martes, 19 de noviembre de 2019

Especial para Horizontes...
Las políticas españolas de control social durante la colonia y los afrodescendientes en Sayula
Reportaje de Investigación de  Rodrigo Sánchez Sosa, Cronista de Sayula 

El Sayula del siglo XVII era reconocido por tener la mayor cantidad de población mulata en toda la región. Certificados de compra de la libertad en Sayula,  de esclavos africanos, en los registros del archivo histórico de Jalisco, son muchos. De ahí lo interesante de conocer esta información. Esto es muy importante para la construcción de nuestra identidad, la identificación de esta raíz africana. Qué hacían los esclavos liberados, cómo se integraban a una sociedad planificada sólo para españoles e indios y qué hicieron para llegar a tener un peso político y económico en Sayula a pesar de las restricciones severas de la ley española y el racismo, son cuestiones que se pueden deducir del siguiente texto; pero, sobre todo, saber que, en gran porcentaje de la gente originaria del municipio de Sayula, corre sangre africana, y los rasgos africanos que aun preserva la población son muestra inequívoca de esto. De alguna manera, también se explica el clasismo y racismo propio de nuestro Sayula y los prejuicios respecto del color de piel y los rasgos étnicos que pesan sobre el tejido social local, así como que en Sayula la pobreza, ignorancia, los vicios y la holgazanería se atribuyen a los de piel oscura y rasgos no europeos, tal como la servidumbre y las condiciones marginales:
 " En el periodo colonial temprano es posible observar una importante movilidad e interacción entre los diferentes grupos que componen la sociedad y una intensa actividad jurídica desplegada por la Corona española con el fin de controlarlos y hacerlos sujetos de tributo. Si bien es cierto el sistema corporativo colonial supuso la división de la sociedad en dos repúblicas, la indígena y la española, con el objetivo de controlar el poder y los mecanismos de acceso a él, importantes grupos de población como los mestizos, mulatos, negros y pardos libres quedaron al margen de estas estructuras básicas. Por ello, a lo largo del siglo se dictó una serie de normas y políticas, con un modelo corporativo casi siempre en mente, con el fin de regular la mano de obra, los impuestos y el espacio geográfico…  Ya desde el siglo anterior las autoridades habían manifestado una permanente preocupación por el crecimiento de la población africana y afromestiza libre en Hispanoamérica, más visible a medida que la población indígena decrecía. 
La manumisión (conceder la libertad a un esclavo) no fue extraña en la temprana historia de la población afroamericana, de hecho, fue una práctica ya común que se lograba a través de la compra de la libertad por parte del esclavo o de su padre, muchas veces español o mestizo, quien tenía prioridad a la hora de la venta. También se lograba por "la gracia" (otorgación) del amo como "retribución" por el trabajo, afecto o por vejez del trabajador que ya no cumplía con la misma eficiencia de antes. A mediados del siglo XVI una disposición relativa a los siervos de la Europa medieval, y que por confusión fue aplicada en algunos casos a los trabajadores en condición esclava, habría permitido que algunos hijos de esclavos, por el hecho de ser hijos de padres casados, fueran liberados.
     Pero al parecer sería la huida la estrategia que explicaría el elevado número de africanos y afromestizos libres. El imperio español no tenía la capacidad de controlar a toda la población que crecía y se multiplicaba en las Américas. Muchos huían de forma individual escondiéndose en las ciudades mas pobladas o en territorios alejados de los grandes centros de poder. Otros huían colectivamente y conformaron importantes grupos de cimarrones (esclavos fujitivos) cuyo éxito puso en jaque a muchas de las autoridades coloniales, quienes recurrieron a toda suerte de castigos para sancionar a todo aquel que diera abrigo a los huidos. Tanto españoles como negros e indios ocultaron a muchos de ellos en sus haciendas y pueblos. Las penas para los infractores fueron duras: la muerte, destierro, azotes, multas, perdida de bienes y cargos; para quien ayudara un esclavo a evadirse.
 El problema del control se hizo más complejo en la medida en que aumentaba la cantidad de mulatos y azambaigados (afromestizos), reportados por las autoridades a inicios del siglo XVII, y que revelan la existencia de un fuerte mestizaje heredado del siglo anterior. Muchas resoluciones se dictaron para impedir las uniones entre indígenas y españoles, entre africanos y españoles, pero tal vez fueron mayores las dictadas para impedir las uniones entre indígenas y africanos o afroamericanos… Entonces, se esgrimieron motivos morales para separar a los mestizos y afromestizos de los indígenas, pero en el fondo tenían temor de que estas relaciones condujeran a una alianza entre estos grupos que podrían acrecentar las ya innumerables revueltas y deserciones de esclavos negros y socavar las bases de la esclavitud y del control español de la mano de obra indígena. De tal suerte, tenemos una primera capa de población negra y mulata libre, producto de estas manumisiones tempranas, cimarronaje y mestizaje. Algunos de ellos con una posición social y un capital importante a mediados del siglo XVI; sólo como ejemplo, en Nueva España ya en 1569 habían pedido al virrey la autorización para la construcción de un hospital para la atención de los "muchos mulatos y negros, todo bajo su costo y supervisión", así como sacerdotes para la cristianización de su población ¿Pero qué forma de gobierno se le podría dar a este numeroso grupo de personas que se encontraba por fuera de las estructuras definidas por el sistema, sin tributar y sin una función social claramente establecida?
