domingo, 5 de enero de 2020

Especial para Horizontes...
Identidad colectiva e integración social desde el
Sayula histórico
Reportaje de Investigación de  Rodrigo Sánchez Sosa, Cronista de Sayula 

Las tradiciones de nuestro pueblo y los intentos de rescate de nuestra menoría histórica que se limitan al mero formalismo y cumplimiento de compromisos detrás de los cuales hay sólo intereses particulares relacionados con la política, la economía y las instituciones civiles o religiosas, permiten al investigador histórico tomarle el pulso a la menoría viva de la identidad local. Las tradicionales fiestas guadalupanas del 12 de diciembre en Sayula, en particular la peregrinación del todo el pueblo al recinto guadalupano del poniente de la cabecera municipal, nos da las primeras pistas: una corte de honor diferenciada de la manifestación popular de devoción expresada por las clases populares en danzas indígenas y muestras humildes de fe. Luego nos encontramos con la reciente celebración de la fundación de Sayula, que en 2016 congregó al congreso del Estado en sesión solemne en el jardín principal de Sayula, este año se aprovecha la edición de autor de un libro de anécdotas del Lic Emerio Cueto Núñez para celebrar solemnemente este aniversario en el patio de la presidencia municipal. Por otro lado, un evento en el parque cerrito de santa Inés hizo lo propio al margen de lo anterior con un video documental sobre el Sayula prehispánico. El contraste fue obvio, el interés por uno y otro evento fue un parámetro de la diferenciación en Sayula que implicó lo étnico, social y cultural. Mientras un evento, el primero, se llevaba a cabo con toda la parafernalia oficial .- y una solemnidad cuasi religiosa -como debe ser; el segundo, realizado al pie de una construcción indígena de más de mil años de edad, se centro en el rescate de una identidad marginada y se sujetó al protocolo académico, más allá de la anécdota, en la investigación. Aún así este último pasó desapercibido por la mayoría de los actores sociales, políticos, económicos y del ámbito educativo del municipio, incluso de la última organización indígena que sobrevive en Sayula, la de la Fiesta de los Naturales, todo ellos formalmente invitados al acto. Este contraste en la unidad de la identidad local que vivimos en Sayula, parte de los diferendos ya mencionados, experimentado como normalidad, es motivo de estudio para los especialistas e investigadores:
"En el caso del sur de Jalisco, para entender cómo funciona una potencial identidad regional es bueno partir de las principales manifestaciones identitarias en la región de Los Altos (en el mismo estado de Jalisco), con objeto de poder contrastarlas con esta región. A pesar de que los habitantes de distintos pueblos de Los Altos suelen tener conflictos, cuando se trata de defender la región ante cualquier agente externo, todos se identifican con una causa común. Por eso el habitante de Los Altos no duda en reconocerse como alteño antes que como jalisciense o mexicano. Incluso, se identifica primero como alteño y después como habitante del pueblo en el que vive. A grandes rasgos, la fuerte identidad colectiva que existe en Los Altos tiene las siguientes causas: a) Son pueblos donde no había una gran cultura indígena, de manera que la colonización propició que la cultura hispánica pudiera imponerse como hegemónica sin haber un gran mestizaje cultural. b) Como resultado de lo anterior, y por sus características agroecológicas, esa región fue formada principalmente por rancheros ; es decir, como "aquellos pobladores libres de las tierras flacas del Occidente de México, cómodos al residir junto a sus propiedades, portadores de una cultura e identidad más española y criolla que indígena y que viven en una economía agroganadera basada en la explotación privada de la tierra". c) Al constituirse la región como una sociedad mayoritariamente criolla y ranchera y con patrones étnicos y culturales poco diferenciados, existió una escasa división del trabajo y diferenciación social que los ha hecho construir una identidad muy bien perfilada. d) Pero, además, tal identidad se ve fortalecida por tratarse de una región geográficamente poco accidentada, donde los habitantes de los distintos pueblos mantienen constante comunicación entre sí. e) Lo anterior hace que en Los Altos "exista una identidad que unifica a todos sus habitantes y los hace portadores orgullosos de su origen regional, a pesar de la intromisión de patrones culturales ajenos"
¿Qué sucede en el sur de Jalisco?, ¿cuáles son las diferencias que permiten argumentar que mientras en Los Altos se puede hablar de una fuerte identidad regional, en el sur del estado no sucede tal cosa? Para responder a estas preguntas, confrontemos cada uno de los aspectos anteriores. Para ello acudiré a información empírica reportada por otros autores en distintos documentos, así como a información del trabajo de campo que realicé entre junio de 2003 y julio de 2004 en el municipio de Sayula, dentro del proyecto de investigación denominado "Empresas hortícolas y desarrollo socioeconómico regional (el caso de Sayula, Jalisco)". En ese trabajo apliqué diversas entrevistas semiestructuradas a distintos actores de la sociedad sayulense, en particular a personas relacionadas directa o indirectamente con la producción de hortalizas, algunos de cuyos comentarios son pertinentes para el tema que trato.
A diferencia de Los Altos, la colonización en el sur se dio ante importantes grupos indígenas allí asentados. Aunque la conquista en general fue pacífica -como lo señalan Federico Munguía, Juan José González  y Juan Vizcaíno , para el caso de los pueblos del valle de Sayula y Zapotlán, o Jesús Torres y Salvador Yánez  para la Sierra del Tigre-, el proceso de colonización en ocasiones trajo enfrentamientos entre los descendientes de los españoles y los indígenas. Esos enfrentamientos eran principalmente por la propiedad de las tierras, pero también por choques culturales, mismos que no se resolvieron hasta muy entrado el siglo XX, y en algunos casos todavía perduran. Algunos pasajes del libro La feria, escrito en 1963 por Juan José Arreola, originario de Zapotlán El Grande y uno de los más ilustres literatos de la región, dejan ver esa relación conflictiva:
´A mí que no me vengan con cosas, los indios han sido siempre enemigos del progreso en este pueblo. ¿Sabe usted lo que escribieron al rey de España en 1633, cuando se dispuso aquí la construcción de un ingenio azucarero? 'Somos pobres indios menores. Por amor de Dios hacemos suplicación del decreto; no queremos que haya cañaverales en nuestra tierra...' Y nos quedamos reducidos al puro cultivo del maíz por culpa de estos llorones´( La Feria, Arreola).
En el fondo de estas expresiones subsiste una elevada discriminación étnica, donde los españoles y sus descendientes criollos y mestizos se autodefinían como gente de razón en contraposición a los naturales; es decir, los indios originarios de esas tierras. En cuanto a los problemas de tierras, Guillermo de la  Peña señala cómo desde finales del siglo XVIII y durante el XIX, los indígenas de Zapotlán el Grande (como los de muchas partes del sur de Jalisco y del país) fueron prácticamente despojados de sus tierras por parte de los grupos de la burguesía local, que al mismo tiempo ocupaban los principales cargos en el gobierno municipal. Así, al amparo de las leyes de desamortización liberal que disolvieron las corporaciones y convirtieron a los indígenas en propietarios, en combinación con una ley estatal de 1894 que facultaba a las autoridades municipales a realizar el reparto de los antiguos ejidos, y la práctica de los comerciantes adinerados de la época de prestar dinero a los indígenas, reteniéndoles en prenda los títulos de tierra, los que se adjudicaban si la deuda no era saldada a tiempo, prácticamente se arrebató a los indígenas su tierra, a tal grado que ni siquiera pudieron conservar la integridad de sus barrios y fueron empujados hacia la periferia de los pueblos. A pesar de lo anterior, la lucha por recuperar la tierra no se perdió entre los descendientes de los indígenas durante el siglo XX. Así, una vez más en el libro La feria, los terratenientes reconocen tal situación:
´Que no le quepa a usted la menor duda, todo lo suyo y lo mío, lo que todos los agricultores de Zapotlán hemos comprado con tantos sacrificios, hasta el último terrón, les pertenece a esta bola de cabrones (indios)... Todo el valle de Zapotlán es de ellos, según les están metiendo en la cabeza los historiadores y tinterillos que azuzan contra nosotros. Cincuenta y cuatro mil hectáreas de sembradura, sin contar las tierras de la Comunidad Agraria porque eso sí, ellos no van a meterse con el Gobierno" (Ídem)
Otro caso del choque étnico en esa región, que después se recrudeció por cuestiones de diferenciación socioeconómica, sucede en el municipio de Sayula, población que en la época prehispánica fue cabecera de un importante pueblo, Tlatoanzago Tzaulteco. Sin embargo, después de la conquista, y debido a sus excelentes condiciones ecológicas, esa localidad se convirtió en el principal asentamiento de los españoles en todo el sur de Jalisco, conformándose la provincia de Ávalos. Resultado de ambos fenómenos, Sayula presentó un mosaico de culturas hispánicas e indígenas que aún hoy no terminan por asimilarse. Mientras que la cabecera municipal se identifica con su pasado colonial, subsisten también, sobre todo en la zona de Usmajac, importantes manifestaciones culturales indígenas, pues las tierras al norte de ese pueblo -donde se construyó la hacienda de Amatitlán- eran propiedad de indígenas. Este contraste entre culturas se manifiesta en las diferencias entre la cabecera municipal de Sayula y Usmajac: mientras la primera tiene un mayor ingreso económico, es una localidad más diversificada -sobre todo por la presencia del comercio-, y vive allí la gente con mayores recursos económicos, Usmajac es una población semirural que continúa viviendo casi exclusivamente de la agricultura. Tal situación heterogénea entre ambas poblaciones -que tiene su origen no sólo en su pasado étnico, sino también en la dinámica económica de ello derivada- provocó que paulatinamente fueran creciendo los enfrentamientos entre sayulenses y usmajaquenses, donde los segundos se sienten tradicionalmente relegados de las mejores oportunidades económicas, pues, dicen, la cabecera municipal acapara la mayor parte de los recursos que el municipio genera por estar allí la sede del poder municipal. Lo anterior se agrava por el hecho de que una de las principales actividades económicas del municipio todavía es la agricultura, siendo que las tierras más aptas para los cultivos comerciales hoy más importantes -como el brócoli o la frambuesa- se concentran en el lado de Usmajac. Ante ello, los habitantes de esa población dicen que el corazón del valle se localiza en torno a Usmajac (Gómez, 2004), pero que todo lo que se resuelve en materia de agricultura es en beneficio de los productores hortícolas que viven en Sayula. Existe por tanto, un sentimiento de trato injusto entre los habitantes de Usmajac, lo cual hace que no se sientan parte del municipio de Sayula...En cuanto al ámbito de las representaciones culturales, si bien en algunos casos los choques étnicos se fueron transformando en la interrelación y complementariedad de ambas culturas, en otros no han terminado de consolidarse en una cultura más o menos homogénea…Por ejemplo, en el caso de Sayula, su diversidad étnica, cuyos resquicios todavía siguen presentes, se manifiesta en las celebraciones: mientras el carnaval (de renombre en Jalisco) es de origen criollo, la Fiesta de los Naturales sigue siendo una celebración cuasi indígena que se mantiene principalmente en los barrios pobres de Sayula, al identificarse estos como los herederos de las tribus otomíes, en contraste con las clases medias y altas (denominados "curros"), que destacan por su pasado español." (Alejandro Macías, La identidad colectiva en el sur de Jalisco)

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