miércoles, 3 de abril de 2019

La política y el monstruo de redes sociales. 
Por Rodrigo Sànchez Sosa


"En el libro ´Diez razones para borrar tus redes sociales de inmediato´, Jared  Lanier su autor, señala que los algoritmos de los gigantes de datos han creado un nuevo modelo en el que "el comportamiento de los usuarios es el producto", un comportamiento -el tuyo y el mío- que está constantemente siendo modificado. Jaron Lanier es uno de los principales disidentes de la burbuja de Silicon Valley. Es considerado el padre fundador de la realidad virtual, uno de los autores del protocolo de Internet 2; actualmente trabaja en Microsoft... Junto con otras voces lúcidas como Douglas Rushkoff, Lanier lleva haciendo advertencias respecto a esto desde hace varios años: el uso indiscriminado de la tecnología, y particularmente de las redes sociales, atenta contra lo mejor de lo que es el ser un humano. Según Lanier, las redes sociales son laboratorios experimentales donde nosotros, los usuarios de redes, somos como los famosos perros de Pávlov, se nos condiciona con estímulos para estudiar nuestras respuestas. Somos ratas de laboratorio para el sistema.
En un reciente artículo en El País (diario español, cuya lectura recomendamos) sobre la situación general del Internet y los algoritmos, se cita a Lanier diciendo que él mismo notó los efectos negativos de la red cuando estuvo blogueando en el Huffington Post. En las redes, "las personas normales suelen transformarse en idiotas porque los idiotas reciben la máxima atención". Y agrega que Donald Trump, adicto al Twitter, es un buen ejemplo del comportamiento enajenado y de la estupidización de las redes: "No está actuando como la persona más poderosa del mundo, porque su adicción lo es más aún". Para Lanier, la solución no acepta medias tintas: si bien la tecnología y el Internet tienen cosas positivas, las redes sociales realmente no, así que recomienda dejarlas.
La pregunta es: ¿realmente las redes sociales nos están haciendo idiotas? La respuesta, creemos, es que sí. En el mismo artículo se cita al filósofo (también recientemente fallecido) Zygmunt Bauman, quien consideraba que el verdadero diá-logo (es decir, la concurrencia del logos, de la razón, del saber) ocurría con los que son distintos a uno. El Internet, que en un principio fue impulsado bajo la idea de que nos conectaría con los "otros", hoy nos conecta solamente con los mismos, con reflejos tautológicos de nuestros propios gustos. Como ha sido notado por diversos analistas, el algoritmo de Facebook funciona como una "cámara de ecos" o una "burbuja de filtro" que nos regresa más de lo que ya nos gusta y no muestra lo diferente y lo discordante Si la verdadera inteligencia, y más aún, el crecimiento individual, consisten en desafiar nuestras propias creencias y estar abiertos a la radical otredad 8opinión de otros), entonces parece que es cierto que las redes nos idiotizan. Asimismo, si consideramos que el significado de la palabra idiota tiene que ver con quien existe de manera privada, el idiota es el ciudadano privado, aquel que realmente no dialoga ni participa con el mundo. Claro que hoy vivimos en la ilusión de que Twitter es la plaza pública y ahí participamos, colaboramos y cambiamos el mundo." (PIJAMSURF - 11/21/2018)
Lo que dice Jaron Lanier, es que quizás no debamos informarnos únicamente de temas de nuestro interés, sino con temas que le interesan a otros para poder comprender otros puntos de vista y poder comparar si realmente tenemos o no razón en ciertos aspectos de la vida, ya sean de política, social, económica, etc. Al final de cuentas la realidad social es un constructo en común entre diferentes puntos de vista. Las redes sociales están generando un cerco en el cual se dificulta la conexión con otros que piensan distinto a nosotros y no nos permiten acceder a una pluralidad de opiniones que deberían ser ante todo informadas, para crearnos un criterio. Esto último es importante, todas las opiniones pueden ser escuchadas, pero no todas son válidas. Esa es otra ilusión de las redes, la opinión más popular no siempre es la más acertada, ni la mas conveniente, ni la más segura. Por eso hablamos de validez en la opinión, no es lo mismo la opinión de un mecánico en cuanto a la mejor dieta para un diabético que la de un médico internista.
