda obra es el total de la vida de un ser humano.

Como ejemplo, me parece válido citar a tres novelistas distintos y lejanos que saben ser rebeldes y negar valores todavía sagrados para sus contemporáneos: en un país tan nacionalista como Francia, Jean Giono se opone al sentimiento patriótico y niega que exista Francia. Henry Miller aprovecha cada línea para despotricar contra los Estados Unidos, no con la ironía social de Sinclair Lewis, Erskine Caldwell o William Styron, sino con un repudio total a su circunstancia humana. Vsevolod Ivanov, escritor tártaro, desprestigia a sus antecesores. Esta actitud edípica representa la inconformidad con un pasado inerte y la posición de buena parte de la humanidad contemporánea.

La obra personal 

Mis amigos preguntan por qué no escribo en vez de leer. He llegado a la conclusión de que existen demasiadas lecturas. Además quiero aprender a escribir leyendo. El éxito de mis libros en el extranjero puede tener resonancia para los lectores de otras lenguas: a mí ya no me importa. Para el autor un libro publicado es una cosa liquidada. El trabajo real son los nuevos proyectos. He escrito meros intentos de aficionado. No soy un escritor profesional. Para mí el único oficio es el de vivir. La literatura es un pasatiempo que comparto con mi otra gran afición, la fotografía. A veces siento ganas de salir al campo con mi cámara; otras, de quedarme en casa leyendo. Algunas noches, muy pocas, me encierro a escribir, siempre a mano. El escritor no debe desvelarse por tener un oficio. El oficio es para los carpinteros. Si el escritor lo adquiere ganará en artesanía lo que pierda en autenticidad. No se puede escribir una novela cada tres meses a riesgo de publicar muchos bodrios. Pero si la obra es buena cada quien puede escribir como quiera y cuanto quiera. Trabajo en 'El gallo de oro', novela inédita que convertí en guión de una película que producirá Manuel Barbachano Ponce. El género no me interesa. Hace tres años el cine asesinó mi cuento "Talpa", lo despedazó en una película abominable. La posición ideal de un escritor ante el cine es la del gran escritor cubano Alejo Carpentier. Vendió al cine sus tres novelas, 'El reino de este mundo', 'Los pasos perdidos', 'El acoso', y se encargó de la supervisión. Así la obra queda en libro y pasa a un público vastísimo mediante imágenes que el propio autor ha vigilado.

La novela de hoy 

La literatura mexicana está gritando en una esquina: ¿Para qué hablamos de ella? Que opinen los críticos impregnados de letras, a mí déjenme en paz. La propaganda y la inmerecida gritería han provocado desorientación. En vez de educar al posible público se le da un concepto erróneo de lo que es nuestro arte. La fórmula de los novelistas recientes es sexo y violencia, como en todo bestseller.

Está muy bien que los periodistas vendan sus libros y el pueblo los lea, pero reconozcamos que escriben todo menos literatura. La literatura no es, como creen algunos, un elemento de distracción. En ella hay que buscar la certeza de un mundo que las restricciones nos han vedado. El conocimiento de la humanidad puede obtenerse gracias a los libros; mediante ellos es posible saber cómo viven y actúan otros seres humanos que al fin y al cabo tienen los mismos goces y sufrimientos que nosotros.

Hay novelistas que leemos por las sensaciones que nos dejan. En apariencia sus libros no contienen ningún ensayo filosófico, en lo que se distinguen de Thomas Mann o de Aldous Huxley, pero nos dan una imagen cabal del ser humano.

No puedo juzgar quién es mejor en México. Admiro a Martín Luis Guzmán y a Mariano Azuela. El tiempo acrecentará el valor de Agustín Yáñez. Hace poco hice una lista, una antología personal, de los mejores cuentos que se han escrito en México. Figuran en mi inventario Jorge Ferretis, Gregorio López y Fuentes, Juan de la Cabada, José Revueltas, Edmundo Valadés, José Vasconcelos, Ricardo Cortés Tamayo, Cipriano Campos Alatorre, José Alvarado, Gastón García Cantú, Rafael F. Muñoz, Luis Córdoba, Juan José Arreola, Julio Torri, Carlos Fuentes y Efrén Hernández. Entre los nuevos escritores incluyo a Sergio Galindo, Carlos Valdés, Tomás Mojarro y Emma Dolujanoff. En fin, son más de treinta escritores, cada cual con uno o dos cuentos.

 El lector 

La sola enumeración de mis preferencias me llevaría muchas horas. Leo tanto y tan desordenadamente que por eso no aprendo. Antes de tomar la pluma abro un libro de Hamsun. Su lectura me baja a la tierra, me vuelve al origen. Hay muchas obras que me gustaría haber escrito, pero sobre todo una: 'Derboranza', del gran narrador suizo Charles-Ferninand Ramuz, tan despreciado y tan desconocido." José Emilio Pacheco.

 


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