jueves, 30 de enero de 2020

Política y patrimonio arquitectónico.
Por Rodrigo Sánchez Sosa

El patrimonio arquitectónico es el elemento tangible del patrimonio cultural. La arquitectura crea ámbitos urbanos, que con el transcurso del tiempo configuran la identidad de los habitantes de una ciudad. Igualmente contiene la memoria de otros tiempos. En muchas de las ciudades de nuestro país la destrucción de su vieja arquitectura ha sido progresiva. Una conciencia predadora, en aras de aparentes conceptos más avanzados en materia de urbanismo, fue arrasando con lo que se edificó pacientemente a través de siglos enteros. En nuestra localidad el patrimonio arquitectónico está bajo amenaza y es una obligación defenderlo y preservarlo. No podemos perder la memoria, perder nuestra identidad.
La identidad da la apariencia de ser algo dado, es decir basta con nacer en determinado entorno social, esto nos asegura nuestra identidad. No es así, al menos a ese grado de accesibilidad. La identidad es parte de una tradición oral, costumbres y valores trasmitidos a las generaciones más jóvenes para preservar el alma más intima de una sociedad especifica delimitada por fronteras reales o simbólicas. Esa identidad no se puedes trastocar sin modificar cualitativamente a un grupo social. Tanto que, hacerlo cuesta vidas recursos y en muchos casos es irreversible; la identidad sería como un equivalente del equilibrio ecológico en un ecosistema vivo. Es muy delicado el asunto, la forma en que las políticas sociales y económicas de los gobiernos en los países de la América Latina han faltado al respeto a la identidad de comunidades y pueblos. Y allí está el resultado, una confusión y una crisis de valores en todo sentido, sólo soportado por la fuerte tradición que se niega a morir.
En el caso de la arquitectura, este reservorio solido de la memoria y la identidad, su destrucciones es un crimen que sólo se puede atribuir a gente con un dolo gigante, con una irresponsabilidad que raya en la estupidez y con una indolencia del tamaño de su ego ¿Cómo puede ser posible que algo tan importante que tomó años y hasta décadas construir, sucumba antes las estupideces y ambiciones de gente tan enana? Para ellos es un "vejestorio" un montón de ladrillos viejos, escombro en pie que merece ser tirados a la basura, algo que no tiene utilidad. 
Es doloroso para quienes entendemos el significado del patrimonio arquitectónico, la reducción de esto a intereses a corto plazo de grupillos y personas. La remodelación del mercado municipal de Sayula es una aberración, con todo lo positivo que podría sonar "remodelación". La gente no entiende el tamaño del daño que se hizo la patrimonio del municipio con la desaparición de la plaza de comercio de trazo colonial; fue vendida en su parte sur a particulares, no hay forma de saber con beneficio para quien, eso pasó; luego, de mutilada, se construyó el actual edificio que un tonto secretario del gobierno del esto originario de la vecina Cd Guzmán, se le ocurrió "brillantemente" que, como varios otros mercados de pueblos del estado, bajo un programa que diseñó y gestionó, debería ser remodelado para realce del pueblo.
A ver señor Esquer, este no es un pueblo, es una antigua ciudad colonial, alcaldía mayor de una provincia en la colonia y cabecera del cuarto cantón durante casi todo el siglo XIX, que incluso tuvo a su pueblo Zapotlán el Grande bajo su jurisdicción mucho tiempo ¿No se puso a pensar señor Esquer, que la arquitectura en el centro histórico de una ciudad de 473 años era demasiado valiosa para que su neófita concepción de la preservación y el buen gusto la interviniera? No tuvo la decencia de investigar a un municipio vecino que conoce y mañosamente consultó a intereses particulares ligados a lo que ya era un atentado a ese complejo arquitectónico de cuatro siglos, que después de 50 años tenía la oportunidad de ser rescatado por la demolición de un edificio fuera de contexto y anacrónico estéticamente con respecto al primer cuadro de Sayula, como el mercado municipal de Sayula. Para usted era un mercaducho de pueblo apestoso al que su súper poder de gestión, trasformaría de, calabaza podrida de la Cenicienta, en un funcional palacio de cristal para la venta de mercadería, lácteos y carnes ¿Verdad? Como cualquier otro en otro pueblo perdido de Jalisco, con los cuales seguramente sacará dividendos políticos o económicos ¿No es así? Es usted de los políticos que abren calles, vías, rápidas pasos a desnivel y carreteras sin preguntan a la gente afectada, sin consultar los parámetros de impacto ambiental, sin tomar en cuenta los causes de ríos y arroyos, ni la mecánica de suelo sobre el que se construirán las obras, sino a los automovilistas; es decir, es uno más del montón, de eso de los que ya no aguantamos los mexicanos, políticos predadores y deshonestos.
