lunes, 18 de mayo de 2020

Especial para Horizontes...
Crónica de la toma militar  de la gran
Tenochtitlán en el año de 1521
Reportaje de Investigación de  Rodrigo Sánchez Sosa, Cronista de Sayula 

Los testimonios indígenas conservan la descripción de numerosas escenas de vivo realismo acerca de lo que ocurrió en México-Tenochtitlan en 1521, durante el largo sitio impuesto por los conquistadores. Los textos de  informantes de Fray Bernardino de Sahagún que aquí se transcriben se refieren a los combates que a cada momento tenían lugar en los alrededores y aun en el interior mismo de la ciudad. En una de las primeras embestidas de los conquistadores, los mexicas hicieron prisioneros a quince españoles, que fueron sacrificados luego, a la vista de sus compatriotas, que miraban desde los bergantines (barcazas que usaban los españoles para cruzar el Lago deTexcoco hacia la ciudad para acedarla) cómo les daban muerte. Trata asimismo el texto acerca de la trágica situación de los sitiados, del modo como penetraron los españoles al mercado de Tlatelolco, del incendio del templo y de la forma como rechazaban los mexicas con valentía increíble a quienes trataban de adueñarse de su ciudad. Al final del sitio, se recuerda el último esfuerzo hecho para salvar a la ciudad. Cuauhtémoc, que había sucedido en el mando Supremo de los mexicas a Cuitláhuac, muerto a consecuencia de la epidemia, determinó entonces revestir a un capitán de nombre Opochtzin con las insignias del rey Ahuízotl. Esos atavíos que convertían a aquel hombre en Tecolote de Quetzal, le daban asimismo fuerza invencible. Se decía que en esas insignias estaba colocada la voluntad de Huitzilopochtli. Se creía que lanzando el dardo del dios, "la serpiente de fuego", si lograba ésta alcanzar a uno o dos de los enemigos, era posible aún la victoria. El documento indígena refiere que los españoles mostraron espanto al contemplar la figura del Tecolote de Quetzal. Así acabó la batalla, hubo un momento de calma que presagiaba el desenlace fatal. Apareció por ese tiempo una como gran llama que parecía venir del Sol. Era como un remolino que hacía espirales: era el último presagio de la ruina final de MéxicoTenochtitlan.
 Comienza luego el estruendo, empiezan a tañerse flautas. Golpean y blanden los escudos, los que están para afrontar la guerra. Persiguen a los españoles, los acosan, los atemorizan: luego atraparon a quince españoles. Los llevaron y sus barcas retrocedieron y fueron a colocarlas en medio de la laguna .Y cuando completaron dieciocho cautivos, tenían que ser sacrificados allá en Tlacochcalco (Casa del Arsenal) . Al momento los despojan, les quitan sus armaduras, sus cotas de algodón y todo cuanto tenían puesto. Del todo los dejaron desnudos. Luego así ya convertidos en víctimas, los sacrifican. Y sus congéneres estaban mirando, desde mitad del lago, en qué forma les daban muerte. En otro frente, introdujeron dos bergantines en Xocotitlan. Cuando hubieron anclado, se fueron contra las casas de los que habitaban allí. Pero Tzilacatzin y algunos otros guerreros cuando vieron a los españoles, se arrojaron contra ellos, los vinieron acosando, los estrecharon tanto que los precipitaron de nuevo al agua. En otra ocasión llevaron sus bergantines al rumbo de Coyonacazco para dar batalla y atacar. Y cuando hubieron llegado allá salieron algunos españoles. Venían guiando a aquella gente Castañeda y Xicoténcatl. Éste venía trayendo su penacho de plumas de quetzal. Tiraron con la ballesta y uno fue herido en la frente, por lo cual murió al momento. El que tiró la ballesta era un tal Castañeda. Se arrojaron sobre él los guerreros mexicas y a todos los acosaron, los hicieron ir por el agua y a pedradas los abrumaron. Hubiera muerto allí Castañeda, pero se quedó cogido de la barca y fue a salir a Xocotitlan. Habían puesto otro bergantín en la espalda de la muralla, donde la muralla da vuelta, y otro estaba en Teotlecco, donde el camino va recto hacia el Peñón (Tepetzinco). Estaban como en resguardo de la laguna. Por la noche se los llevaron. Y hasta pasados algunos días otra vez contra atacaron. Vinieron a resultar por el rumbo de Cuahuecatitlan, en el camino se colaron. Y los de Tlaxcala, Acolhuacan, Chalco luego llenaron el canal, y de esta manera prepararon camino. Echaron allí adobes, maderamento de las casas: los dinteles, las jambas, los pilares, las columnas de madera. Y las cañas que cercaban, también al agua las arrojaron.   