martes, 25 de octubre de 2022

                        El día de muertos

Por Arturo Fernández Ramírez

En 2003 la UNESCO declaró a la festividad indígena dedicada a los muertos en México, como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad. Reconociéndose que más de 40 grupos indígenas, que superaban en ese entonces los seis millones de personas, sostenían rituales asociados con esta celebración. La realidad es que el Día de Muertos, desde hace siglos, se ha extendido a toda la población. La Iglesia Católica la contempla en su calendario litúrgico como una fiesta solemne. Es una herencia ancestral que sobrevivió la conquista Española y por ende, nos otorga identidad como mexicanos. Es un sincretismo resultado de largos procesos culturales en el que se refleja uno de los múltiples efectos del encuentro de dos mundos. Por eso vale la pena preservarlo y hacer que crezca inculcándolo en las nuevas generaciones. Desterrando costumbres extranjeras que nada tienen que ver con nosotros. 


    La muerte siempre ha sido un misterio y enigma que el ser humano ha pretendido conocer o descifrar. Cada cultura desarrolla una visión sobre la misma, lo que ha generado diferentes formas de pensamiento. Esta diversidad de visiones ha hecho que el Día de Muertos sea reconocido como una fiesta en la que no solo se comparte una antigua práctica ceremonial, sino que es en la que conviven la tradición católica y la precolombina. Así como manifestaciones que se sustentan en la pluralidad étnica y cultural de nuestro país. Todo lo cual dio como resultado, según se precisó con antelación, que en 2003 la UNESCO hiciera la declaratoria de Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad.

   Debemos sentirnos orgullosos de que el Día de Muertos forme parte de nuestras costumbres y tradiciones, porque representa la gran riqueza cultural de México. Lamentablemente, el desconocimiento de la historia hace que restemos valor a celebraciones que reafirman nuestra identidad. Y esta ignorancia provoca que promovamos festividades ajenas que nada tienen que ver con las raíces que nos dan sentido de pertenencia.

   Esperemos que las ya próximas fiestas en honor a quienes ya partieron de este mundo terrenal, sean celebradas no solo en las escuelas e instituciones públicas. También en los hogares, con los altares y demás rituales que forman parte del Día de Muertos. Pongamos nuestro granito de arena para no solo preservar esta gran representación cultural y religiosa, sino para que crezca y se fortalezca en las presentes y futuras generaciones.


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