Semanario Horizontes

México: un país acostumbrado al miedo.

Por Dámaris Villegas

Vivimos entre violencia, y ya no es una sorpresa. Los mexicanos ya nos acostumbramos a escuchar cuetes y creer que son balazos, o peor: escuchar balazos y pensar que son cuetes. Si una "pick up" conduce agresivamente en las calles, ya no sonamos el claxon, ni bajamos el vidrio para gritar maldiciones. Cuando contestamos el teléfono lo hacemos con reservas, cuidando no dar más información de la estrictamente necesaria. Existe un poder al parecer más fuerte que el de la justicia, con una capacidad enorme de paralizarnos: el miedo.
La Constitución Mexicana de 1917 nos garantiza, entre otras cosas, libertad. En el año del bicentenario bien convendría preguntarnos: ¿Seremos los mexicanos realmente libres? Una pregunta muy subjetiva. El ejercito en las calles, toques de queda, inseguridad, violencia. Somos libres porque libremente aceptamos este entorno, nos acostumbramos a él, y hasta hacemos "cultura" en relación a lo que nos provoca temor. ¿Qué otra opción queda? Se trata de una mera necesidad de supervivencia que patrocina nuestra capacidad de adaptación. Si lamentásemos de corazón cada asesinato que se anuncia en los noticieros no nos alcanzarían los lamentos. Si nos indignásemos y nos sorprendiésemos cada que sabemos de una mujer violada, maltratada, abusada, no seríamos capaces de salir a la calle. Si tuviéramos una idea del infierno que diariamente viven los niños explotados, no podríamos dormir, solo pensar en tanto dolor y sufrimiento inmerecidos.
  Si dejáramos de ver a las víctimas de este país como un número, como una nota roja, como el simple y ajeno resultado de una circunstancia, nos moriríamos de vergüenza. Porque la desgracia siendo ajena es fácil de aceptar y difícil de atender; mas si por un momento nos pusiéramos en el lugar de alguna de esas personas que nos importan tan poco y que a veces hasta consideramos merecedoras de tal o cual castigo -no estipulado en la ley- quizás seríamos un poco más humanos, más conscientes, menos indiferentes.
Preferimos sentirnos inmunes y ajenos al sufrimiento porque el que se vive aquí, es demasiado. Nos asusta tan solo imaginarlo.
  A los mexicanos nos gobierna el miedo y no nos interesa hacer ningún tipo de rebelión en su contra. Nos contentamos con vivir más o menos tranquilos, tomando precauciones que en otro tiempo habrían sido consideradas como exageración y paranoia. Juzgamos al gobierno de insensible, de ineficiente, de injusto. Y como sociedad ¿qué hacemos? Ni siquiera somos capaces de exigir, de proponer, de hacer algo -desde nuestras nimias realidades - para cambiar este país y reparar tanto daño. Nos da miedo.

N. de la R. : Dámaris Villegas Murrieta es estudiante universitaria y nos mandó esta colaboración para los lectores de Horizontes.