sábado, 20 de junio de 2015

         LA POLÍTICA DESDE GAYOLA.
Por: Rodrigo Sánchez Sosa. 
En 2014, durante los hechos que les costaron la vida a 43 normalistas en Iguala Guerrero, en el marco nacional de una huelga en el Poli (IPN), una crisis política por conflicto de intereses en el gobierno federal, una rampante y cínica corrupción  y todo esto en medio de la sangrienta guerra del estado mexicano contra el crimen organizado "…se rompió el consenso y apareció otra cara de México: Una juventud encolerizada y una clase media en profundo desacuerdo con el sistema político que nos rige desde hace más de 80 años: Estos hechos abrieron una grieta al interior de la sociedad mexicana que podríamos llamar desarrollada, es decir, en ese sector predominantemente urbano…pero lo que otorga dramatismo y urgencia a la crisis del México moderno y desarrollado es su trasfondo: el otro México en andrajos, los millones de campesino pobrísimos y las masas semidesocupadas de la urbe, los nuevos nómadas- los nómadas del desierto urbano.   Enderezar el país no puede ser la obra de un hombre o de un grupo sino de una generación. Es claro que lo primeo que hay que hacer es echar a andar la nación, es decir, devolverle la iniciativa y la libertad de acción. El principal obstáculo es la centralización que padecemos. Es una realidad que nació con la primera ciudad mesoamericana, Teotihuacan, y que prospero con el virreinato y los regímenes que la han sucedido hasta nuestros días. Aunque el centralismo es económico, administrativo y cultural, su raíz es política. La sociedad vista como una proyección de la familia ("la gran familia mexicana": televisa). Pero la extraordinaria  vitalidad del patrimonialismo falo céntrico y su resistencia al cambio no son explicables únicamente como supervivencia de nuestro pasado. Los aliados de ambos son la ausencia de crítica política y de vida social democrática. El centralismo es la expresión de los grandes monopolios económicos, de los monopolios culturales en las grandes ciudades de México y, en fin, de los monopolios políticos. Tenemos que acabar con todo esto. El único método para lograrlo es la democracia.  No necesito decir que por si sola la democracia no puede resolver nuestros problemas. No es un remedio sino un método para plantearlos y discutirlos...hoy nos enfrentamos a una disyuntiva: estancamiento o democracia. El estancamiento no sólo es inmovilidad sino acumulación de problemas, conflictos y agravios, es decir, a la larga, convulsiones y estallidos… La democratización, me apuro a decirlo, no significa la solución automática de los problemas de México, pero es la vía, la única vía para que aparezcan a la superficie esos problemas. Los problemas, y las soluciones, sobre todo las posibles soluciones.  Nuestros problemas son graves. El mayor es la disparidad entre el México desarrollado y el México marginal…finalmente hay algo que a mi me parece decisivo, la reorientación de nuestro desarrollo, como país. Hasta ahora el desarrollo económico de México se ha hecho teniendo en cuenta el modelo norteamericano (capitalismo salvaje). No sólo eso, ha sido un modelo impuesto por los intereses de los capitalistas mexicanos y de la élite financiera internacional. Ahora bien, el espectáculo de las grandes ciudades desarrolladas del orbe, muestra que este desarrollo termina en la creación de bastos infiernos sociales (analfabetismo funcional o educación por competencias, corrupción, crimen organizado, trafico de armas, drogas y personas, vacio existencial…).
Así pues, nosotros tenemos que elaborar, de acuerdo con nuestra historia y tradición, programas de desarrollo (educativos, financieros, económicos y políticos) distintos. Algo imposible sino hay una atmosfera democrática en todo el país." (Los anteriores textos fueron tomados de dos obras del escritor mexicano premio nobel de literatura 1990, Octavio Paz, "A cinco años de Tlatelolco" y "Hora cumplida", y adaptados a nuestra realidad actual como país -cursiva agregada-. No sólo es notable lo actual de la crítica de Paz, sino lo poco que ha avanzado el país desde el momento en que los textos fueron escritos a la fecha, en el primer caso hace más de 40 años; y en el segundo, hace exactamente 30 años…)

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