lunes, 29 de mayo de 2017

LA POLITICA DESDE GAYOLA

Por Rodrigo Sànchez Sosa

Las entregas pasadas de esta columna, se ha querido poner al lector en contexto de la realidad en que está inmerso nuestro municipio con respecto a un sistema global depredador. Para lo cual hemos citado aquí importantes trabajos de investigadores y pensadores contemporáneos como el filósofo esloveno  Slavoj Zizek, al psicoanalista francés Jack Lacan, al filósofo, también francés, Michel Foucault;  al filósofo latinoamericano Enrique Dussel  y al brillante sociólogo Polaco, recientemente fallecido, Zygmunt Bauman entre otros. Lecturas díficiles para el convencionalismo de una columna de opinión, pero imprescindibles para un texto de difusión del pensamiento o análisis profundo de la realidad contemporánea,
Y es que, mire usted, amigo lector; nos enfrentamos a momentos muy difíciles en la historia de la humanidad, en los que nuestra civilización se debate entre una utopía hiper tecnológica y el más crudo barbarismo. Veamos nuestro propio ejemplo: Sayula trasformada en un bastión de producción agroindustrial con grandes volúmenes de exportación que representan cientos de millones de dólares y avanzadas técnicas de producción y vanguardia biotecnológica; es, por otro lado, un municipio que apenas ha elevada su nivel de vida para la mayoría de su población en los últimos cuarenta años: el salario promedio en Sayula es de 700 pesos semanales, unos 35 dólares. Aquí la gente tiene que arreglárselas para vivir con cinco dólares diarios. El doble de este salario, 1400 pesos mensuales, lo ganan menos personas, pero sería el tope de las mayorías, y sólo aquellos trabajadores calificados, maestros albañiles, por ejemplo, pueden ganar hasta 1800 pesos semanales. Estamos apenas por arriba de la media mundial de los países más pobres en el mundo, que es de 3.5 dólares diarios (que una vez agotados nuestros recursos naturales como municipio por las agro empresas, quizás caigamos por debajo de la media mundial). Un profesionista aspira a ganar en nuestro entorno apenas 3 mil pesos semanales, unos 150 dólares, cuando el salario mínimo para cualquier trabajador en Estados Unidos es de alrededor de 900 dólares semanales; si nos fijamos el salario mínimo profesional en Sayula es apenas 1200 pesos, 110 dólares más de los casi 200 dólares que gana un maestro albañil en Sayula, el aviso es claro, estudiar apenas te saca de la pobreza, sin rescatarte de ella, es decir, en nuestro país y por ello en Sayula, hay un desprecio por el conocimiento y la ciencia que representa un profesional preparado; bueno, esto dejando de lado la pésima preparación en las universidades públicas por causa de la corrupción y las mafias que secuestran ese sector de la educación. ¡Hay cada egresado!…
En fin. Entonces, uno se pregunta ¿Quién en este entorno, donde según lo que comentamos de los niveles de exportación agroindustrial en el municipio, tiene las mejores oportunidades, los mejores sueldos? Aquí está el barbarismo: Indudablemente los ejecutivos de las empresas agrícolas; es difícil de estimar, pero, es posible que la gente que menos gana en estos reducidos círculos de las agro empresas gane unos 50 o 60 mil pesos mensuales, es decir un salario mínimo de primer mundo. Los que más ganan en este ambiente, ya deben cotizar en dólares y le aseguro que ganan mucho más de lo que un trabajador gringo de clase media. Luego seguirían sus pares, aquellos involucrados con la parte oscura de la economía, los que regentean las actividades del crimen organizado, que deben de andar por el mismo tenor que los anteriores, los que menos y más ganan de ese sector, Luego le siguen, increíble pero así es, la clase magisterial, dirigentes y altos funcionarios del sindicato y las direcciones federales y estatales, aquellos que regentean una, dos, tres y hasta cuatro plazas o se jubilaron con un número igual de estas; más si es una pareja bien acomodada en la SEP y el SNTE, en cuyo caso las posibilidades de remuneración de duplican, y como el asunto es familiar y heredable, pues imagínese. Luego los siguen los dueños de capital y medios de producción, ya dependiendo de los conectes la habilidad, astucia y las oportunidades para hacer negocios, su capacidad de remuneración, que se potencia por las formas inescrupulosas tradicionales del sector local de los emprendedores, y por su puesto de su ética y educación que no necesariamente se implica con las primeras. Luego siguen los políticos, cuyos salarios son públicos y van de los 10 mil pesos hasta los 23 mil pesos mensuales, pero que como sabemos su postura los pone en una situación privilegiada para ganar mucho más que eso, dependiendo de su habilidad, astucia, conectes y su conciencia. Finalmente está el clero, del cual, sería difícil determinar el monto de sus ingresos, pero definitivamente su voto de pobreza (literal o pretendido) rebasa por mucho los 5 dólares diarios del pobre trabajador en Sayula.
