jueves, 19 de agosto de 2010


La tierra de los fantasmas

Lizeth Sevilla
“La derecha y su histeria; un pleonasmo de nuestros tiempos”
Si bien es cierto que la poesía es el lenguaje que por antonomasia el ser humano ha utilizado para entender la realidad o ficción en la que vive inmerso, también es cierto que hay que enunciarla cuando el momento lo amerite y en este momento, a petición de uno de los lectores de este espacio que me brindan semanalmente, ha planteado la necesidad de la prosa para debatir algunos temas que están ocurriendo en nuestro entorno, como es bien sabido, la palabra es nuestro mejor instrumento. Dejaremos la poesía para otro momento en el que estemos viudos de tiempo o compañía y haya que debatirlo de esa manera. 
En las últimas semanas han ocurrido situaciones que nos han dejado con los argumentos en la punta de la lengua, como se dice coloquialmente, por un lado, los actos agresivos que invaden la paz de las personas en todas las ciudades; la violencia que ha ejercido el hombre como animal mayúsculo sobre especies que no pueden enfrentarlo al tú por tú; las corrientes políticas que bajo una razón antinatura han decidido mezclarse "a favor del pueblo" y finalmente, la poca apertura ética de estos hombres de derecha ante el desarrollo del pensamiento en el nuevo siglo, de las manifestaciones artísticas, científicas y humanas.
Un gran porcentaje de la población mexicana profesa la religión católica, por diversas razones que no pongo a debate porque me parecen sumamente respetables, así como me parecen respetables los movimientos de otras religiones que proponen no sólo diferentes modos de tener fe, sino que crean sus propios movimientos para jalar a su contexto de la abulia; lo que resulta verdaderamente paupérrimo es que las autoridades eclesiásticas se valgan de la propagación del temor y la ignorancia para someter al pueblo y mantenerlo en ese aletargamiento propio de una época del oscurantismo. En pasados días se manifestó una noticia acerca del repudio de la iglesia católica hacia la aprobación de los matrimonios homosexuales, así como de la adopción por parte de de estas parejas, a uno como lector de diversos medios esta cuestión no le sorprende, generalmente las personas nos asustamos de lo que padecemos y es curioso que estas personas se asusten del paso gigante en la libertad de expresión, pero que mantengan callado el tema de la pederastia que ejercen. ¿Y qué hacen estos individuos? En el nombre de Dios y de sus demás deidades atemorizan y amenazan al pueblo; convierten sus discursos de evangelización de los domingos en un miting callado -porque sólo ellos opinan- en el que auguran el mismísimo infiero a quien no cumpla sus órdenes. Jean Paul Sartré en algún momento de la historia escribió: La moral dominante ha debido enfrentar al hombre para curarlo, pero al enfrentarlo, lo enferma de nuevo. Vemos las circunstancias y no es tan lejano a lo que este gran filósofo escribió en sus épocas.
Hay que dejar las cuestiones del amor a quienes verdaderamente lo ejercen, afortunadamente se están abriendo las brechas para que más parejas cada día tengan derecho no sólo de casarse -porque así lo decidan- sino de formar una familia. Resultaría caduco pensar que las instituciones no modificarán su estrato, su fundamento de ser, porque las circunstancias corren a pasos agigantados y la familia, como institución, hacía tiempo que necesitaba reestructurarse desde su esencia. Un arsenal de niños viven en casas hogares, andan en la calle vagando y a expensas de los hombres y mujeres aprovechados. Porqué no darse la oportunidad de compartir, a qué le tenemos miedo, qué consecuencias esperamos que no sean nuestras propias fobias, nuestras propias reacciones a una modificación que probablemente nos deje mudos, pero no quietos. 
Aparentemente la Derecha de nuestro país -aunque con certeza no se sabe si será derecha, izquierda, o un asunto horizontal/vertical- vive ya las consecuencias de su histeria por no aceptar que también ellos tienen el derecho a reconocerse en otro de su tamaño -aclarando- que los asuntos de la castidad, la virginidad, la decencia son pura semántica práctica y que si no gustan, dejen que terceros construyan sus muros y castillos o lo que les plazca… el cielo y el infierno dejémoslo en paz en las obras de Dante, que suficiente tenemos con esta realidad que vivimos. (lissa_beneth@hotmail.com)




1 comentario:

  1. Sigue con lo que hacias. No te salgas de tu linea porque te pierdes.Prefireo la tierra de los fantasmas y no la tierra de los lamentos

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