lunes, 14 de diciembre de 2015

LA POLITICA DESDE GAYOLA

Por Rodrigo Sànchez Sosa
El derecho a la cultura y la "empresa cultural": En una sociedad globalizada por los principios mercantilistas del capitalismo, ciertos conceptos, ajenos tradicionalmente a la producción y distribución de los bienes del mercado, se resisten a ser sometidos a éste paradigma económico.
 Uno de estos conceptos "Cultura", derivado del verbo cultivar, hacer producir la tierra, que por analogía se aplicaría al cultivo del intelecto de un individuo y su sensibilidad estética,  y que luego se amplió en el siglo XIX para designar las características y creencias en común de las distintas sociedades;  presenta, como concepto univoco, un problema terminológico al tratar de insertarlo en las formas de producción actuales.
     Vulgarmente se puede confundir "empresa cultural" con "empresa creativa", el origen histórico de estos conceptos revela una marcada distinción: la primera tiene su origen en los avances tecnológicos del siglo XX y la segunda en el desarrollo tecnológicos de finales del siglo XX y principios del siglo XXI. El concepto se amplió de tal manera que casi cualquier actividad humana compartida por un subgrupo social, pueda llamársele "Cultura", desde la "cultura de las drogas" hasta la "cultura corporativa".
  Esto claro, lo hace difuso. En el actual paradigma de la "sociedad del conocimiento", cabría diferenciar entre "cultura" y "creatividad" y al igual  decodificar el significado dentro de ese paradigma, del concepto "conocimiento", que todo indica se refiere éste concepto al conocimiento como información e "Información" en el sentido de saber hacer, "hacer" como ser funcional al sistema que sustenta el paradigma.
   Crear, ser creativo en tal contexto, es ser funcional, encontrar soluciones innovadoras, así pues, cualquier actividad es en verdad creativa en éste sentido. Pero, el arte no se ajusta irrestrictamente a tal definición derivada del paradigma de la "sociedad del conocimiento", como la ciencia y la tecnología, cuyos nichos en el mercado de consumo son indiscutibles.
 El Arte como "Cultura" como "industria cultural" se resiste a ser reducida a estos términos: basta preguntarse ¿Qué pasa cuando la arquitectura, la publicidad o diseño, contiene elementos no útiles al paradigma del mercado? o a la inversa ¿Qué pasa cuando estas mismas empresas culturales no tiene otro fin que ser mercancía?
    Se puede decir que, sin duda, los elementos del arte, de lo que tradicionalmente es considerado "cultura", están presentes en la cotidianidad del sistema, y le dan un plus valor a los productos del mercado, bienes y servicios; pero esto nos llevaría a concluir que todo es "cultura" y equiparar la creatividad industrial con la de las artes plásticas por ejemplo, y no es así.
   La "cultura" trasmite valores, símbolos, identidad, todos bienes espirituales, que tradicionalmente no pueden ser privatizados, y son de acuerdo a la ONU y La UNESCO derecho y patrimonio de la humanidad.
 De allí, que es deber del estado moderno no solo preservar y garantizar éste derecho, también lo es el financiar la "Cultura", para no dejarla al arbitrio del interés privados de los mercados que, terminarían por excluir a las personas de éste derecho.

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