lunes, 22 de febrero de 2021

 Juan Rulfo, cómo pensaba en su tiempo el sayulense más ilustre del siglo XX

Rodrigo Sánchez Sosa.-“En junio de 1929 los cristeros tenían impresión de que estaban por triunfar cuando les llegó la noticia de los arreglos a fines de junio o principios de julio y se sintieron defraudados. A un país arruinado por tres años de guerra, a la dificultad de encontrar empleo y a la imposibilidad de readaptarse a la vida normal había de añadirse el peligro inmediato de ser asesinados. Unos pocos formaron gavillas de bandoleros al estilo Pedro Zamora, por rencor, por la inercia de la costumbre a la guerra y por la falta de trabajo; otros más numerosos volvieron a alzarse en armas. Al hacerse arreglos los cristeros tuvieron oportunidad de presentarse ante los militares para recibir salvoconducto. A cambio entregarían caballo y rifle así como otros artículos de guerra, contra diez


pesos que se les ofrecían para regresar a casa en una condición mucho peor que en 1926, con una mano adelante y otra atrás. Las cosas se pusieron color de hormiga para algunos porque esos arreglos fueron a medias y a ellos los hicieron a un lado abandonados completamente a su propia suerte. Algunos generales federales se portaron bien, muy bien, como Charis, Cedillo y Figueroa.  Charis en Colima y sur de Jalisco; Figueroa se portó tan bien que mandó al jefe cristero de San Gabriel una carta con la señora Amalia Díaz ofreciéndole facilidades y garantías para él y sus hombres. En julio el general Charis recibió con honores en Comala a las fuerzas cristeras del general Salazar con mucha fraternización. El general cristero Manuel Michel persona muy honorable conocida por mi familia, excelente y honesto administrador de haciendas antes de la Cristiada, se puso de acuerdo con la Federación para presentar su tropa y hacer entrega de sus armas en San Gabriel.  Pidió que fuese en viernes porque quería rendir armas al Señor de Amula en su día. Pero la mayoría de sus soldados no quisieron amnistiarse, 'amistarse' decían, y no querían amistad con el gobierno menos rendir armas y caballos contra un pedazo de papel y unos pesos que no servirían de nada. Se reservaban la posibilidad de empuñar armas de nuevo como si supieran lo que iba a pasar. Charis dijo a Salazar 'váyase lejos, aquí lo matarán y no por los federales; de nosotros no tienen nada que temer, pero sepa usted que estos cabrones politiquillos locales no los perdonarán'.  El odio entre cristeros y agraristas era grande y los agraristas buscaron venganza. Se redobló un odio entre agraristas y los que no habían recibido o no habían querido recibir tierras del gobierno. El odio era contra 'el agrio', 'el agarrista', 'el gorrión', 'el amigo y protegido y por lo tanto sirviente del gobierno'. Con el reparto agrario los pueblos quedaron sin carpinteros, albañiles y panaderos. El pan se volvió malo. Curiosa fue la destrucción de los oficios y de las artesanías por el agrarismo. Dieron la tierra a los artesanos porque muchos campesinos no la querían recibir de esa manera.  Los agraristas eran pésimos agricultores porque no era su oficio y se fueron de braceros al norte o a Guadalajara luego de rentar sus parcelas. Antes de la cristiada cada pueblo tenía un peluquero, uno o dos herreros, zapatero, panadero, carpintero, albañiles, tejedores de sarapes, curtidores. Hoy cada quien se las arregla en familia. Es algo del Occidente de México, no sólo al sur de Jalisco. Se dio y se sigue dando un fenómeno de concentración urbana selectiva. Los primeros en salir de los pueblos fueron los obrajeros. Las pieles se venden hoy 'en crudío' ya que no hay quien las trabaje.  La novedad, consecuencia de lo mismo fueron las cantinas y los billares; antes uno compraba alcohol en las tiendas, no había ni cerveza ni refrescos. De San Gabriel salieron seiscientos hombres para la cristiada, casi todos los que tenían edad de pelear. Regresaron para quedarse sólo unos cien. Los otros habían muerto durante los tres años de la guerra o se escondieron en Guadalajara y Los Ángeles. Después de los arreglos Los Ángeles se llenó de mexicanos; la gente se agrupaba por pueblo, en tal calle pura gente de San Gabriel, en la calle siguiente pura gente de Etzatlán.  