martes, 30 de junio de 2020

                    Política, opinión  y rede sociales.
Por Rodrigo Sánchez Sosa
Una parte importantísima de la lucha política en México actualmente se da en redes sociales. En la era de la post verdad, la desinformación y la manipulación de datos y hechos, estos son herramientas con las cuales se pretende influir en la percepción de la ciudadanía respecto de un tema sensible o importante en política nacional en internet. Las publicaciones de los bandos que se confrontan en redes sociales, generan polémicas de una larga serie de comentarios de gente que opina de todo sin tener idea de nada, influenciados por las mentiras y falsa información sobre todo de la derecha
opositora; así que,  tenemos gente sin conocimiento opinando de infraestructura de salud pública, infectología, economía, medicina, derecho procesal, ecología, infraestructura de comunicaciones, seguridad pública, diplomacia, política exterior, energía, leyes fiscales, comercio internacional, deuda externa y hasta mercados a futuro. Los expertos en estos campos entonces se vuelven para los opinadores en redes, un chiste, una caricatura ante la intransigencia de las opiniones neófitas y su fundamentalismo. En redes opina cualquiera, lo que no queda claro es ¿Cómo alguien que desconoce totalmente un campo cree a pie juntillas que su opinión es válida? El derecho a opinar no otorga en automático la razón, como les parece a los que en redes hacen uso de ese derecho en la mayoría de los casos hasta con faltas de ortografía pero convencidos de sus percepciones limitadas.  Le explicaré aquí lo que sucede con este fenómeno de las opiniones basura:
El efecto Dunning-Kruger puede resumirse en una frase: cuanto menos sabemos, más creemos saber. Es un sesgo cognitivo según el cual, las personas con menos habilidades, capacidades y conocimientos tienden a sobrestimar esas mismas habilidades, capacidades y conocimientos. Como resultado, estas personas suelen convertirse en ultracrepidianos; gente que opina sobre todo lo que escucha sin tener idea, pero pensando que sabe mucho más que los demás. El problema es que las víctimas del efecto Dunning-Kruger no se limitan a dar una opinión ni a sugerir sino que intentan imponer sus ideas, como si fueran verdades absolutas, haciendo pasar a los demás por incompetentes. Obviamente, lidiar con ellos no es fácil porque suelen tener un pensamiento muy rígido.
A mediados de 1990 se produjo en la ciudad de Pittsburgh un hecho que podríamos catalogar, cuanto menos, de sorprendente. Un hombre de 44 años atracó dos bancos en pleno día, sin ningún tipo de máscara para cubrir su rostro y proteger su identidad. Obviamente, aquella aventura delictiva tuvo una vida muy corta ya que al hombre lo detuvieron rápidamente. Cuando lo apresaron, McArthur Wheeler, que así se llamaba, confesó que se había aplicado zumo de limón en la cara ya que este le haría aparecer invisible ante las cámaras. "¡Pero si me puse zumo de limón!", fue su respuesta cuando lo arrestaron. Más tarde se conoció que la idea del zumo fue una sugerencia de dos amigos de Wheeler. Wheeler puso a prueba la idea aplicándose zumo en su cara y sacándose una fotografía, en la cual no apareció su rostro. Es probable que se debiera a un mal encuadre, pero aquella "prueba" fue definitiva para Wheeler.
La historia llegó a oídos del profesor de Psicología social de la Universidad de Cornell, David Dunning, quien no podía dar crédito a lo que había sucedido. Aquello le llevó a preguntarse: ¿Es posible que mi propia incompetencia me impida ver esa incompetencia? Ni corto ni perezoso, se puso manos a la obra junto a su colega Justin Kruger. Lo que hallaron en la serie de experimentos los dejó aún más sorprendidos. En una serie de cuatro experimentos, los psicólogos analizaron fundamentalmente la competencia de las personas en el ámbito de la gramática, el razonamiento lógico y el humor.
A los participantes les pidieron que estimaran su grado de competencia en cada uno de esos campos. A continuación realizaron una serie de tests que evaluaban su competencia real. Entonces los investigadores notaron que cuanto mayor era la incompetencia de la persona, menos consciente era de ella. Paradójicamente, las personas más competentes y capaces solían infravalorar su competencia y conocimiento. Así surgió el efecto Dunning-Kruger.
Estos psicólogos concluyeron además que las personas incompetentes en cierta área del conocimiento:
o Son incapaces de detectar y reconocer su incompetencia.
o No suelen reconocer la competencia del resto de las personas.

