miércoles, 1 de junio de 2011

Martín Bricchi

Una visión de la problemática actual
Por Martín Bricchi  para Horizontes
Hoy en día vemos un país que esta bañado por la violencia, cada vez está más cerca de todos nosotros y parece ser un denominador común en la portada de cada mañana de los periódicos de nuestro país. Difícil creer como pueblo que esto pueda mejorar de alguna forma, y mucho menos en un futuro cercano. Sin embargo considero que hay que alejarse un poco de la toma para poder ver el total de la escena. Es decir ir a las causas del problema, arrancarlo de raíz de una vez y para siempre. Esto es considerar que el número de pobres en México tuvo un saldo de 50 millones, de los cuales 19 millones vivirán en condiciones de pobreza alimentaria para fines del 2010. Así como al cierre de dicho año alrededor de 6.8 millones de mexicanos pasarán a formar parte a las filas de la población en condiciones de pobreza, resaltando que de la cifra, 2.5 millones no dispondrán de los alimentos necesarios para cubrir sus necesidades básicas (La economía: 2010).Quizás estas estadísticas sean una demostración del porqué de la violencia social que nos toca vivir cada día.
Ahora bien si a esto le sumamos las condiciones en las que viven las comunidades pobres, y que la religión de cierta forma sirve como paliativo, así como también el probable acostumbramiento de la sociedad a vivir bajo esas condiciones de pobreza, que el Estado mexicano le ha impuesto (La Jornada: 2008), seria común pensar que, de algún modo la población que vive bajo estas circunstancias tiene que hacer frente a esa realidad y saber hasta cuando el pueblo va a aguantar los embates violentos que el estado mexicano ejerce sin piedad ni misericordia, robando cada día al país, sin ofrecer buenos servicios de salud, o más allá de eso, de servicios básicos como son el agua y la electricidad. Permitiendo además que sus ciudadanos mueran por desnutrición y sin brindar servicios de salud adecuados es como esperar una bomba a punto de estallar sin siquiera preocuparse por las consecuencias. Lo más grave de toda esta situación y de lo que el Estado no se da cuenta, o mejor dicho no se quiere dar cuenta, es de que con todas estas carencias fomenta el narcotráfico que el presidente Felipe Calderón tanto ha querido evitar. Es por esto que, mirando desde el lado de los que les toca vivir esto, considero que la violencia social tiene no justificante, porque no me parece correcto nunca jamás apoyar a la violencia, sino sentido vivir la realidad que hoy nos toca. Viéndola siempre desde los zapatos de la persona que no tiene que comer, que día tras día sufre violaciones a sus derechos más básicos y que por culpa de un sistema que no sabe, o no quiere distribuir adecuadamente sus riquezas, y del que sus prioridades no son las de la población toda, sino muy por el contrario la de llenar los bolsillos de unos pocos que dirigen los hilos de este país. Considero que la única forma que tiene el pueblo pobre de hacer valer sus derechos es a través de la violencia, ya que de otro modo no es posible que el gobierno escuche sus protestas, y esto no es siempre válido pues tenemos el claro ejemplo del año 2006 donde en Atenco a los pobladores que buscaban defender lo que es suyo terminaron brutalmente reprimidos y como presos políticos de una situación que los medios apoyaron, esto es un ejemplo más que claro de que ni aún con la protesta se pueden llegar a conseguir lo que el pueblo quiere.
Regresando un poco a lo que se mencionó anteriormente, estas políticas de estado no sólo fomentan la violencia social, justificándola con sus acciones para con el pueblo, sino que además apoya el narcotráfico, pues este representa una salida cómoda económica mente hablando, dinero fácil por unas cuantas responsabilidades y una vida breve y violenta no sólo contra los demás sino contra ellos mismos, destruyendo familias enteras, vaciando pueblos, haciendo que la gente huya y se refugie. Es por esto quizás tenemos desde diciembre del 2006 hasta el mes de abril de 2011, 40 mil muertos, nueve mil desaparecidos, 11 mil secuestros y más de mil cien menores de edad asesinados (La Jornada: 2011). Todo esto provocado por una guerra que el gobierno del estado sostiene para recuperar la condición de seres humanos. Provocando desde asesinatos desconocidos, hasta del hijo del conocido poeta Javier Sicilia, recordado por mí debido a su carta abierta a los políticos y a los criminales, siendo inspiración de la creación de este ensayo.
Ahora me surge otra interrogante, si todos los días somos víctimas directas o indirectas de la violencia social cuyo culpable, como se demostró anteriormente es el estado mexicano que no sabe atender ni solucionar las cuestiones que aquejan al pueblo de la unión de los estados. Como son el hambre, el desempleo y la falta de educación queprovocan los escenarios violentos dignos de una película de Hollywood que forman la realidad diaria que vivimos día tras día y lo que es peor aún, que nos acostumbremos a vivir así. Me lleva a preguntarme cuánto más es capaz de aguantar el pueblo mexicano esta situación que como bien dice el poeta Javier Sicilia citando al filósofo Giorgio Agamben, con su palabra "zoe": que significa la vida no protegida, la de un animal, de un ser que puede ser violentado, secuestrado, vejado y asesinado impunemente, como el pueblo mexicano lo está siendo desde esta guerra estúpida y sin sentido que generó el Presidente, contra el mismo pueblo. En lugar de destinar los mismos fondos de seguridad para solucionar el problema de raíz que se mencionó anteriormente, pone al país en cuidados paliativos, en lugar de buscar una vacuna que sea capaz de erradicar de una vez por todas los problemas de la sociedad mexicana desde su sistema nervioso, de una vez y para siempre. Sacando al ejército a las calles, sembrando más miedo del que cualquier persona sea capaz de soportar.
Sin lugar a dudas el tiempo de los daños colaterales que el presidente ha provocado día tras día desde el 2006, tratando de restaurar una situación que viene de varias décadas de gobiernos que no han escuchado al pueblo en sus reclamos y sus necesidades, se ha acabado. Hasta cuándo vamos a seguir soportando como sociedad los abusos a nuestros derechos humanos más básicos como es el derecho a la vida, a la libertad de transitar por donde se nos antoje sin sentir el miedo que hoy sentimos. Hoy, dice muy bien Arnoldo Kraus en su artículo para La jornada Jalisco del año 2008, la indigencia detiene a la vida y el hambre impide el futuro, cuando se rebasa lo inadmisible, cuando se sabe que a pesar de los esfuerzos es imposible avanzar, estoy seguro que la violencia social es ética. Las razones expuestas anteriormente son suficiente justificante para validar dicha violencia.
Bien lo dice Walter Benjamin "Bastaria considerar si la violencia en casos precisos, sirve a fines justos o injustos". Y hoy en día la violencia para alcanzar un fin muy justo para toda la sociedad marginada, aplastada y pisoteada tantos años, invadida por discursos políticos huecos y carentes de soluciones en conjunto con una injusticia que cada día supera todos los limites posibles, son más que justificantes para un pueblo que ya está cansado de los abusos y de gritarle "ya basta" a un gobierno que parece sordo y ciego. Que se interesa por cualquier otra cosa menos por solucionar los problemas de fondo del país y de acumular los votos necesarios para las siguientes elecciones y seguir llevándose la parte del pastel que les toca a ellos. Es necesario salir a protestar y exigirle al gobierno un cambio profundo en sus políticas y sobre todo la instauración de las mismas a largo plazo para poder sacar al país de cuidados paliativos de una vez por todas y brindarle una solución que arranque de raíz todos los problemas que hoy nos tocan vivir y que son consecuencia de una mala administración nacional.

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