miércoles, 27 de diciembre de 2017

        Ley de seguridad interior, Fascismo.
                  (Por la gracia de Dios…)
Por Rodrigo Sànchez Sosa

"El Fascismo se extiende en muchos países industriales y post-coloniales, y existe en forma de nacionalismo extremo, neo-nazismo, o algún otro autoritarismo extremo. En casi todos los casos, los comunes y corrientes de los movimientos fascistas tienden a ser miembros desposeídos de un grupo privilegiado en la sociedad (p.ej. blancos pobres, clase media empobrecida como en México). En la Alemania anterior a la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de los alemanes de clase trabajadora estaban empobrecidos por la Depresión, en contraste con su auto-imagen de nación rica y poderosa. En la Alemania moderna, los partidos políticos neo-nazi obtienen la mayor parte de los votos, con frecuencia más del 10% del total, en estados donde el desempleo es mayor. En los EE.UU., los blancos pobres del sur que no disfrutan de la riqueza prometida a las personas blancas de la nación más rica en la tierra, con frecuencia se unen al Ku Klux Klan. En Ruanda, los Hutus, empobrecidos y en gran necesidad de tierra, expresaron su deseo de más riqueza y poder identificándose con la etnia mayoritaria, uniéndose a los partidos fascistas Hutu responsables del genocidio. Hubo un movimiento fascista similar entre los Hindúes en India, aseverando su poder como etnia mayoritaria. Así, el fascismo puede ser visto como una respuesta al desempoderamiento y a las promesas incumplidas de privilegio. El Fascismo puede también ser visto como un fenómeno de élite, un movimiento de caballeros. El partido Nazi Alemán incluía a muchos de los industrialistas más ricos, los fascistas españoles tras Franco eran una alianza de generales, la aristocracia terrateniente, y líderes de iglesia, mientras que Mussolini dijo que el fascismo debía ser llamado mejor "corporativismo" puesto que es la mezcla del poder del Estado y el poder corporativo. En los EE.UU., el KKK era originalmente un club de caballeros, y antes de la Segunda Guerra, los industrialistas más ricos (Hearst, Rockefeller, Ford, DuPont, Morgan) apoyaron a los fascistas en Europa. Actualmente en los EE.UU., muchos conservadores de élite apoyan al grupo anti-inmigración Minutemen y a otros grupos cripto-fascistas. El Fascismo está ligado especialmente a los sectores conservadores de la élite que temen que a las estrategias expansivas de la élite progresista les salga el tiro por la culata y desestabilicen todo el sistema. En estas manifestaciones, el fascismo es un modo en que la élite preserva la moral tradicional, fortalece la jerarquía social, y se defiende contra la actividad revolucionaria entre las clases inferiores.
…los fascistas son útiles instrumentos del Estado porque la élite y la burguesía puede usar una revuelta fascista para salvarse de una verdadera revolución de las clases bajas. Aunque el fascismo pueda derrocar a un gobierno en particular, el gobierno es solo una herramienta de la élite. En Italia, después que los terratenientes, los líderes de la iglesia, y los dueños de las fábricas vieron que les iba tan bien bajo Mussolini, la burguesía de todas partes comprendió que el fascismo les podía salvar de la revolución. Esto condujo a que la élite en España apoyara el golpe fascista de Franco, para salvarse del creciente movimiento anarquista durante el decenio de 1930 en la guerra civil española." (Los fascistas son instrumentos del Estado - Peter Gelderloos; adaptación)
El Fascismo en tiempos del postpriismo, de Calderón a Peña Nieto, se interpreta como una pérdida del empoderamiento de la clase media mexicana. La corrupción y su alianza con el crimen organizado permeó la clase media desde las elites cooperativas y burocráticas del país, de forma negativa. La conservadora y católica clase media mexicana vio como las oportunidades estaban condicionadas al pago de "moches" y "mordidas"; lavado de dinero y pago de derecho de piso al crimen organizado, de tal suerte que sus privilegios y promesas del nuevo orden económico surgido del salinato, nunca llegaron. Por el contrario, el régimen al que le apostaron