¿Y qué decir de los locales? de los que no defendieron a Sayula, los que vieron por su imagen y ambiciones. Señores, qué patético que sabiendo del espacio detrás del auditorio municipal para construir un nuevo mercado y salvar la plaza de comercio y el trazo del centro histórico de Sayula, permitieron esta violación de la integridad arquitectónica por otros por lo menos 50 años. Deleznable, humillante, triste, espeluznante actitud de sangre fría para traicionar a su pueblo por ambición vil. No es posible. Dolo, indiferencia, indolencia, ignorancia, ineptitud y por su puesto estupidez, permean este asunto.
Imaginemos esa deformidad estúpida, que sobre pasará la altura de nuestros portales, señoreando la visión del centro histórico, dejando en el aislamiento al Portal Libertad que está apuntalado y derruido, olvidado y marginado en nombre de esa tontería de modernidad. Este será el corazón, el eje de la estructura arquitectónica y el trazo colonia de Sayula que, como cereza del pastel tendrá un feo edificio remodelado del los años sesenta, ahora recargado con todo el mal gusto de estos programas de tres pesos del gobierno del estado y sus diseños horribles ¿No les da pena ser recordados por este tipo de acciones tan estúpidas en la administración del patrimonio cultural del municipio? ¡Qué barbaros!
Nadie protestó, nadie se manifestó, nadie se rasgo las vestiduras en los tradicionales medios golpeadores locales que no le perdonaban una a Campos ni a Rivas. Todos tan felices mientras Esquer se llena los bolsillos de lana y los locales sueñan con la diputación a salud del patrimonio municipal. No hubo cartas al INAH, ni a las oficinas de patrimonio del estado, no dijeron nada los del colegio de arquitectos, ni las familias de "abolengo", ni los intelectuales locales, ni los artistas sayulenses, ni las iglesias, ni los colegios  de abogados, ni los jubilados de la plaza de armas…nadie dijo nada. A nadie le importó, nadie parece estar molesto, ni sorprendido, mucho menos ofendido. La pasión por la lucha anti cañones, la pasión por la demolición del Paramo, la indignación por los altos sueldos de funcionarios, de la gasolina y la falta de medicamento en el hospital de Sayula, no se ocuparon de esto, no les interesó, no vieron la trampa en ello, lo obsoleto que resultará en unos años esa inversión y que remediar esto costará lo doble de lo que hoy cuesta remodelarlo. Pero sobre todo no vieron que la belleza de Sayula, de nuestro centro histórico y lo que este representa para nuestra identidad que recibió un duro revés con nuestra complicidad pasiva y vale madrismo, se trastocaba cobardemente: 400 años permaneció esta plaza de comercio como símbolo y parte del patrimonio arquitectónico de Sayula, y esta gente con todo el dolo del mundo, la comenzó a destruir desde 1940 que la vendieron a particulares para beneficiarse y luego en 1965, remataron con una lapida que se llama mercado municipal Benito Juárez, paradójico nombre. Hoy reconstruyen la lápida y hunden más el trazo colonial original del centro histórico y les aplaudimos o al menos no nos interesa la suerte de ese espacio, qué patético.
Y así terminamos con nuestro patrimonio, con intervenciones de mal gusto, cocheras, demoliciones, cortinas de hierro, arquitectura kich y una pasión idiota por la modernidad que ni siquiera entendemos como forma de vida, pues la confundimos con el consumismo vulgar, la suntuosidad y el lujo insultante por lo corriente y primitivo; y eso se resume en: corrupción, ineptitud, poca información y una gran apatía clásica de los pueblos con una cultura pobre.
Cuando vi la intervención al mercado municipal de Sayula, la indignación se hizo un nudo en la garganta al combinarse con la impotencia ¿Esta fue la mejor solución que pudieron encontrar para el centro histórico y los comerciantes? Tal pinta de cuerpo entero su capacidad, su habilidad de gestión, su nivel educativo y cultura, sus valores y su gusto, en pocas palabras el tipo de personas que son las que gestionaron, aprobaron y proyectaron algo así. Pensaba mientras veía cómo tanta desgracia desafiaba la belleza y la temporalidad de nuestros edificios emblemáticos que como identidad pasaron a segundo plano bajo intereses enanos de grupos de poder y personajes autoritarios. Nada se puede hacer, consumatum est.

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