domingo, 6 de marzo de 2016

Especial para Horizontes...
Marzo, el año nuevo indígena y la ceremonia del fuego.
La concepción del tiempo en el Sayula indígena

Reportaje de Investigación de Rodrigo Sánchez Sosa

Si viviésemos en el siglo XVI, durante la fundación del primer Sayula en 1522 concretamente, estaríamos celebrando el año nuevo indígena y la ceremonia del Fuego Nuevo. Una delegación de sacerdotes de la Gran Tzaulan, habrían llegado de Tenochtitlán con la antorcha sagrada, para encender un pira sagrada, probablemente en el primer montículo en lo que hoy conocemos como el "Cerrito de Santa Inés"; renovando el año nuevo indígena. Todo lo cual acontecería en las primeras horas del nuevo año de un periodo de 52 años, para lo cual habrían tenido que correr toda la mañana desde México Tenochtitlán hasta el hoy Sayula, parte entonces del imperio azteca o la Anáhuac, en un ritual de renovación del sol. Marzo de 1522, ocho mese antes de la llegada de los españoles, el ritual requerían el sacrificio de prisioneros de guerra, arrancándoles el corazón y rociando con su sangre aún palpitante, el fuego recién llegado a la cuenca sagrada del Tzaulan.
    Esta vez sería diferente, el fin del ciclo del computo azteca del tiempo, predecía el fin de una época y la trasformación de todo un pueblo. Aquél último ritual debió vivirse en el centro ceremonial hoy santa Inés, con una angustia tremenda bajo la expectativa de la precneica de los españoles, a quienes seguramente vieron los emisarios de Tzaulan en la antigua ciudad de México cuando fueron a traer el fuego sagrado: Quetzalcóatl, había regresado y ellos sabían lo que eso implicaba. Fray Toribio Motolina, nos relata esta ceremonia del fuego, la forma en que se contaban el tiempo en el imperio azteca y la visión que de él tenia los indígenas en sus ciclos naturales de vida y muerte:
    "Los indios naturales de esta Nueva España, en el tiempo de que esta tierra se ganó entrando en ella los españoles, comenzaban su año en principios de marzo (no específica que día de marzo); más por no alcanzar bisiesto irse variando su año por todos los meses: Tenían el año de trescientos sesenta y cinco días. Tenían meses de veinte días y tenían diez y ocho meses y cinco días en un año, el día postrero (último) del mes era muy solemne entre ellos.
     Los nombres de los meses y de los días no se ponen aquí, por ser muy revesados y que se pueden mal escribir…estos indios de la Nueva España tenían semanas de trece días, los cuales significaban por señales o figuras: a el primero, de más del nombre que como los otros tenía, conocían por un espadarte, que es un pescado o bestia marina; el segundo, dos vientos era su signo; el tercero, tres casas; el cuarto cuatro lagartos de agua, que también son bestias marinas; el cinco, cinco culebras; el seis, seis cráneos; el siete, siete ciervos; el ocho, ocho conejos; el nueve, nueve aguas; el diez, diez perros; el once, once monos; el doce, doce escobas; el trece, trece cañas.
     De trece en trece iban sus semanas contadas; pero los nombres de los días eran veinte; todos nombrados y señalados con sus figuras o caracteres (ya citados); por estas misma cuenta contaban los tianguis o mercados, que unos hacían de veinte en veinte días, otros de trece en trece días, otros de cinco en cinco días, y esto era lo más general salvo en los grandes pueblos, que estos cada día tienen su mercado y plaza llena de medio día para abajo; y son tan rigurosos en la cuenta de estos mercados o ferias, como los mercaderes de España.
    Los encargados de las cuentas de los mese, días, años y fiestas principales, eran maestros y sacerdotes, los que conocen bien de matemáticas y  cómputo. Este calendario de los indios tenía para cada día su ídolo, con nombres de diosas o dioses; y estaban todos los días del año llenos de estos nombres, como calendario breviario romano, que para cada día tenían su santo o santa.