dos veces - primero con la promesa de ser parte de primer mundo y luego con la desesperada vuelta a lo conocido, con aquello de "con el PRI estábamos mejor" - los empobrecía cada día más. Las reformas del ultimo gobierno del PRI encarecieron las gasolinas, devaluaron la moneda y subieron las tasas de interés. La pobreza, a costa de la clase media mexicana, creció hasta un 51% en el país en los últimos 20 años de neoliberalismo. El sistema era un fracaso, pero había que buscar chivos expiatorios: el fantasma del narco, "el peligro para México" AMLO, los indígenas zapatistas acusados de ser títeres de Carlos Salinas de Gortari, los maestros y estudiantes que se oponían a las reformas estructurales priistas, los sindicatos corruptos de las paraestatales privatizadas y los igual de corruptos políticos de izquierda opositores al régimen; esos eran los culpables de que el modelo económico y las reformas no funcionaran. Falso, aquello era un fraude que quedó expuesto mucho antes con el FOBAPROA. El discurso del chivo expiatorio funcionó en parte, entre los clasemedieros que aun no se sumaban a la línea de la pobreza que ya estaba por rebasar la mitad de los mexicanos. Había que tomar una medida más extrema. Ya México con el pretexto del narco estaba militarizado, pero tal medida contravenía a la constitución. Temiendo a la creciente ola de descontento, que se sumaba al movimiento en apoyo al principal opositor Andrés Manuel López Obrador, para el cual ya no funcionaba la estrategia de "peligro para México", hoy se busca cerrar la pinza del fascismo autoritario en México y crear una ley que justificara la militarización. Estos diversos chivos expiatorios ya señalados (llamados ya para el caso por la tendencia fascistoide "Chairos"), se engloban injustamente en el fenómeno angustiante de la extrema violencia que ocupa a todo el país y que se espera que con la constitucionalización de la militarización se exorcice. Así el descontento social, político, económico y estructural, si pasa la línea de lo que, a criterio de los militares por el formato de la ley, se considere violencia social, será reprimido, investigado y castigado por el ejército. El estatus de privilegios, impunidad y empoderamiento del cual algunas elites de la clase política, la clase media, los altos mandos militares y sobre todo el corporativismo mexicano que aun goza de ello, junto con sus empleados de primer nivel y clase media baja que ha entrado al juego de corrupción y crimen organizado, apoyan esta medida y al candidato del régimen, José Antonio Meade y/o Ricardo Anaya. Se trata de preservar un estado de cosas, su estatus, con la falsa esperanza de rescatar a la mayoría de la clase media mexicana engullida por la estadística de la pobreza en espera del milagro de las reformas del régimen, a costa de un fascismo autoritario y cada vez más evidente  que se seguirá alimentando de los pobres, su miseria y muerte. De este modo pretenden evitar una reforma radical en el país que movería toda la estructura económica y de poder, luego del evidente fracaso de la política social y económica en México.
Lo peligroso de la apuesta y por eso el ejército, es que se arriesgan a una guerra civil, con un país repleto de armas ilegales en manos de civiles, un floreciente crimen organizado, un 90% de impunidad frente a ley, una pobreza del 50% entre sus ciudadanos, un resentimiento social por el número de desaparecidos y ejecutados y una clase media baja en extinción. Exacerbar, como lo hace el fascismo, la división social, étnica y política en busca de preservar el estado de cosas que provocó todo esto, no puede ser justificado sino por la fuerza, el ejercito en las calles. El consecuente nacionalismo que se enarbolara necesariamente, puede incluso llevar a una balcanización de México, como antes lo he señalado. La ley de seguridad interna, no es otra cosa que un instrumento fascista, la militarización, como en la España de Franco, que intentará mantener un Estado de cosas y una unidad nacional que se resquebraja bajo el peso de un fraude que alguna vez pretendió trasformar y modernizar al país. 

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