martes, 20 de octubre de 2020

 Usmajac, el enigma de su ubicación 

exacta en la época prehispánica

Reportaje de Investigación de  Rodrigo Sánchez Sosa, Cronista de Sayula 



En su libro La Provincia de Ávalos don Federico Munguía plantea como un misterio el lugar exacto del asentamiento prehispánico de Sayula, la tradición oral lo sitúa en distintos lugares, de los cuales Munguía analiza la probabilidad de que alguno de ellos fuese el sitio preciso. En lo personal mi punto de vista es más radical y creo que Tzaulan o Sayula, realmente era el territorio dominado por la tlatoani y el tlatonazgo al que las crónicas españolas llamaron el señorío de Sayula a su arribo a estas tierras hace 499 años exactamente; un conjunto de asentamientos y pequeñas poblaciones en el margen de la hoy Laguna de Sayula, que estaban sujetas al control político y religioso del citado señorío (Véase "Sayula del antiguo Tzaulan al Sayula de los Pérez Rulfo"). Existe muy poco material de ese periodo, siglos XVI y XVII, para derivar con exactitud la ubicación, en algunos casos, y la extensión de los pueblos y asentamientos indígenas de esta región en ese periodo temprano de la colonización. Un ejemplo contundente de ubicaciones originales es el mapa  del siglo XVI que acompaña este texto. En el mismo vemos cómo se ubica al Uxumaxaque o Usmajac (de ahí que aún se le conosca como Chuma u Oxuma en su pronunciación original), no en el lugar que hoy conocemos sino a la mitad del camino entre Sayula y Tepec que era un corregimiento de indios es decir una población hecha por los españoles para juntar a los indígenas locales en un sólo lugar para poderlos controlar y administrar; puede que el lugar indicado en el mapa del antiguo lugar donde estuvo Usmajac fuese también un corregimiento. En el mismo mapa vemos que al lugar que hoy ocupa Usmajac, se le cita como Amatitlán, que era más bien la hacienda comprada por los españoles a la tlatoni de Sayula doña María Copaxa y al señor de Usmajac sometido a esta don Juan Canaime, como cita un documento de 1532 de compra venta (Vease "La Provincia de Ávalos" de don Federico Munguía), donde no se dice que las tierras denominadas Amatitlán, ahí tratadas y que formarían la hacienda española, estuvieran al lado o fueran parte  del asentamiento indígena conocido como Usmajac, por lo que posiblemente no lo mencionan es porque el Usmajac original no estuvo allí. Sólo podemos especular la forma de la tenencia de la tierra entre los naturales de Tzaulan y sus pueblos sometidos como Usmajac, pero resulta interesante que el documento de compraventa mencione al señor de Usmajac, es decir, parte de las tierras de esa hacienda tenían que ver con ese pueblo prehispánico. Es interesante tomar en cuenta que ciertos estudios arqueológicos de hace 20 años, sitúan al Usmajac de hace 2300 años en las faldas de la Sierra del Tigre, cerca de la hoy caseta de cobro de la autopista Guadalajara- Colima; más interesante aún es la calzada que atraviesa la laguna seca de Sayula que tiene esa misma edad y que une dos puntos: el lugar marcado por el mapa del siglo XVI y el sitio que marcan las excavaciones arqueológicas. En mapas posteriores al citado, ya no aparece en el mismo lugar Uxumaxaque sino en el actual, que era el nombre original y que luego se castellanizó en Usmajac. Amatitlán y Usmajac, no es lo mismo, al parecer el primero era el nombre de un lugar que fue vendido y del que luego se tomaría el nombre para la hacienda, el segundo fue un asentamiento humano datado de hace 2300 años. Es difícil determinar los límites exactos de este asentamiento y otros asentamientos, por lo siguiente: 

