sábado, 19 de marzo de 2016

Los frailes franciscanos  y sus conflictos con el clero secular

              Por Federico González  Alfaro

Es muy interesante, conocer como se mueven los hilos atrás del telón.
Uno de las más grandes investigadores de la evangelización en México, Antonio Ruibal, nos da una clara visión de esta poco conocida parte de la historia nacional.
Antonio, al que le mando un fraternal saludo, indica que México contaba en los siglos virreinales con tres órdenes mendicantes, es decir, tenían la consigna de vivir de la mendicidad. Los franciscanos, los dominicos y los agustinos. Los tres llevaron a cabo una extensa labor evangelizadora, por lo que tuvieron conventos tanto en el ámbito indígena como en el español.
Los franciscanos, como hasta la fecha, seguían los mandatos del papado, pero tenían su propia estructura jerárquica. La extensión de la orden en América obligó a crear un comisario general de indias en México y Lima para coordinar las distintas provincias en esos territorios.
El éxito de los franciscanos, fue saber adaptarse a un medio social no europeo y formar un complejo entramado simbólico (la guerra de las vírgenes de mi padre), que les sirvió, dentro de este nuevo contexto, como sustento de su identidad corporativa.
La primera etapa (1524-1570) fue evangelizadora y terminó en conflicto con los obispos por la administración de los indios.
La segunda etapa (1570-1640) junto con los problemas con el episcopado, se generó un proceso de criollización (los criollos y mestizos, querían la primacía sobre los indígenas en el entramado simbólico) algo me recuerda a Sayula.
La tercera etapa (1640-1750) con la llegada del obispo Palafox, se agudizo el conflicto con los obispos y el credo secular. Se radicalizaron las alternativas criollas y peninsulares.
La última etapa, marcó el último periodo virreinal (1750-1821), se secularizaron sus parroquias y se marcó su decadencia económica y social con los embates de laicalización de las sociedades (revolución francesa, fortalecimiento de otros cultos cristianos protestantes, reformas borbónicas, etc.) algo me vuelve a recordar a Sayula.
La orden, se vio obligada a realizar transformaciones profundas a los contextos rurales de los pueblos agrícolas mesoamericanos.    
La primera etapa fue muy difícil, fue una predicación itinerante con escasos frutos, cuando los frailes regresaban a los lugares "bautizados",  el cristianismo en ellos se había olvidado y habían regresado a los rituales antiguos.  Fueron necesarias las "cabeceras de doctrina" y la "adaptación" de los íconos cristianos a la realidad y costumbres locales. Éxito rotundo. En esta etapa, se dio una  "defensa" de los indígenas por los frailes, contra los abusos de los encomenderos (virgen de la Defensa de Juanacatlan, por ejemplo).
La segunda etapa está marcada por el corporativismo que ejercían los grupos de poder. En esta etapa se fundaron numerosos templos y conventos gracias a las aportaciones económicas de la sociedad criolla y mestiza, las cuales, adoptaron con fervor, los íconos religiosos autóctonos, diseñados, en primera instancia y fundamentalmente, para evangelizar a los indígenas. (Se empezaron a blanquear los santos).
En esta etapa, se dieron fuertes enfrentamientos entre los frailes criollos y los peninsulares, despapados en la visita de fray Alonso Ponce, maltratado y desobedecido por el provincial del santo evangelio y sus frailes criollos.
La rivalidad entre grupos de poder por un lado y los eclesiásticos por otro, en la tercera etapa, fomentada y tolerada a propósito por la Corona, se dio también por el control de colegios y espacios de "recolección" (templos y santuarios).  Se agudizó la presión de los obispos por sujetar a los frailes, generando grandes conflictos "epistolares" que terminaron en Madrid. Hasta que el papa Urbano VIII, trató de poner orden a tanto desorden, sin lograrlo. Juan de Palafox y Mendoza despojó a los regulares (ordenes) 36 parroquias indígenas de la diócesis de Puebla, administradas por ellas desde el s.XVI, comenzando una fuerte ofensiva del clero secular a "recuperar" parroquias en toda la Nueva España.
En la cuarta etapa (1750-1821) Fernando VI emitió en 1749 y en 1753 dos cédulas reales, dirigidas a los obispados novohispanas, que mandaba traspasar las parroquias regulares (de las ordenes) al clero secular, dado que el número de sacerdotes era ya suficiente para atenderlas. Carlos III impuso un control aún más rígido sobre los conventos regulares (ordenes). El resultado fue desastroso para Roma y para Madrid. Muchos frailes solicitaron ser liberados de sus votos, el número de novicios y conventos disminuyó de forma alarmante, se perdieron numerosas parroquias rurales con el paulatino menoscabo de su presencia social y su número. Las cifras fueron alarmantes, solo quedaban en América: 800 franciscanos, 450 dominicos y los agustinos no llegaban a 500. Roma y Madrid, tuvieron que ceder, su propia supervivencia estaba en riesgo.
En Sayula, por primera vez el pasado Diciembre, vi en un material audiovisual, una manifestación de autoridad del clero secular a la orden franciscana.
Viejas cenizas parece que se empiezan a levantar. El que la iglesia católica tenga a un papa jesuita, que no pertenece al clero secular,  pone nerviosos a más de uno en la burocracia eclesiástica. Lo que nos falta por ver.

No hay comentarios:

Publicar un comentario