Todo indica que la primera decisión fue la de adscribirlos a un espacio físico. En 1609, el Consejo de Indias en Hispanoamérica redujo a los mulatos, azambaigados, negros libres y mestizos, con "amo conocido", en pueblos de españoles, para que pagasen su servicio personal como lo hacían los indígenas y si fuera posible fueran repartidos. La idea no era nueva, ya en 1587 y 1598 varias disposiciones advertían a la Corona la necesidad de que vivieran con los españoles, que fueran empadronados, y que se les cobrara tributo y trabajaran en las estancias y labranzas. Sin embargo, muchos se opusieron.
El problema de la residencia de los afromestizos se acrecentó en la medida en que tomaba fuerza la política de residencias separadas para indígenas y españoles, y las políticas contra el vagabundaje, que también afectaron a los españoles, pero sobre todo a los mestizos que junto con aquéllos vivían en los pueblos de indios. La legislación para proteger a los pueblos de indios fue abundante, y no nos interesa analizarla. No obstante, es interesante aquella que los relaciona con los mulatos y pardos (negros) libres. Al menos doce resoluciones se emitieron para cuestionar su convivencia en los pueblos de indios:  Las ´malas costumbres, y ociosidad, excesos y vicios que podrían estragar y pervertir´ a la población indígena, además de hurtos, borracheras, vagabundaje y malas ideas de aquellos fueron los argumentos esgrimidos para tal efecto. Pero también hubo otras razones. El temor de una posible alianza entre corsarios protestantes, negros cimarrones e indios, estuvo latente a lo largo del siglo: ´los elementos en cuestión andaban agitando a los indios, contándoles sobre el luteranismo y sobre la existencia de otro monarca más poderoso que el de Castilla y otras cosas a este tono, que les estaría mejor a los indios no saberlas, ni entenderlas por ahora´…
El crecimiento de la población libre de origen africano y también de otros grupos, producto del mestizaje en las colonias hispanoamericanas, fue uno de los asuntos que preocupó a las autoridades peninsulares y virreinales desde fechas tempranas, entre otras cosas, por la jerarquización social y económica que caracterizó la conformación de las sociedades virreinales, por los desórdenes sociales,46 que según los estratos en el poder podían adquirir estos grupos, por el acceso que algunos de ellos tuvieron para obtener ciertos privilegios económicos reservados, según el modelo, a otros grupos. La Corona española sabía que desde la península Ibérica no podía controlar ni territorial ni socialmente a todos los grupos e intereses, desde las ´castas´ hasta las nuevas elites, que se reestructuraban en ultramar. Por ello intentó, a través de una serie de leyes, ordenanzas y negociaciones con las autoridades virreinales, crear un modelo de sociedad que difícilmente se articuló con la realidad que se gestaba en las Américas, resultando muchas veces disfuncional, realidad donde al decir de Pilar Gonzalbo se estaba creando un ´orden desordenado´. Con el fin de regular el comportamiento de los negros, mulatos y partos, se dictaron distintas reglas, desde definir el lugar de residencia, el pago de tributos, la posesión de armas, la enseñanza de la doctrina, el derecho de reunión y, paradójicamente, la formación de milicias, hasta disposiciones específicas de comportamiento social como el que ninguna mujer negra o mulata, libre o esclava podía portar joyas de oro y plata, perlas ni vestidos o mantos de seda de Castilla, ni pasamanos de oro ni de plata, so pena de cien azotes. Sin embargo, en este primer análisis de la legislación del siglo XVII hemos podido comprobar que si bien muchas de las normas emanadas desde España tenían como propósito controlar el acceso al poder de los diferentes grupos que componían la sociedad colonial, fue justamente por esa disfuncionalidad que grupos como el estudiado lograron escalar dentro de la estructura social. Si bien de corte corporativo, la tributación, las áreas de residencia y las milicias les dieron un espacio en la estructura desde donde reivindicaron su carácter de individuos libres, ajenos a su principal referente, la esclavitud."   (Cáceres, Rina, "Políticas de control social para negros, mulatos y pardos libres durante el siglo XVII", en Dimensión Antropológica, vol. 14, septiembre-diciembre, 1998, pp. 37-53.)

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