martes, 29 de septiembre de 2020

 Claudio Gutiérrez, liberal de Sayula, descrito

por un burócrata conservador en 1853 

Por Rodrigo Sänchez Sosa/Cronista de Sayula

Un Juez de letras del gobierno conservador de Jalisco a mediados del siglo XIX, emite un documento de queja contra el Jefe Político del Cuarto cantón del Departamento de Jalisco, Sayula, en el cual según su visión, este simpatizante político del Federalismo al que Lucas Alamán, secretario de Economía del Gobierno de Juárez llamara baluarte de la modernidad en la región, constructor de Teatro Alfaro, luego Preciado y al final Cueto, responsable de la urbanización de Sayula; es un sujeto peligroso para el Supremo Gobierno central. En él se describen los sucesos políticos en Sayula desde por lo menos 1835, como la quema de las Casa Consistoriales de Sayula, hoy Casa de la Cultura Juan Rulfo y sus archivos, entre ellos el archivo histórico del Municipio. Da cuenta del bisabuelo de Juan Rulfo, José María Rulfo, escribano público y simpatizante de los conservadores al que Don Claudio Gutiérrez persiguió con encono según este texto. Narra en parte el contexto de confrontación entre liberales y conservadores de Sayula, describiendo al municipio como cuna de las revoluciones  en el Sur de Jalisco a través de la historia:  


"Cuando un mal funcionario, quebrantando las Leyes, se sale del círculo de sus atribuciones é invade las de otro, el invadido, antes de entrar en contestaciones injuriosas, tiene derecho de quejarse á la potestad (autoridad) que puede enfrenar tales excesos. Así es que, siendo yo Juez letrado del partido de Sayula, y Don Claudio Gutiérrez Jefe Político (presidente del Cantón), este, extraviado por los que le hablan al oído, y por sus malas intenciones, atacó bruscamente la Jurisdicción, y cometió otras demasías que eran ya de intolerable escándalo en el cantón. Me quejé al Superior Gobierno como era justo, quien le pidió el correspondiente informe; al evacuarlo publicó un folleto por la prensa, en el que, con un lenguaje tan desaliñado como falto de ortografía y ridículo, me deturpa, difama y calumnia. Era preciso que así fuera por que echó mano de un escritor que bebió el saber literario en la fuente de los burros: esto lo revela bastante en la primera página de su fárrago (Mezcla de cosas desordenadas o inconexas) y en todos los lugares de él, en que lo descubro como un pobre plagiario, indicativo de una ruda inteligencia; que por traer pensamientos ajenos, y acomodarlos á su discurso, habló como por apodo de lo pacífico que ha sido Sayula, y de la armonía que allí se ha gozado entre las autoridades. D. Claudio (sic), al expresarse de la manera que lo ha hecho, ó no consideró que escribía entre testigos cohetáneos, ó se chancea, ó habla por ironía. Sayula ha sido siempre el foco de las revoluciones del Sur, tramadas contra el actual Gobierno (conservador), que en la otra época rijió (sic) a la nación, y producidas otras, por los bullicios que arrojaba la Federación; en estas todos saben y debemos suponer, que Gutiérrez ha tenido, no la menor parte, porque es la persona influente de Sayula, y porque las expresadas revoluciones se han hecho en consonancia con sus convicciones federales, de que presume ser invariable, y lleva hasta el más alto grado de frenesí. Hé aquí las excepciones honrosas de paz de que ha gozado Sayula, y son las que refiero. En el año de 1829, siendo jefe político D. Bernavé Becerra, se alteró de tal manera la tranquilidad pública, que este funcionario se vio desobedecido y amagado por los federales; y tuvo que pedir un auxilio al Supremo Gobierno (centralista), el que le fué al mando del Sr. Coronel Peña, quien empleó bastante pólvora y las bayonetas para reducirlos al orden. Cuántas rencillas, cuántas familias chocadas y cuántos resentimientos que vengar quedaron por esta revolución: el mismo Sayula es testigo. En Febrero de 1831, se levantó otra facción federalista contra el S. Gobierno, y la fuerza que este tenía en Sayula, fué atacada por los facciosos, de que resultaron varios muertos y heridos, y el incendio de las casas consistoriales (hoy casa de la cultura Juan Rulfo) con sus archivos. En 1835, se repitió otra facción contra el S. Gobierno, que parece mas, tuvo por objeto hacer víctimas al Administrador de rentas D. Lorenzo del Valle y al teniente D. José María Gil, que atacarlas instituciones; porque, en efecto, estos luego fueron reducidos á prisión y cuando el general Navarrete se determinaba á sacarlos con la fuerza que mandaba, fueron asesinados en su prisión, dándoles balazos, y metiéndoles el sable, sin permitirles los auxilios espirituales que ellos mismos pedían. Es de notar, que estos asesinatos los recuerda con gusto D. Claudio, y refiere como una azaña sabida hacer en Sayula, y cuenta el pasaje á los empleados que van allí; y mas particularmente á los comandantes de las fuerzas; como quien dice: "cuando veas la barba de tu vecino pelar, hecha la tuya á remojar." Desde el establecimiento de los Jueces letrados, no ha habido uno en Sayula que haya podido conservar la armonía con las autoridades locales, principalmente con la Política del cantón. El primer Juez letrado D. José María Contreras vivió acosado con la persecución que le hizo el Jefe U. Rafael Godoy, cuyas constancias pueden verse en el archivo de la secretaría del S. Gobierno. Siendo Jefe Político D. Claudio Gutiérrez, como Alcalde, entró en choque abierto con el Juez letrado D. Humercindo Layja, á quien le quiso substraer un reo de su conocimiento; pero este letrado, mas atrevido que el invasor, armado de sus pistolas, le obligó á retroceder de su intención. El Juez letrado D. Apolonio Arroyo, nunca pudo estar en  armonía, pues fué arrojado de la Judicatura por influencias de D. Claudio, quién á la vez se ha expresado diciendo, [como reconciliado con este Letrado) que le hará los servicios que pueda para remunerarle los perjuicios.  De cuanto dejo referido, es incontestable que desde el año de 1829 á la fecha, Sayula ha sido fecundo en revoluciones, desgracias, desavenencias entre las autoridades locales. ¿Es verdad D. Claudio, que he dicho bien, cuando refiero que  por ironía habló de las honrosas excepciones de paz que ha gozado Sayula, Sin duda que es cierto; y  sí que ha perdido enteramente el seso, y con él también la memoria. Con la torpeza que acostumbra manejar su arma, echó mano de ella para desconceptuarme y así dice: que estoy descontento con el actual orden de cosas, y que formo relaciones con personas de equívoca reputación; esto me faltaba para que yo diese carcajadas de risa; que un Sansculote (sic), que presume serlo por los cuatro costados, me acusase de desafecto á un Gobierno que él mismo aborrece. Os reto, para que me citéis un hecho D. Claudio, un solo hecho, de que pueda deducirse ese descontento: señaladme esas persona de equívoca reputación con quienes formo esas relaciones; y si no lo hacéis, pasareis por un hombre vil y degradado por la costumbre de mentir. Yo serví por mas de nueve años la Judicatura en la Capital del Estado, en la administración creada por las bases de Tacubaya, y merecí siempre la confianza del S. Gobierno, y el actual me conserva en el Juzgado que á la vez tengo en propiedad, sin duda por que también merezco su confianza. Con la mayor arrogancia dice que hasta ahora nadie lo habia acusado, ni empleado, ni particular, y que solo estaba reservado á mí el hacerlo: quiere persuadir con esto, que es pacífico y de maneras urbanas: nada de esto D. Claudio:  es el hombre mas bullicioso que se pasea en la tierra. ¿Qué no recuerda  que en compañía de otros fué procesado por: perturbador del orden? ¿Qué no recuerda  también, que en la Administración de las bases de Tacubaya, ocupó la atención del S. Gobierno, quien tuvo que expedir órdenes en su persecucion? ¿Y qué no recuerda, por último, que cuando el general Paredes derrotó en S. Isidro las fuerzas federales que iban á atacar á Guadalajara, lo hizo venir á su presencia, y lo regañó como á un mozo de escalera ahajo, y poco faltó para que no le hubiera puesto las manos en las mejillas (unas cachetadas)?...