Lamentablemente el comportamiento en redes, como masa idiota, está incidiendo fuera de estas en la realidad análoga de las redes reales, en  espacio y tiempo real, en la vida cotidiana, con gente real sin filtros ni vidas "perfectas". Mire usted:
Recientemente asistí a una conferencia sobre un tema delicado, la violencia intra familiar. La ponencia y el ponente fueron muy cuidadosos al abordar un tema como este, sobre todo ante padres de familia que eran en su mayoría el auditorio. Se informó y se dieron pautas de prevención de la violencia en la familia, sobre todo la ejercida contra los niños.
Al final se dio un espacio de interacción entre el público y el ponente, preguntas y comentarios. Fue en ese momento que el comportamiento se tornó de redes sociales, las opiniones vertidas en su mayoría se alejaban de la información proporcionada, los comentarios terminaban perdiéndose y divagando fuera del eje central del tema y las puntualizaciones que implicaban lo escuchado en la conferencia de un perito. Todas las opiniones no sólo eran escuchadas, sino que tenían pretensión de validez aun cuando contradijeran las tesis planteadas por el experto y sus fuentes, como si se estuviese compartiendo comentarios en una publicación de Facebook. Pero eran personas reales en un lugar real, en un tiempo real. En el auditorio había, entre otros, gente cuya opinión merecía atención: Psicologos, educadores, maestros y abogados; pero fueron los que menos opinaron, las opiniones más atendidas fueron las también las menos acreditadas. El momento cumbre fue cuando alguien se le ocurre justificar la violencia "moderada" contra los niños. El auditorio repleto para el caso, estalló en aplausos. Pude reconocer en esa opinión una publicación de Facebook donde se justifica diciplinar con violencia a los niños como los padres de los hoy padres de los niños lo hicieron con ellos antes, en el supuesto de que "nada les pasó" a estos y es más sano ser educado con violencia moderada; acusando, de esta mabera, implícitamente, a los derechos de la niñez, de la pérdida de valores sociales hoy en día. Evidentemente no sólo yo reconocí en ello la sentencia de Facebook, todos en el auditorio lo hicieron y aquello fue el momento cumbre de la conferencia. Algo que contradecía la ponencia escuchada minutos antes, pero que tenía la particularidad de ser lo más popular en esa red social, los ultimo meses, en cuanto al tema. Algo a su vez, que por supuesto, incomodó sobre manera al menos a los psicólogos ahí presentes que no se atrevieron o no encontraron conveniente enfrentar a la masa. El ponente también guardo prudente distancia sin asentir a aquella conclusión con tantos "me gusta" ¿Cómo contradecir aquello? No hubiese sido posible contra argumentar con Freud y decir que los golpes erotizan el inconsciente del infante, que la sociedad violenta que hoy somos es precisamente producto de la violencia contra los niños en el pasado, que la violencia "moderada" es también violencia y que es una barbaridad por mucho que se comparta en facebok que la chancla, el cinto o la vara, substituya la palabra y la habilidad de educar sin violencia; que cada conducta criminal y sociópata de un adulto hoy es producto de una violencia abusiva en su niñez, que el niño que fue debió interpretar como amor, pues venía de quienes supuestamente lo amaban. 
Ojalá hubiere sido posible explicarles desde la información y los datos duros que cada sicario y carne de cañón del crimen organizado, fue un niño abusado, que las drogas son el substituto a una carencia que las redes promueven con éxito hoy: la falta de amor, la ignorancia y la estupidez. Y finalmente que, si esto pasa en una reflexión en cuanto a la familia y la violencia, con actitudes derivadas de publicaciones en redes sociales, imaginaran qué pasa en otros campos vitales de interacción humana, como la política, cuando son regidos por lógicas de Facebook. Pero lamentablemente, la conducta de redes sociales se posesionó de la realidad proyectándose fuera de las pantallas de los celulares en esa ocasión, y como el monstruo de Mary Shelley en su novela Frankenstein, caminó entre los vivos aquella noche.   

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