martes, 20 de agosto de 2019

    Política y trastornos de la personalidad. 
Por Rodrigo Sánchez Sosa
La experiencia de los sayulenses en cuanto a la alternancia en el poder a finales de los noventa del siglo pasado, ha sido el enfrentar distintas y diferenciadas personalidades de los presidentes municipales emanados de este fenómeno democrático. Hemos enfrentado la egómana, paranoia, narcisismo y  despotismo de algunos de los últimos personajes al frente de los ayuntamientos de Sayula post  PRI hegemónico. Y ya no digamos los presidentes municipales priistas antes de la alternancia, verdaderos catálogos de conductas patológicas de la psique humana de gente inmersa en la dictadura tenebrosa de un partido otrora omnipotente en todo México. Pero el poder y la forma tradicional de entenderlo en México conlleva un riego para la salud mental: el poder corrompe. Evaluemos a los actuales gobernantes a partir de parámetros de la teoría psicológica:
 El neurólogo Davi Owen analiza la "locura" que provoca el poder. Este neurólogo escribe su libro después de seis años del estudio de la conducta de los líderes políticos y concluye: "el poder intoxica tanto que termina afectando al juicio de los dirigentes". El psiquiatra Manuel Franco explica así lo que ocurre con los líderes políticos: "una persona más o menos normal, se mete en política y de repente alcanza el poder o un cargo importante". Internamente tiene un principio de duda sobre su capacidad, pero pronto surge la legión de incondicionales que le facilitan y reconocen su valía. Poco a poco se transforma y empieza a pensar que está ahí por mérito propio. Todo el mundo quiere saludarlo, hablar con él, recibe halagos de todo tipo. Esta es la primera fase. Pronto da un paso más y entra en la "idealización megalomaníaca", cuyos síntomas son la infalibilidad y el creerse insustituible. Entonces comienzan a realizar planes estratégicos para veinte años, obras faraónicas o a hablar con autoridad sobre temas que desconocen. Tras un tiempo en el poder, el afectado por este mal, padece lo que psicológicamente se llamaría "desarrollo paranoide". Todo el que se opone a él o a sus ideas, es un enemigo personal. Puede llegar incluso a la "paranoia o trastorno delirante" que consiste en "sospechar de todo el mundo" que le haga una mínima crítica, y progresivamente se va aislando de la sociedad. Llega un momento en que deja de escuchar, se vuelve imprudente, toma decisiones por su cuenta, sin consultar porque cree que sus ideas son correctas. Aunque finalmente se descubra que son erróneas, nunca reconocerá la equivocación. Se siente llamado por el destino a las grandes hazañas. Todo esto se da hasta que cesa en sus funciones o pierde las elecciones, entonces viene el "batacazo" y se desarrolla un cuadro depresivo ante una situación que no puede comprender". Dice el Dr. Manuel Franco que es difícil tratar este problema, porque quien lo padece no tiene conciencia de ello.
Síntomas del mal de Hubris:
Modo mesiánico de comentar los asuntos corrientes en el gobierno y una tendencia a la exaltación; un enfoque personal exagerado (egocéntrico) tendiente a la omnipotencia; agitación, imprudencia e impulsividad; no se sienten iguales a los demás, se sienten superiores; en su vida personal se dotan de lujos y excentricidades y tienen una desmedida preocupación por su imagen. Se rodean de colaboradores mediocres; creen firmemente que el rival político debe ser desactivado por cualquier método y a cualquier costo; construyen una red de espías para controlar a oponentes y aún a los de su propio partido. Terminan cayendo en la trampa de su propia política. La pérdida del mando o de la popularidad, los lleva a la desolación, la rabia y el rencor.
Son muy reveladoras las reflexiones del catedrático y psiquiatra Francisco Alonso Fernández  de la Universidad Complutense de Madrid:
"¿Cuántos políticos, llevados por factores personales, han cometido errores en sus gestiones? ¿Cuántas gobiernos han fracasado a causa de algún participante con rasgos anómalos, como la inseguridad en sí mismo, la susceptibilidad, desconfianza, la rigidez u otros rasgos semejantes? y Cuando un político no disfruta de un estado de salud mental suficientemente idóneo, su conducta rezuma peligrosidad. En algunas reuniones "cumbre" de fines de la segunda guerra mundial, abundaban más los enfermos mentales que los sanos"
Swanson Profesor de Psiquiatría de la Universidad Loyola de Maywood, Illinois dice:
"Por el momento, no existe ningún camino práctico, incluso en una democracia, para determinar si las personalidades políticas relevantes presentan alteraciones psicológicas. Aun en el supuesto de que fueran requeridas por la ley para someterse a una valoración psiquiátrica, ello podría reportar graves consecuencias.; los miembros de la comisión examinadora adquirirían la capacidad potencial para desarrollar, hasta cierto punto, un poder político amenazador, y podrían verse influidos por sus propias deducciones".