El Jefe D. Claudio, que á cada paso me tacha de inepto, y de una inteligencia extraviada, dio pruebas convincentes de su grande talento, y del arreglo de su razón, al mezclar en su informe á los escribanos D. José María Rulfo, y D. Pantaleon Rubio, al traer á colación los comportamientos y conducta que les designa, y al comentar un hecho diverso relativo al último. ¿Qué ingerencia ó coneccion tendrá todo esto con los hechos de que me he quejado, y sobre los que se le ha mandado informar? ¿Quedarán desvanecidos con el empeño que ha tomado en deprimir, calumniar y echar por tierra la conducta y pública reputación de Rulfo ? ¿ O serán bastantes para ello, el hecho que refiere, y los grandes é inmerecidos elogios con que enzalsa hasta el estreino al que le habla al oído, ó como dice el vulgo, á su sarcillo Rubio? Vuestra Exelencia y el público notará que nada de esto viene al caso, y que solo sirve para poner de manifiesto las miras del Jefe D. Claudio, que no son otras, que las de arruinar al uno para colocar al otro, como bien lo revela su informe y sus deturpaciones (desfiguros) que lo presentan, no corno una autoridad imparcial, que en ejercicio de sus facultades hubiese decretado la suspension del Escribano Rulfo, sino como su mas injusto detractor, y acérrimo enemigo, que solicita con instancia su castigo (de Rulfo) para satisfacer así su encono, y vengar sus resentimientos, dimanados del mal concepto que se ha formado, de que la suspension del  Escribano Rulfo, sea el origen de mi queja. Se palpa desde luego el fondo de perversidad que existe en el corazón del Jefe Cllaudio, y que lo inpele á hacer el peor mal posible á todo el que puede; pues no es solo Rulfo el que se queja de sus injustas persecuciones. Me tacha que lo hubiese continuado (dejado a Rulfo) en el Juzgado después de la suspension. En efecto, lo continué, no para que ejerciera su oficio de Escribano de que lo privó indebidamente, sino en calidad de un Escribiente que he podido tomar bajo mi responsabilidad, y encomendarle todo lo que me pareciera oportuno ¿ quedaría Rulfo inhabilitado para servir de amanuense por la suspension que le hizo el Jefe? D. Claudio según el aborrecimiento que le profesa quisiera no solo verlo impedido para escribir, y para proporcionarse así la subsistencia de su familia, sino que se le redujese á polvo; así se percibe de sus conatos en querer que aparezca con la marca de los mas pésimos comportamientos…" Queja del Juez de letras de Sayula, Francisco González Rubalcaba al Supremo Gobierno del Estado en1853. Fragmento tomado del documento original, que se encuentra en la Biblioteca Nacional de España


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