Si vemos, no nos diferenciamos de la mayoría de países pobres en el mundo, que según estadísticas son el 80% de total, ni de cualquier ciudad pequeña en ellos, ni de cualquier región agrícola que produce a escala industrial para exportación. Reproducimos el sistema global económico, político y social impuesto por el neoliberalismo para los países pobres del planeta, y nos comportamos, los sayulenses, dependiendo la escala social en la que nos movamos, de la misma forma que cualquier otro individuo en el orbe, esa es la globalización, y esa es la barbarie: la imposición de una identidad por medio del control de la economía a cargo de organismo financieros internacionales a los que les importa un carajo Sayula, usted y yo.
¿Cuáles son las implicaciones de esto? como leyó usted en entregas pasadas, si me dispensó su paciencia a los textos que aquí reproduje, esto ha traído a Sayula, más ignorancia (porque esta, ya no se limita a las persona sin preparación escolar), niveles de consumo de drogas licitas e ilícitas altos y en aumento entre los sectores más jóvenes; incremento en los índices de violencia, criminalidad y angustia social; el disparo estadístico de enfermedades terminales y crónicas, como el cáncer, la diabetes, la hipertensión y las cardiovasculares (resultado de malos hábitos y el deterioro del medio ambiente por razón de la forma de producción), además de las patologías mentales por el uso de drogas o el deterioro de la estabilidad socioeconómica que se refleja en la estabilidad emocional .
Podríamos atribuirle todo esto a la pérdida de valores morales o religiosos, a nuestro creciente materialismo y ambición desmedida, en suma, a nuestra perdida de humanidad. Sin embargo, la razón es más mundana que esto: existe un plan, una estrategia pensada y planeada con dolo, para que apenas un pequeño porcentaje de los habitantes de este planeta controlen al resto de la humanidad para su provecho egoísta. No se puede decir que nosotros como víctimas, más del 92% de los habitantes del mundo, no participemos de nuestra propia desgracia, ya que sería absurdo, la realidad que presenciamos nos desmentiría tajantemente. Nosotros mismos conspiramos contra nuestra integridad emocional, física y social ¿Cómo es esto? Bueno, el sistema que vivimos y que fue planificado desde 1945 luego del término de la segunda guerra mundial, ha potenciado lo peor de la condición humana, el egoísmo, y basándolo en  una ideología del siglo XVII, principio del  liberalismo burgués de aquella época, el individualismo, lo lleva al extremo limitando considerablemente la interacción del individuo con su comunidad, es decir cada vez el nosotros significó menos, las comunidades pasaron a ser reflejo del individuo y no el individuo de la sociedad que lo originó, En palabras más sencillas, nos quitaron nuestra identidad local, regional y nacional a cambio de una falsa y absurda identidad global basada en el consumismo, el individualismo y el egoísmo; los valores que hoy se aprecian son producto de intereses económicos de elites de poder y no producto de la experiencia colectiva de un entorno social inmediato que reproduce una identidad común producto colectivo de una localidad determinada.