Los perfiles psicopatológicos siguientes son eso, patológicos. Provocan grandes trastornos en la vida personal y social de quien los sufre, pero en el caso de que sean padecidos por un político, sus actos y pensamientos están regidos en gran parte por estos trastornos. Poseen, como todos los enfermos mentales, una parte sana que toma cuenta del resto de sus actos y pensamientos. Veamos algunos de estos perfiles seguidos de una breve descripción clínica de las manifestaciones sintomáticas de cada uno de ellos:
El peor carácter que puede tener un político es el de una anomia mental o psicopatía. Son los políticos con trastornos de la personalidad o psicopáticos, individuos con graves problemas e irregularidades en su vida personal y moral, donde la transgresión es la norma. Suelen provenir de familias en que las figuras paternas estuvieron ausentes, tienen antecedentes de conductas semi delictivas desde la adolescencia y en la adultez, y encuentran en la actividad política un filón para cultivar sus abusos y medrar sobre la buena fe de la gente con el objeto de obtener sus metas personales, que son las únicas que realmente los motivan. También llamada sociopatía, la denominación actual es "Trastorno antisocial de la personalidad". La descripción que de ella hace el DSM IV, el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales de 1995, podemos resumirla así:
Perfil psicopático uno:
Lo característico de los psicópatas es el desprecio y violación de los derechos de los demás, o de las principales normas o reglas sociales, con engaño y manipulación como recursos más frecuentes para obtener sus deseos, su placer o su provecho; dinero, sexo o poder. Tienen antecedentes infantiles y de la adolescencia, un "curso de vida" típico, caracterizado por actos de agresividad con la gente y los animales, destrucción de la propiedad, fraudes o hurtos y violación grave de normas que lo pudieron llevar a la cárcel o no.
Perfil psicopático dos:
Viven en el presente, no elaboran el futuro y como son irresponsables, gastan el dinero que tienen para comer, son jugadores, no pagan sus deudas, son alcohólicos o drogadictos, no atienden a sus hijos o familia. Actúan sin pensar, faltan al trabajo, o están desocupados a pesar de que pueden conseguir empleo, cambian de residencia, trabajo y amistades, son desapegados a todo. En medio de la mayor indiferencia por los perjuicios que causan a los demás, no sufren sentimientos de culpa ni remordimientos, y hasta pueden dar justificaciones por los hurtos, fraudes o corrupciones y crímenes que cometen: "La vida es dura", "Aquí el que no tranza no avanza ", "El vivo vive del tonto", "El trabajo no es para mí", "Así tiene que ser", "A mí nada me detiene ni me intimida". Terminan acusando a sus víctimas de debilidad o mala suerte. Hay situaciones sociales que favorecen el desarrollo de la psicopatía, como en las dictaduras donde se premia a los inescrupulosos y el crimen de los allegados queda impune.
Perfil psicopático tres:
Son fríos y cínicos, arrogantes y engreídos, suelen ser tercos, autosuficientes y fanfarrones. Posen un encanto superficial, de verbo fácil y a veces utilizan palabras difíciles para impresionar. Estos detalles son importantes para lograr el ascenso político. Al principio caen muy bien, son simpáticos. Dice Alonso Fernández  que cuando se trata de mantener una relación estable, se rompe con toda facilidad, porque el psicópata siempre espera demasiado de los demás y da demasiado poco de sí mismo, porque nunca aprendió a hacerlo. La violencia en el trato, la irritabilidad por incapacidad de soportar frustraciones y postergaciones, los enemista con sus subordinados.
    En la lucha interna, los psicópatas utilizan la calumnia la maledicencia, la falta de lealtad, la traición, la persecución de sus posibles rivales, conductas juzgadas por ellos como necesarias, inevitables y subordinadas al fin previsto: su triunfo personal.
  En la lucha interpartidista, utilizan la política sucia, con alusiones personales, poco contenido ideológico o programático. La mentira o la falsa promesa, la oferta de cargos, la vandalización y la compra de votos, el nepotismo y el amiguismo, son todos recursos válidos para ellos como forma de convencer a su electorado.

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