Cuando así se hubo cegado el canal, ya marchaban los españoles, cautelosaumente iban caminando: por delante va el pendón; van tañendo sus chirimías, van tocando sus tambores. A su espalda iban en fila los tlaxcaltecas todos, y todos los de los pueblos (aliados de los españoles) Los tlaxcaltecas van haciéndose los valientes, mueven altivos sus cabezas, se dan palmadas sobre el pecho. Iban cantando, pero también cantando estaban los mexicas. De un lado y de otro se oyen cantos guerreros. Entonan los cantares que  recuerdan y con sus cantos se envalentonan. Cuando llegan a tierra seca, los guerreros mexicanos se agazapan, se pliegan a la tierra, se esconden y se hacen pequeños. Están en acecho esperando a qué horas alzarse deben, a qué horas han de oír el grito, el pregón de ponerse en pie.  Y se oyó el grito:       ¡Mexicanos, ahora es cuando! . . .       Luego viene a ver las cosas el tlapaneca otomí Hecatzin; se lanza contra ellos y dice:       ¡Guerreros de Tlatelolco, ahora es cuando! y al momento derribó a un español, lo azotó contra el suelo. Y éste se arrojó contra él y también lo echó por tierra. Hizo lo que con él había aquél hecho primero. Pero (Hecatzin) lo volvió a derribar y luego vinieron otros a arrastrar a aquel español.       Hecho esto, los guerreros mexicas vinieron a arrojarlo por allá mal herido. Los que habían estado recatados junto a la tierra, se fueron persiguiendo a los españoles por las calles. Y los españoles, cuando los vieron, estaban como si se hubieran embriagado. Al momento comenzó la contienda para atrapar hombres. Fueron hechos prisioneros muchos de Tlaxcala, Acolhuacan, Chalco, Xochimilco. Hubo gran cosecha de cautivos, hubo gran cosecha de muertos. Fueron persiguiendo por el agua a los españoles y a toda la gente (aliada suya). Pues el camino se puso resbaloso, ya no se podía caminar por él; solamente se resbalaban, se deslizaban sobre el lodo. Los cautivos eran llevados a rastras. Allí precisamente fue donde el pendón fue capturado, allí fue arrebatado. Los que lo ganaron fueron los de Tlatelolco. El sitio preciso en que lo capturaron fue en donde hoy se nombra San Martín. Pero, al pendon, no lo tuvieron en estima, ningún caso hicieron de él.       Otros (de los españoles) se pusieron en salvo. Fueron a retraerse  allá por la costa de rumbo de Colhuacan, en la orilla del canal. Allá fueron a colocarse
Los mexicas llevaron a sus cautivos por el rumbo de  Teotlecco. Iban a toda carrera, resguardando a sus cautivos. Uno Iban llorando, otros  cantando, otros se van dando palmadas en la boca, como es costumbre en la guerra mexica. Cuando llegaron a Teotlecco, los pusieron en hilera, en filas: uno a uno van subiendo al templete: allí se hace el sacrificio, son decapitados. Cuando acabó el sacrificio, ensartaron en picas las cabezas de los españoles; también ensartaron las cabezas de los caballos. Pusieron éstas abajo, y sobre ellas, las cabezas de los españoles. Las cabezas ensartadas quedaron con la cara al sol. Pero las cabezas de guerreros de los pueblos aliados a los españoles, las respetaron, no las ensartaron. Los españoles capturados fueron cincuenta y tres, y cuatro caballos.       Por todas partes estaban en guerra, había combates, y no se dejaba de vigilar los sitios importantes y estratégicos. Por todos los rumbos cercaban la ciudad, los de Xochimilco en sus barcas. De un lado y de otro se hacían cautivos, de un lado y otro había muertos. 