     Todos los niños cuando nacían tomaban el nombre  del día en que nacían, ora fuese una flor, ora fuese dos conejos; y este nombre se lo daban la séptimo día de nacido, poniendo una lanza en su mano, y si era mujer le daban un hueso y un palo de tejer, en señal de que había de ser hacendosa y casera, buena hilandera y mejor tejedora; al varón para que fuese valiente y defendiera a su pueblo, porque las guerras eran muy ordinarias cada año.
     Y en aquel día se regocijaban los parientes con los padres del niño; luego que la criatura nacía venían los parientes a saludarle y decídanle estas palabras:  "venido eres a padecer, sufre y padece", y esto hecho, cada uno de los que lo habían saludado, le ponían un poco de cal en la rodilla. Después de tres meses, presentaba aquella criatura en el templo de su ídolo y débanle su nombre, no dejando el que tenía; luego el sacerdote que computaba los días  decíale el nombre del dios que  caía en aquel día de su nacimiento.
    De estos nombres tenían mil predicciones mágicas y de hechicería de lo que  le habría de acontecer al recién nacido en su vida, así en casamiento como en guerra. A los hijos de los señores principales débanle un tercer nombre de dignidad o de oficio; a algunos siendo muchachos, a otros ya jóvenes, a otros cuando hombres; o después de muerto el padre, heredaban el mayorazgo o la dignidad que el padre había tenido. En estas tierras de Anáhuac contaban los años de cuatro en cuatro, y este termino de años contaban de esta manera: Dibujaban cuatro  casilleros o casas con cuatro figuras; la primera la ponían al medio día que era un figura de conejo; la otra la ponían hacia oriente, y eran dos cañas, la tercera ponían al norte y eran tres pedernales o cuchillos de sacrificio; la cuarta casa ponían hacia occidente, y en ella la figura de cuatro casas. pues comenzando la cuenta del primer año y la primera casa, van contando por sus nombre y figuras hasta trece años, que acaban en la misma casa que comenzaron, que tiene la figura de un conejo.
    Después de tres vueltas, que son teres ciclos, la última tiene cinco años y las otras cuatro, que son trece, en periodos de quince años podríamos decir, y de esta manera hacían otros tres periodos de 15 años por la cuanta de las cuatro casas, de manera que venían a hacer cuatro periodos más de trece años, que viene a hacer cincuenta y dos años, comenzando siempre en la primera casa, celebrando el primer día y el último de aquellos periodos de cincuenta y dos años, y en el primer día comenzaba nuevo periodo y ciclo. El ´último día del último año, en la madrugada, en México Tenochtitlán, y todos sus alrededores, sus provincias sometidas, por mandamiento se apagaban todos los fuegos con agua, así de templos como de casa, incluso en los lugares donde había fuego perpetuo.
    Luego salían los sacerdotes de los templos de Tenochtitlán a un lugar que se decía Iztapalapa, y subían un cerro que estaba allí. sobre el cual estaba un templo de sus ídolos Huizilopostli, reverenciado mucho por el gran señor Moctezuma: Pues allí, los sacerdotes, al principio del año primero del siguiente ciclo de cincuenta y dos años, sacaban nuevo fuego de un palo sagrado llamado palo de fuego, y luego encendían antorchas, y con mucho fervor y prisa llevaban al templo principal de Tenochtitlán, y puesta la lumbre sacrificaban hasta cuatrocientos hombres, sacabanles el corazón y con la sangre rociaban el fuego a manera de bendición.
    Estaban allí ya sacerdotes que esperaban su turno, tomando el fuego con antorchas para llevarlo hasta los templos de su lugar de origen por todo el imperio, lo que hacían pidiendo licencia al gran Moctezuma. No importaba lo lejos que estuviera el lugar, se daban prisa en llevar   corriendo a muchas leguas con el fuego nuevo; así principiaba el día del nuevo año en todo el imperio, principalmente en la gran México Tenochtitlán." (Fray Toribio Motolina; Historia de los indios de la Nueva España.)

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