Fue un sálvese quien pueda, una dispersión general. Muchas rancherías quedaron despobladas y varios poblados son pueblos fantasma. Mi pueblo nunca se repuso por la cacería contra los antiguos cristeros. Eran buenos para correr y esconderse. No hubo mucho agrarismo antes de Cárdenas. Los agraristas que combatieron a los cristeros de mi región venían de Michoacán. Apulco fue repartido en 1936 y los agraristas que solicitaron reparto no eran de Apulco sino de Tonaya municipio de Tuxcacuesco. Los de Apulco tuvieron que salir como braceros hacia la costa y a Estados Unidos. En los Altos zona de pequeñas propiedades, el agrarismo entró poco; en el sur había comunidades indígenas que sufrieron las Leyes de Reforma. Algunos individuos empezaron a introducirse como comerciantes, luego prestaban dinero y cuando la gente no podía pagar obtenían la tierra. Un abuelo mío compró la hacienda de San Pedro a una mujer de Zapotlán, dueña de casi todo el sur. Así se formaron haciendas que luego entraron al ciclo de arrendamiento, medieros, pequeños propietarios, rancheros, así cuenta Luis González de su pueblo San José de Gracia.  Esos comuneros indígenas fueron cristeros; los del Volcán de Colima que en la ciudad llamaban 'indios mecos'. Jiquilpan era indio y comunero, y fue despojado por los Pinzón de la hacienda de Buenavista; San Gabriel y Tonaya eran criollos. Dionisio Ramírez de San Gabriel era hijo del administrador de Buenavista: después de 1929 se fue a México y fue comandante de policía; quería comprar lo que quedaba de la hacienda y finalmente lo logró, fue la obsesión de toda su vida. Había sido cristero. Mexicali, Tijuana y toda California están pobladas por descendientes de cristeros.  Del sur de Jalisco los cristeros fueron a Tijuana. La mitad de los de San Gabriel viven ahí con hijos y nietos, lo mismo los de Tolimán, Zapotitlán, Tuxcacuesco. La ola de emigración cristera de Jalisco, Colima y Nayarit, fue en aquel entonces el 80% de los mexicanos de California. Otros cristeros para sobrevivir se remontaron en el viejo cráter del Nevado de Colima a vivir en cuevas y grutas como trogloditas. Eran cazadores y con sus 30-30 mataban animales que venían a comer sal y a beber 'agua de leoncillo' --agua de nieve derretida--. Era un ganado remontado, cimarrón. Hacían cecina y bajaban a Zapotlán a venderla con las pieles. Les decían 'salitreros'. Entre el Nevado y el Volcán hay un arenal sin agua y una barranca muy estrecha a la que le dicen la 'barranca del muerto'; es un pasaje natural que deja pasar apenas un hombre. Los cazadores cuidaban ese paso para venadear a los animales. Conocí a un capitán federal Castillo, 'El Pelón' del 38° Regimiento de caballería del general Manuel Ávila Camacho acuartelado en Sayula con mi tío, el capitán Pérez Rulfo. De los jefes cristeros conocí a Michel, Bouquet y Degollado. Viví el levantamiento cristero. Los cristeros tomaron San Gabriel y a los pueblos sin guarniciones. Soplaban en sus cuernos y el saqueo iniciaba. San Gabriel fue tomado la primera vez cuando ni se sabía que la guerra había empezado. Bouquet era un general cristero audaz y muy hábil pero fracasó en sitiar Tapalpa frente a Sayula retirándose a San Gabriel donde 'El Pelón' Castillo lo corrió. Después de los arreglos volvió a levantarse a favor de Vasconcelos y lo mataron. Entonces la riqueza de una tienda se medía por sus puertas. En San Gabriel había hasta de ocho puertas; cada una tenía su especialidad. La prosperidad murió con la cristiada y nunca se recuperó. Antiguamente Sayula era bodega del sur y cabeza de la cordillera de los arrieros. Controlaba hasta Autlán y más allá a la costa de Cihuatlán. Sayula ha sido dejada de lado por la nueva carretera y está en plena decadencia. El regimiento ahí sigue como vestigio de la grandeza pasada. Parece que Cárdenas quiso destruir la propiedad en esa región tan cristera. Dio la tierra a quien se presentaba; los verdaderos agricultores, medieros, arrendatarios, peones se quedaron como campesinos sin tierra y engendraron el bracerismo. 