domingo, 8 de mayo de 2016

LA POLITICA DESDE GAYOLA

Por Rodrigo Sánchez Sosa
Los hechos que conmocionaron a la población las semanas pasadas, hechos violentos a los que parecía nos habíamos acostumbrado, tuvieron un giro inesperado; y digo inesperado porque antes que se diera el asesinato de una persona de la tercera edad al interior de su propia casa por el rumbo de san Lucas, otros hechos de sangre, asesinatos, desapariciones e incluso torturas; así como intentos de extorción, fueron denunciados en redes sociales, y del conocimiento público antes, en las redes sociales tradicionales no electrónicas como  tiendas, bares, mercados, calles, plazas y plazoletas del municipio. Hace como uno o dos años, la desaparición de varias personas en el municipio, tuvo como respuesta una marcha organizada por la iglesia católica, con regular participación que culminó en una misa en el atrio de la parroquia. Pero esta vez, el antepasado domingo, la sociedad civil se organizó al parecer de forma independiente para protestar por la inseguridad. Un giro inesperado de los acontecimientos, lo llamo, dado que luego de las primeras manifestaciones contra la violencia que incluyó una de solidaridad con los 43 estudiantes desaparecidos en Iguala Guerrero, el ánimo de la población ante la escasa respuesta, se veía decaído. El antepasado domingo, luego del crimen perpetrado por quien los medios locales llamaron "La Mata Viejitas", la indignación superó la apatía, el desanimo, y claro, el miedo de las personas de Sayula, las cuales salieron a protestar por las condiciones de seguridad en le municipio, dicen los medios locales, fueron cerca de mil ciudadanos sayulenses los que dando muestra de civilidad y valentía salieron a protestar a las calles. Una protesta pacífica y justa.
Los vivillos de la política seguramente se apresuraron a tirar línea, dirigir esta acción espontanea de la colectividad para beneficiar sus intereses particulares o de grupo, hicieron o harán ver que tal protesta debió o estuvo dirigida a la autoridad local; lo cierto es que todos sabemos que no es cuestión local, la violencia y la corrupción es un flagelo nacional que involucra más que una administración local que con toda la disposición del mundo no podría mover una ápice la infraestructura gigante de impunidad, corrupción y crimen organizado que permea todo en el país. Digamos que lo más justo sería decir que la protesta tuvo como destinatario a los que están encargados de la seguridad en los tres niveles de gobierno en Sayula, porque el delito que propició esta marcha, fue, para el sentir popular, uno de una serie que esta persona había perpetrado con el mismo modus operandis en el municipio; y que, a pesar de que ya se había denunciado en por lo menos dos ocasiones, la presunta persona culpable, salió impune, sin que se esclareciera el delito y su culpabilidad quedará satisfactoriamente demostrada ante la opinión publica local. Luego de este último delito, era lógico que la indignación popular creciera contra lo que esta veía como un claro caso de complicidad de la autoridad y por su puesto impunidad.
Lo anterior no debe tomarse a la ligera, porque en cualquiera de los escenarios posibles, es decir, sea la persona que fue detenida culpable o inocente, el pésimo trabajo, en este caso del ministerio público, en las primeras indagatorias llevó al desenlace que comprometió más personas y vidas, o en el caso menos probable podrían cometerse una injusticia al detener a una persona inocente. Si es verdad que delitos anteriores en los que esta persona se vio involucrada, terminaron en frustradas averiguaciones, estamos frente al hecho principal que está detrás del modelo de país que hoy sufrimos: la impunidad.
Culpar a la policía municipal o al ayuntamiento, es tonto, sin más. La labor preventiva de la policía municipal, en todo caso, no alcanza para resolver este tipo de casos que incluyen el principal problema que enfrenta la justicia mexicana en todo el país, la corrupción y su derivado la impunidad. No acuso a nadie, no soy perito, solo digo lo que hay detrás del hartazgo que lleva a un pueblo a decir ¡ya basta!: la visión clara que la justicia en México cojea. Este es el resultado de ese cojear, este, este México que vivimos hoy, con toda su crudeza y barbarie. Son años, de vivir estas formas corruptas. En este caso está claro lo que le pasó al país: si violar la ley no sólo es fácil sino que no tiene consecuencias para quien pueda comprar la impunidad, la lógica popular rezaría: asesinar, robar, extorsionar sólo es malo para mí si robo, mato y extorsiono sin la suficiente utilidad para comprar la impunidad; luego, con un poquito de cinismo y sangre fría, cualquiera se vuelve rico en este país despojando injusta pero "legalmente" (gracias a la impunidad) a otros o otras hasta de la vida, no solo de sus bienes, dinero, hijos y esposa o esposo. Es un círculo vicioso, porque cualquiera dice "¿y yo por qué no?".
El mal ejercicio de la justicia, corrompe a un país, lo hace miserable económicamente, lo sume en la angustia y el miedo al igual que en la barbarie, que es lo que nos pasa; es decir, si todos los que sufrimos injustamente en México pobreza, abandono, marginación, violencia y despojo, optamos por el camino fácil, no encontramos en ese todo se vale la libertad de nuestro sufrimiento, sino al contrario, las cadenas de la violencia, el crimen y la muerte; porque, si todo se vale, nada se vale. Por esto mismo la libertad no se puede vender ni comprar; la libertad no es un todo se vale, sino, un  todo tiene un valor, y por lo tanto, si vale es libre. Al ponerle precio y no valor a las cosas, y hablo no de un valor de uso o de cambio, económico, sino vital, con ello me muevo en un mundo de libertad donde las cosas no me atan, no me hacen asesinar, robar, extorsionar o violentar a otros, sino que me doy cuenta que valen, si y solo si, hay otros con quien compartirlas abiertamente esas cosas.
Nos corrompemos para tener dinero, para comprar cosas que los demás puedan apreciar, casas, autos, lujos, placeres, pero ¿de qué valdrían sino hay otros que nos puedan ver poseyéndolas? Al final de cuentas quizá sólo una cosa pueda verdaderamente admirarse al criminal y al corrupto: que sean tan valientes para ser tan estúpidos, y la valentía es un valor que no se compra, no se roba, no se arrebata impunemente, no importa si se usa para ser estúpido, eso cualquier criminal lo sabe.
Por eso la valentía mostrada por el pueblo de Sayula va más allá de los oportunismos políticos de algunos, es un valor que surge de todo lo anterior que cada uno de nosotros reconoce en su interior, en su inconsciente, como un valor independiente del dinero, inalienable.  El valor de esta protesta está en la valentía, la valentía de no ser estúpidos y seguir destruyéndonos entre nosotros, al mundo, a la sociedad, a la cultura, como si de verdad fuéramos tan idiotas como para creer que el dinero lo compra todo.

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