miércoles, 20 de marzo de 2019

               Política y legitimidad.
Por Rodrigo Sànchez Sosa
Las formas en que en nuestro entorno se ha legitimado el poder, son variadas, desde quienes lo hace de acuerdo su rendimiento hasta aquellos que aprovechan su imagen y popularidad. Dependiendo del contexto histórico en el que se accede al poder en Sayula, tenemos un líder distinto. Sayula es famosa  en la política por haber sido gobernada por la mayoría de partidos políticos y los personajes mas disímbolos y contrastantes desde José María García "El Pepino" hasta Daniel Carrión, pasando por el polémico Rivas Peña y sin olvidar a personajes de antaño como Jorge Ventura, Gerardo Villalobos Arroyo y  Marcelino Torres Carrillo "El Rubio" ¿Qué hacía o hace posible la obtención y la detentación del poder de estos personajes cuyas personalidades difieren de forma tan extrema. Bueno, en la política existen formas, herramientas que lo permiten:
"¿De dónde extrae el poder los resortes que hacen aceptables sus propuestas y sus decisiones? ¿Dónde adquiere su legitimidad? Se admite que sus decisiones serán percibidas como legítimas en tanto en cuanto se ajusten a los valores y a las creencias que dominan en una sociedad. Si concuerda con lo que aquella sociedad considera conveniente o digno de aprecio, una decisión o una propuesta adquieren mayor legitimidad y cuentan con más probabilidades de ser aceptadas. En cambio, cuanto más lejos están de las ideas y valores dominantes, sólo la aplicación de una mayor dosis de coacción podrá hacerlas efectivas. Así, por ejemplo, las políticas segregacionistas que establecen una discriminación entre grupos étnicos han contado con legitimidad suficiente -y, por tanto, han sido relativamente fáciles de ejecutar- en épocas y sociedades en que la ideología dominante ha admitido que hay superioridad de una raza o grupo étnico sobre otras. En cambio, han tenido mayores dificultades de aplicación a medida que se debilitaban tales ideas de superioridad racial: ello ha obligado a recurrir a más coacción y más violencia, porque aumentaban los sujetos y grupos que rechazaban la justificación ideológica de las políticas segregacionistas. La noción de legitimidad, por tanto, vincula el poder con el mundo de las ideas y de los valores. Es en este mundo donde se encuentran las raíces de la legitimidad de un sistema político determinado y de cada una de las demandas y propuestas que propugnan los diferentes actores. Esta relación no será siempre la misma y variará según épocas y sociedades. Max Weber elaboró una tipología que intentaba sintetizar en un esquema ideal los diferentes modos de legitimidad del poder político.
Una adaptación libre de la propuesta de Weber nos permite distinguir tres fuentes de legitimidad del poder: la tradición, la racionalidad y el carisma, a las que puede añadirse también el rendimiento.
o La tradición. Lo que justifica las propuestas del poder es su adaptación a los usos y costumbres del pasado. El precedente -"siempre se ha hecho así", "así lo hicieron ya nuestros antepasados"- se convierte en el argumento decisivo para obtener la aceptación de una decisión o de una propuesta. La interpretación de esta legitimidad tradicional -que está en la raíz de las políticas conservadoras- corresponde a los ancianos, los nobles o las castas dominantes.
o La racionalidad. El fundamento de una orden o de una demanda es aquí la adecuación entre los fines que pretende y los medios que propone: "Hay que adoptar tal decisión, porque es la que conduce razonablemente al objetivo elegido." Esta congruencia entre medios y fines suele establecerse en una regla estable. Cuando esta regla toma la forma de una norma escrita -la ley o la constitución como ley suprema-, dicha norma se convierte en el fundamento exclusivo del poder. El que puede exhibir una razón legal de su poder es quien cuenta con la legitimidad: por ejemplo, quien ha sido designado gobernante con arreglo a normas electorales admitidas o quien ha sido reclutado como funcionario según los procedimientos legales vigentes.
o El carisma. También puede conferir legitimidad a una propuesta o a una decisión una cualidad extraordinaria o excepcional de quien la formula o la adopta. Él carisma -es decir, la gracia o el don personal- que acompaña a un personaje puede producir tal admiración y confianza que sus opiniones y mandatos son acatados sin necesidad de recurrir -como en los modelos anteriores- a un precedente tradicional o a un razonamiento legal. Se atribuye esta legitimidad carismática a los líderes con dotes de seducción capaces de impulsar una convincente visión de lo que ha de ser el futuro colectivo.
o El rendimiento. Finalmente, el poder puede fundar su legitimidad en el resultado He sus propias actuaciones. Si este resultado es percibido como satisfactorio y se ajusta a las expectativas generales, su legitimidad queda reforzada y los mensajes y órdenes que emite son bien recibidos. En cambio, su ineficiencia o su bajo rendimiento le hacen perder credibilidad. Es, pues, el éxito o el fracaso el que refuerza o erosiona, respectivamente, la aptitud para obtener el asentimiento o los mandatos y propuestas del  poder.
Con todo y pese a las distinciones anteriores, la realidad nos revela que el poder intenta siempre obtener su legitimidad de todas las fuentes posibles. En los sistemas políticos actuales, tradición, legalidad, carisma y rendimiento son invocados -según el momento y la situación- para reforzar las correspondientes capacidades políticas. Incluso sistemas tradicionales de carácter autoritario -como las monarquías árabes contemporáneas- no dejan de tener en cuenta el rendimiento de sus decisiones en materia de desarrollo económico y bienestar social. Por su parte, las democracias occidentales -basadas principalmente en la legalidad racional- han contado con liderazgos carismáticos, que les han permitido superar períodos de crisis." Josep, M Vallés. https://semanariohorizontes.com

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