  Y todo el pueblo estaba plenamente angustiado, padecía hambre, desfallecía de hambre. No bebían agua potable, agua limpia, sino que bebían agua de salitre. Muchos hombres murieron, murieron de disentería. Todo lo que se comía eran lagartijas, golondrinas, la envoltura de las mazorcas, la grama salitrosa. Andaban masticando semillas de colorín y andaban masticando lirios acuáticos, y relleno de construcción, y cuero y piel de venado. Lo asaban, lo requemaban, lo tostaban, lo chamuscaban y lo comían. Algunas yerbas ásperas y aun barro. Dominó totalmente el hambre.   . 
españoles de a caballo entraron al mercado de Teotlecco. Y después de haber entrado, recorrieron su circuito, fueron caminando al lado del muro que cierra el cercado. Iban dando estocadas a los guerreros mexicas que encontraban, de modo que muchos murieron. Atropellaron todo en el mercado. Fue la primera vez que dieron contra el mercado. Luego se fueron, retrocedieron.  Los guerreros mexicas echaron a correr tras ellos, fueron en su seguimiento. Esa primera vez que entraron al mercado los españoles fue de improviso, sin que se dieran cuenta de ello (los mexicas) .  Fue en este mismo tiempo cuando pusieron fuego al templo, lo quemaron. Y cuando se le hubo puesto fuego, inmediatamente ardió: "altas se alzaban las llamas, muy lejos las llamaradas subían". Hacían al arder estruendo y reverberaban mucho.  Cuando vieron arder el templo, se alzó el clamor y el llanto de la gente, entre lloros uno a otro se hablaban los mexicas. Pensaba  con angustia que después, el templo iba a ser saqueado. 
    Largo tiempo se batalló en el mercado, en sus bordes se estableció el combate: apenas quedaba libre el muro por el rumbo en que la cal se vendía. Pero por donde se vendía el incienso, y en donde estaban los caracoles del agua, y en la casa de las flores, y en todos los reductos que quedan entre las casas, iban entrando los españoles y sus aliados. Sobre el muro se mantenían los guerreros mexicas y sobre de todas las casas de los habitantes de Quecholan, que están al entrar al mercado se hizo como un solo muro. Sobre de las azoteas estaban muchos guerreros colocados. Desde allí arrojaban piedras desde allí lanzaban dardos. Y todas aquellas casas de los de Quecholan fueron perforadas por detrás, se les hizo un hueco no muy grande, para que al ser perseguidos por los de a caballo, cuando iban a lancearlos, o estaban para atropellarlos, y trataban de cerrarles el paso, los  guerreros mexicas por esos huecos se metieran escapando.
Llegaron los españoles hasta Atliyacapan. Desde luego saquearon y atraparon a las gentes para llevárselas, pero cuando los vieron los guerreros mexicanos, los persiguieron, les hicieron disparos, los flecharon. Un jefe cuáchic llamado Axoquentzin, acosó a los enemigos, les hizo soltar su presa, los hizo retroceder: ese jefe allí murió: le dieron una estocada: le atravesaron el pecho: en el corazón le entró el estoque, quedó allí muerto, entonces los enemigos se replegaron y en el suelo se tendieron. También allá en  Teotlecco hubo batallas. Los españoles lanzaban sus pasadores.
En fila, bien colocados, iban dándoles ayuda, dándoles consejos, cuatro reyes indios aliados a los españoles: ellos les cerraban el paso a los mexicas. Pero los guerreros mexicanos se pusieron en acecho, para entrar por la retaguardia, cuando el sol hubo declinado.       Pero, hecho esto, llegaron algunos de los enemigos y treparon a las azoteas, y desde allí, luego gritaron:
  -Ea, gente de Tlaxcala: venid a juntaros acá. ¡Aquí están vuestros enemigos!       Entonces lanzaron dardos contra los emboscados: éstos se entregaron a general desbandada.       Con toda calma llegaron aquéllos hasta Teotlecco : allí se trabó el combate. Pero allí nada más hallaron resistencia no pudieron abrir las columnas de los tlatelolcas: éstos apostados en la ribera opuesta lanzaban contra aquéllos, dardos, lanzaban piedras.       Ya no pudieron los españoles seguir pasando los vados, ya no tomaron puente ninguno. . .   (Migue León  Portilla "Visión de los vencidos")



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