EDITORIAL: Hubo una vez una corte……
Platón describía dos mundos: el sensible (el imperfecto, que es lo que percibimos) y el inteligible que es la verdadera realidad de las cosas.
Así sucedió en la impartición de justicia durante muchos años en nuestro país, una era la expresión casi perfecta de la justicia y otra era la realidad que se vivía. Estos señores a cuántos mal vivientes les permitían andar libres en la calle haciendo daños a selvas, ríos, ambientes y personas; por su estratosférica soberbia a cuántos los pusieron bajo tierra, en la cárcel o los obligaron a huir por causas justas; debido a las inacciones de la corte, llegando en algunos casos al asesinato de ambientalistas por defender selvas o ríos. ¿Y esos jueces a quién hacían responsable?
Administrativamente todos los organismos sociales ya sean gubernamentales o civiles tienen un fin, se hicieron o nacieron para una misión (al igual que el humano); la Suprema Corte de Justicia fue hecha para consolidación del Estado de derecho, la defensa de la Constitución y la protección de los derechos humanos. Para igualar las fuerzas entre el desprotegido y el potentado acorazado.
La Corte ha evolucionado conforme a los cambios políticos, sociales y legales que ha vivido el país. Pero siempre y de muchas maneras sus decisiones han estado del lado de los poderosos.
Ya en estos tiempos neoliberales y gracias al señor AMLO que nos quitó la venda de los ojos, nos dimos cuenta (como dicen en el norte) de qué lado masca la iguana, entendimos que era una corte donde no había justicia y se comportaba como cortesana.
Lo primero que hizo el pueblo con los políticos bribones, fue sacarlos a patadas de los pinos, del poder presidencial omnímodo, la segunda parte vino cuando los partidos empezaron a achicarse por su incongruencia de actuar contra sus principios.
Vino la defensa de la prensa nacional y las cadenas televisivas y radiofónicas; acto seguido los bandidos corrieron a esconderse detrás del INE (antes IFE); hubo marchas y protestas, los intelectuales orgánicos se desgastaron hasta los sesos para evitar que les derribaran esa barricada donde se pertrechaban. Pero los alcanzó el tsunami del pueblo, entonces cambiaron a esconderse detrás de los amparos de la Corte Suprema buscando el cobijo de la "libre" interpretación de las leyes, si, esos mismos que despreciaron atender las quejas de Tlatlaya, de los desaparecidos, de injuriados y lastimados de Texcoco,
los protectores de gobernadores ladrones, liberadores de narcotraficantes, encausadores de inocentes.
Cuánta historia manchada por la ambición de poder y dinero, vivir una absurdez de cortesanos, comidas opíparas, servicios como reyes, autos de lujo, gastos superfluos, pago de servidumbre, guaruras, etc. (Bueno hasta las amantes eran beneficiadas, pregunten al magistrado de Querétaro, quien tenía seis "esposas" trabajando en el poder judicial).
Para justificar su veleidosidad siempre argumentaron que sólo atendían juicios en función de la relevancia nacional, donde estuviese en juego los intereses de México. Pero entonces ¿por qué no atendieron la defensa del petróleo? dejaron de lado los robos de la presidencia de la república argumentando que debía ser sólo el Poder Judicial Electoral quién correspondía calificar, Pero en la defensa de la votación del pueblo para cambio de magistrados refutaron que lo hiciese dicho órgano (vaya incongruencia).
El gran dolor de los opositores al actual gobierno es el cierre de las llaves del dinero; la separación del poder respecto a los negocios; justicia retributiva (paga el que debe y el pobre recibe lo que necesita y que por tanto tiempo se le negó).
Así lo vaticinamos en este digno medio: se resisten a irse, pero se irán.
Moises Zepeda Gomez. / Para Horizontes