Como señala Hélène Riviére d'Arc, respecto a la ocupación del territorio de la Nueva Galicia, si la colonización de este enorme espacio revistió características originales, ello se debió a la configuración en extremo variada del paisaje, a los inmensos espacios poco poblados, pero también a los diversos géneros de vida que se desarrollaron antes de la Conquista. En efecto, si algo distinguía al espacio con el que se encontraron los conquistadores españoles fue su inmensidad, pues México, en su conjunto, es un país de sierras ásperas, secas y de altiplanicies cortadas por innumerables barrancas, valles estrechos y profundos tajados en forma de cañón ocasionados por las aguas en su camino hacia los océanos, lo que propició el aislamiento y el individualismo. Desde las estribaciones de la gran meseta central mexicana hasta la costa, el terreno va descendiendo escalonadamente a lo largo de las cuencas de los valles que antaño conformaron el centro de la Nueva Galicia, lo cual da origen a una amplia gama de tipos de climas y de tierras, según su ubicación y altitud. Las poblaciones indígenas abundantes en el sur, pero son escasas hacia el norte donde no conocieron jamás el florecimiento y la organización del imperio azteca o tarasco, a causa -sin duda- de su diversidad racial y aislamiento. Puede decirse que, si algo distinguió a los grupos indígenas asentados en el enorme territorio que conformó la Nueva Galicia, fue su amplia diversidad, lo cual implicó un aprovechamiento también diverso del medio, así como una enorme variabilidad en torno a las relaciones establecidas con los conquistadores españoles. Se conoce muy poco sobre las superficies de tierras que gozaron los pueblos de indios de la Nueva Galicia durante el siglo XVI. Probablemente sea porque los registros de la época centraron su atención en otros fenómenos, como: la pacificación definitiva, la evangelización, la exploración de nuevas provincias, el descubrimiento de vetas mineras y la asombrosa disminución demográfica de la población americana en las décadas posteriores a la fundación de Guadalajara, fenómeno vinculado a la aguda disminución de tributos. En su exhaustivo estudio respecto a la trayectoria de la Real Audiencia de Guadalajara, Jonh H. Parry destaca que el principal problema al que se enfrentaron las autoridades en materia de tierras durante el siglo XVI fue el de pacificar y repoblar tan inmenso territorio, con la entrega de porciones geográficas de consideración a los grupos de nativos que las órdenes religiosas o los funcionarios lograban congregar. Desde esta perspectiva, el asunto de la tierra pudo no ser un tema relevante, pues el inmenso territorio de la Nueva Galicia contaba con grandes extensiones susceptibles de ser ocupadas, máxime que la población indígena, en vez de aumentar, había disminuido drásticamente. Los silencios de los cronistas de la época al respecto parecen confirmar esta premisa. El documento más antiguo y detallado que indirectamente toca el tema que me ocupa es, sin duda, la Suma de visitas de pueblos de la Nueva España escrita entre 1548-1550. En esta compilación de información, conjuntada mediante los testimonios escritos de diversos visitadores de la época, existen alusiones acerca de los espacios territoriales que aprovechaban los pueblos. Aguacatlán (actual Ahuacatlán, Nayarit) por ejemplo, contaba con "dos leguas de término, y colindaba con los pueblos de Tetitlán, Tepuhuacan, y Xala"; el pueblo de Apamila, en la provincia de La Purificación, tenía "una legua de largo y menos de media de ancho"; el pueblo de Autlán, en la provincia de La Purifi cación, contaba con "tres leguas de largo por dos de ancho"; en cambio, del pueblo de Ocotique (Ocotic) se señala que tenía "pocos términos", pues confinaba de forma inmediata con Cuacuala, Contla y Suchitlán (Juchitlán), todos en el valle de Cuquío. Como puede verse con estos ejemplos, la información contenida en la Suma de visitas… apunta a que las congregaciones indígenas aprovecharon los territorios aledaños hasta colindar con otras poblaciones que estaban haciendo lo propio. En este extenso informe no existe ningún dato que aluda a títulos o licencias de algún tipo sobre los territorios aprovechados a los cuales se hace mención, lo que lleva a inferir que no se trataba de adjudicaciones del espacio aprobadas por las autoridades reales, sino de la utilización consuetudinaria de los bosques, ríos, planicies y demás elementos, tal vez con poco impacto sobre los recursos debido a lo sencillo de la tecnología indígena y al declive demográfico que experimentaron la mayoría de los pueblos neogaláicos desde mediados del siglo XVI, algunos de ellos todavía en proceso de congregarse y sedentarizarse de forma definitiva. Por ejemplo, los indios de Acatitlán, de la provincia de La Purifi cación, ni siquiera hacían casas ni tenían asiento fijo, pero, según el documento, contaban con cuatro leguas de término, el cual colindaba con Mazcote (Mascota) y Tenamaztla (Tenamaxtlán). A diferencia de la Suma de visitas…, en el cúmulo de relaciones geográficas escritas entre 1579 y 1584 prácticamente no hay información sobre las tierras de los pueblos, a pesar de contener testimonios indígenas acerca de geografía, minerología, botánica, zoología, historia, lengua, costumbres, así como estadísticas demográficas y económicas. Se conocen doce relaciones geográficas respecto a las jurisdicciones de la Nueva Galicia y la Provincia de Ávalos (se cita a parte porque no pertenecía nuestra región en un principio a la audiencia de la Nueva Galicia), las cuales dejan entrever que se atravesaba por un periodo complicado de redistribución poblacional, en virtud de la pacificación de los nativos y su aguda disminución por las pestes sucesivas que azotaron a todas las provincias. Si bien, diversas preguntas versaron sobre las características de las tierras detentadas (si eran superficies llanas, ásperas, montuosas, de muchos o pocos ríos, fértiles o con carencia de pastos, abundosas o estériles en frutos, etcétera), así como de la forma de aprovechar dichos espacios, no hay datos relevantes en torno a sus extensiones, ni testimonios que ayuden a entender más a profundidad cómo se poseía este tipo de bienes…

 La ausencia de información sobre las tierras de los pueblos de indios durante los siglos XVI y XVII es notoria también en las crónicas de la orden franciscana acerca de la conquista, el repoblamiento y la evangelización de la Nueva Galicia. Por ejemplo, se nota esta omisión en la Crónica de la sancta provincia de Xalisco, de fray Francisco Mariano de Torres, así como en la extensa Crónica miscelánea de la Sancta Provincia de Jalisco, de fray Antonio Tello. A pesar de su celo por describir a detalle las congregaciones indígenas que fueron fundadas por iniciativa de los frailes franciscanos, el trazado de sus calles, las edificaciones religiosas que se construían, el orden con el que los naturales debían regirse, sus ocupaciones principales, Tello prácticamente no dice nada sobre la extensión territorial asignada a los pueblos de indios. (fuente: "Las tierras de los pueblos de indios en la Nueva Galicia durante los siglos XVI y XVII" de Ramón Goyas Mejía.)

 

 


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