La buena noticia es que este efecto se diluye a medida que la persona incrementa su nivel de competencia ya que también es más consciente de sus limitaciones. El problema de esta percepción irreal se debe a que para hacer algo bien, debemos tener al menos un mínimo de habilidades y competencias que nos permitan estimar con cierto grado de exactitud cómo será nuestro desempeño en la tarea. Por ejemplo, una persona puede pensar que canta estupendamente porque no tiene ni idea de música y todas las habilidades necesarias para controlar adecuadamente el tono y timbre de la voz y llevar el ritmo. Eso hará que diga que "canta como los ángeles" cuando en realidad tiene una voz espantosa. Lo mismo ocurre con la ortografía. Si no conocemos las reglas ortográficas, no podremos saber dónde nos equivocamos y, por ende, no seremos conscientes de nuestras limitaciones.
De hecho, el efecto Dunning-Kruger se puede aplicar a todas las áreas de la vida. Un estudio realizado en la Universidad de Wellington desveló que el 80% de los conductores se califican por encima de la media, lo cual, obviamente, es estadísticamente imposible. Este sesgo cognitivo también se aprecia en el ámbito de la Psicología. Tal es el caso de las personas que afirman que "mi mejor psicólogo soy yo mismo", simplemente porque desconocen por completo cómo les puede ayudar este profesional y la complejidad que encierran las técnicas psicológicas. En la práctica creemos que sabemos todo lo que es necesario saber. Y eso nos convierte en personas sesgadas que se cierran al conocimiento y emiten opiniones como si fueran verdades absolutas.
Todos cometemos errores por falta de cálculo, conocimientos y previsión. La historia está repleta de errores épicos, como el de la emblemática Torre de Pisa, que comenzó a inclinarse incluso antes de que terminara la construcción, y hace relativamente poco el gobierno francés gastó miles de millones en una flota de trenes nuevos, para después descubrir que eran demasiado anchos para unos 1.300 andenes de estación.
En nuestro día a día también podemos cometer errores por falta de experiencia y por sobrestimar nuestras capacidades. Los errores no son negativos y no debemos huir de ellos sino que podemos convertirlos en herramientas de aprendizaje, pero tampoco es necesario tropezar continuamente con la misma piedra ya que llega un punto en que resulta frustrante. De hecho, debemos mantenernos atentos a este sesgo cognitivo porque la incompetencia y la falta de autocrítica no solo hará que lleguemos a conclusiones equivocadas sino que también nos impulsará a tomar malas decisiones que terminen dañándonos. Esto significa que, en algunos casos, la responsabilidad por los "fracasos o errores" que experimentamos a lo largo de la vida no recae en los demás ni es culpa de la mala suerte sino que depende de nuestra deficiente autoevaluación.
Las personas que opinan tajantemente sobre todo sin tener ni idea y que subestiman a los demás suelen generar un gran malestar. Nuestra primera reacción será irritarnos o enfadarnos. Es perfectamente comprensible, pero no servirá de nada. En su lugar debemos aprender a mantener la calma. Recuerda que solo puede afectarte aquello a lo que le das poder, lo que consideras significativo. Y sin duda, la opinión de una persona que no es experta en la materia y ni siquiera sabe de lo que habla, no debería ser significativa. ( Efecto Dunning-Kruger, o por qué la gente opina de todo sin tener ni idea  Jennifer Delgado Suárez)

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