Ejemplifiquemos: Las comunidades que más han resistido un fenómeno que parece casi universal en la sociedad global de consumo y mercado, son las de los pueblos originales, los indígenas, su fuerte identidad cultural, se opone a la imposición de los valores malvados de la globalización. En el caso de las drogas, por ejemplo, las comunidades indígenas aisladas o los pueblos con una fuerte identidad ancestral, no sólo presentan los índices más bajos de adicción a las drogas modernas, sino que han logrado como es el caso de pueblos y regiones enteras de Michoacán, Chiapas y Oaxaca, desterrar el crimen organizado y hasta la corrupción política (una prueba más de que esto es lo mismo), de sus pueblos y comunidades, basándose en el fuerte sentido de identidad. Ahí está el caso de Cheerán en Michoacán o los Altos de Chipas, regiones indígenas de identidad a toda prueba. Mientras tanto, en el resto del país, las grandes ciudades modernas de México como Tamaulipas, Cd Juárez, Guadalajara, Acapulco, Culiacán, ciudad de México o Tijuana; donde ya sea por su posición fronteriza o su cosmopolitismo, la identidad se pierde en un eclecticismo, estás están en manos del crimen organizado a pesar de la policía y el ejercito que las resguardan. En ellas, la violencia alcanza niveles de barbarismo salvaje. Una paradoja si se quiere, pero perfectamente explicable.
En Sayula la pérdida de identidad comenzó hace cuarenta años, cuando inició en occidente el plan  de transformar el orden mundial desde un nuevo paradigma: dar una nueva identidad controlada al mundo e imponerla por medio de la economía dominante, el capitalismo. En Sayula por allá en los setenta, nos llega la primera oleada de imposición de los valores culturales del capitalismo neoliberal de  occidente. En una sociedad traumatizada por un racismo y clasismo reducto del autoritarismo colonial, fue fácil introducir valores que despreciaban el antiguo orden jerárquico de caciques y peones, que, como única herencia de los últimos 400 años, había preservado una clase social dominante a la cual también terminó por aplastar casi en su totalidad el nuevo orden económico global.
Hace 30 años en Sayula hubiera sido imposible pensar que el agua para beber se vendiera en garrafones de plástico por la calle y esto fuera negocio, menos que en cada equina se vendieran drogas duras a niños en un total contexto de impunidad. Pero en una sociedad donde todo cambian tan rápido que parecería que el tiempo dura ahora menos que hace 30 o 40 años, apenas fueron uno años entre la primera tienda departamental y la segunda, y meses para que se estableciera la tercera. De siembras de temporal, pasamos a las agroindustrias de tecnología de punta y biotecnología en un cerrar y abrir de ojos, pasando al igual de un paternalismo de clase acostumbrado a explotar a la peonada pobre a una comunidad de 35 mil habitantes con problemas de una urbe como Guadalajara o Culiacán en el ámbito de la criminalidad; desapariciones, asesinatos y venta indiscriminada de psicotrópicos de diseño. Totalmente absurdo
La identidad, se perdió, ya de por si era manipulada, esa identidad, por la rancia clase alta sayulense que hoy parecen perdidos cuando se ven por las calles tratando de exhibir sus viejas glorias u ostentando sus lujos de forma ridícula (BMW convertibles, por ejemplo, para dar la vuelta al jardín principal de Sayula) los que pudieron con fortuna y como curiosidad típica adaptarse a los nuevos tiempos y permanecer entre la nueva elite. Los jóvenes sayulenses hoy, tienen una identidad impuesta por un sistema de dominio global, una identidad de utilería apenas referida a su historia, la cual ignoran deliberadamente por no ser de ningún valor en el principio egoísta del individualismo que ve como normal la miseria, la corrupción, el crimen organizado y la violencia. Al carecer de identidad somos lo que hoy somos, un reflejo de la miseria humana impuesta por el poder global. Los rancios valores sayulenses patalean haciendo berrinches desde su ridiculez ostentosa o su decadencia miserable, pero definitivamente no son solución (normar la defecación en vía pública de mascotas, no soluciona nada trascedente para el municipio; lo mismo podemos decir de esgrimir el respetable éxito personal como ejemplo para todos en Sayula), y la búsqueda de una verdadera identidad colectiva como algo imperativo, aún es un sueño de unos pocos sayulenses:  la cultura.


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