jueves, 27 de enero de 2011


La tierra de los fantasmas

Historias de un fandango
Lizeth Sevilla

Tú me escribes sones
el me escribe versos


Yo no sé de notas musicales, difícilmente puedo descifrar una nota grave de alguna composición, es difícil tener entre mis manos un violín y no poder hacer que dialogue conmigo. Sin embargo sé de emociones cuando suenan una jarana y comienzan a cantar versos; se de pieles erizadas cuando en medio de un fandango se levanta una pareja y comienza a hacer sonar la tarima al ritmo del cajón y la vos del que crea en aquel momento un modo de comunicarse en un acto de sobrevivencia.
Y escribo lo anterior, por que el Son -refiriéndome al Son Jarocho-, por antonomasia, es un canto por sobrevivir en el que se recuerdan los modos en los que se vivía en tierras selváticas, el canto de las aves sagradas, el sonido de los ríos y el viento, las historias de la gente que se quedó ahí, donde echamos raíces y las dejamos con la esperanza de que en otros terruños se hiciera efectivo eso que llamamos trascendencia. Se canta para no olvidar y se componen los versos evocando momentos que marcaron el rumbo de la historia -de esa historia personal-. Los expertos podrían explicarlo mejor que uno, que va por los recovecos de los pueblos buscando historias de las cuales ser espectador.
La primera vez que fui a un fandango, fue precisamente en Sayula, llegué al encuentro de un hombre que era de agua dulce y en su llegada, un quinteto de voces lo recibieron al ritmo del fandanguito, sonaron sin mesura las jaranas, el suelo sirvió como tarima para los que encantados contaron idilios con sus cuerpos en movimiento y una mujer hizo una tregua con el viento para cantarles, con la pasión en la garganta, unas cuantas historias que encontró en el camino.
Hay sones de los cuales sin duda nos hemos apropiado, pero a estas alturas, en las que la capacidad de asombro poco a poco parece una utopía, no importa que sean cantos de tierra caliente o de la tierra del pulque, no importa que se canten en cantinas o en pueblos desencantados… lo importante es que se retomen, que se les de fuerza y que más almas se reúnan en cualquier terruño a cantarle a la tierra y al amor.
"Bonito tu cascabel vida mía quién te lo dio
vida mía quién te lo dio
bonito tu cascabel
a mí no me lo dio nadie
a mí no me lo dio nadie
mi dinero me costó
el que quiera cascabel
que lo compre como yo"


Aquella tarde nos reunimos a esperar la llegada de un amigo que venía de tierras lejanas, le cantaron un son, había pulque en la mesa, las mujeres hacían sonar el suelo que pisábamos, de pronto nos sorprendió la madrugada, ellos seguían rasgando la jarana y nosotros cantábamos en una sola voz.

1 comentario:

  1. Con todo respeto quisera saber que es lo que pretende decir esta señora,no tiene sentido en lo que escribe,¿que dijo?,creo que tiene aires de muy literata y quiere subir a donde no le corresponde, esa nube alta...
    Bajala Hugo que ponga cosas mas a la mano de todos, para eso es el periodico ¿o no?.
    Maria Pinto

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