martes, 3 de noviembre de 2020

    Día de Muertos; tradición ancestral

Por Arturo Fernández Ramírez

Modificando la forma pero no el fondo ni la esencia, es como hemos logrado evitar que la pandemia y las medidas sanitarias pongan en riesgo nuestras tradiciones. Es importante mantener firmes las costumbres que fortalecen nuestra cultura e identidad, más en tiempos de crisis. El Día de Muertos es una muestra clara que sí es posible la coexistencia de diferentes corrientes de pensamiento, religiosas y no religiosas. Por eso vale la pena conservar y acrecentar su festejo sin importar que se haga de manera diferente. 

     Al ser una costumbre prehispánica, su origen es diverso al de la Iglesia Católica que arribó junto con los conquistadores de España. Con el paso del tiempo la adoptó para impregnarle el carácter religioso que ahora tiene. Por eso, el Día de Muertos es una tradición ancestral que se ha mantenido durante todos estos siglos gracias a que se ha aceptado y complementado con todos los rituales que ahora conocemos.

    Los altares, las calaveritas, el pan de muertos, las catrinas, misas, son algunas de las actividades que envuelven a esta fiesta. Mismas que se mantienen firmes sin dejar de observar las medidas sanitarias emitidas con motivo de la pandemia. Como ya lo había expresado, lo único que cambia es la forma para evitar aglomeraciones.

   Si antes era común que los altares se hicieran en escuelas y lugares públicos y céntricos, ahora no. Los hogares no quedaron incluidos en esta limitación, lo que significa que la esencia queda intocada, solo hubo cambio en la forma. El resultado es que se mantiene viva la tradición. Incluso, los concursos que suelen hacerse, también continuarán, con la variante de no concentración en un mismo lugar. Lo mismo pasa con los demás rituales de esta fiesta, se llevan a cabo con pleno respeto a las medidas sanitarias.

   Lo que definitivamente no es posible es la visita a los panteones porque están cerrados. Sabemos lo emblemático y significativo que es hacernos presentes frente a la tumba de nuestros seres queridos. Como creyentes de la vida espiritual, nos debe dar tranquilidad que al estar justificados de esa ausencia en el cementerio, las oraciones hechas desde nuestra casa, tienen el mismo valor que si las hubiéramos hecho ante el sepulcro. En pocas palabras, la intención de recordar y pedir por nuestros difuntos, no se ve truncada por no haber podido ir a rendirles nuestros respetos en el lugar donde quedaron sus restos.

    En fin, la pandemia ni las medidas sanitarias pueden poner en riesgo una tradición ancestral que durante siglos se ha mantenido firme y creciente. Así tiene que seguir, todas y todos vamos a contribuir a ello. Comentarios y sugerencias al correo electrónico arturferam@hotmail.com


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