35 años después, la situación cambió en el sur al surgir grandes propiedades colonizadas por gente de los Altos de Jalisco. Zapotitlán quedó arrasada por el capitán Pérez Rulfo y el cuartel general de los cristeros. El cristero Michel era administrador de la hacienda de la viuda de Rulfo y arrendatario de la hacienda de San Pedro limitando con Colima, al sur de San Gabriel. Cuando se levantó en armas, los peones lo siguieron. La situación de mi familia fue difícil atrapada entre la Iglesia y el ejército, además de los cristeros. El curato de San Gabriel era el cuartel de los federales." (Jean Meyer , Juan Rulfo sobre la cristiada)  

Diálogo entre Juan Rulfo y José de la Colina, transcrito de sus diarios:   José encuentra a Rulfo una tarde, solo, tomando una Coca Cola, en una de las "caballerizas" del café Chufas de López y se presenta ante él. - ¿Usted escribe? -, dice Rulfo. -Estoy tratando, dice José. -¿Y qué escribe? -Cuentos y también he empezado una novela. -Le voy a dar un consejo, si de veras quiere ser escritor mejor no se junte con escritores, es lo peor si quiere escribir, no se junte con escritores, no ande en las capillitas de los intelectuales, los intelectuales de horita son putos, y cuando no son putos son pendejos, pero quesque muy cultos, y no lea a los de aquí, lea a William Faulkner, lea a Ramuz, lea a Guimaraes Rosa, esos sí le van a servir. -Yo he leído una cosa de Ramuz. -¿Qué cosa? -El gran espanto de la montaña. -Esa es muy buena, lea Derboranza, es todavía mejor, ¿y a qué horas escribe usted? -Pues a cualquier hora. -No haga eso, hay que disciplinarse, la mejor hora para escribir es temprano en la mañana, cuando están sosegados el cuerpo y el cerebro y cuando usted está solo, usted y su alma, después anda usted en sus trabajos y con la gente y ya usted no es usted, y peor si va con los otros escritores y con los intelectuales, entonces ya no tiene uno remedio, se puede hasta volver joto. (Rulfo le invita un refresco.) ¿Usted cómo se llama? -José de la Colina. -Ah, es hijo del diplomático. -No… -Ah, del empresario este de la lucha libre, pero no parece usted mexicano. -No, yo no nací aquí, en España. -Con razón se me hizo tan blanquito, como que no le da mucho el sol, ¿no? (José piensa que tampoco Rulfo se ve muy moreno, no parece ni indio ni mestizo), ¿y se le da fácil la cosa de escribir? -A veces estoy de racha y escribo muchas páginas de seguida, pero otra me atranco. -Le voy a dar otro consejo, cuando esté enrachado, mejor párele después de un rato, las rachas son muy engañosas, escriba bastante y cuando se sienta usted genio, cuando se le figure que está haciendo la novela más grande de todas, ahí ponga punto, deje de escribir ese día, y al día siguiente no se ponga enseguida a escribir, mejor haga ejercicio, salga a caminar, haga hambre, cómase un buen bistec, vuelva a caminar, y sólo entonces, si tiene ganas de escribir, pero sólo si de veras tiene ganas, ora sí, póngase a escribir. (No sabe qué decirle a Rulfo, le parecen muy extrañas, muy poco literarias estas cosas de hacer hambre y ejercicio y devorar bistecs. Pregunta cualquier cosa.) -¿Y qué hace cuando uno se atranca? -Cuando se atranca es porque ya le tocaba, así que mejor no insista, váyase a dormir o a pasear, y cómase un buen bistec, y no lea ni ande con escritores e intelectuales, espérese a volver a sentir las ganas de escribir, no se fuerce, sobre todo no se fuerce, ¿en qué trabaja usted? -Hago programas de radio. -No me diga que es usted locutor. -No, los escribo. -No se lo aconsejo, lo mejor es tener un trabajo que nada se relacione con escribir, lo que sea, carpintero o chofer de camión, o padrote, o caco, lo que sea, ¿ha leído a Faulkner? -Hasta ahora no. -No haga caso de que sea gringo, es el más grande novelista de este siglo, ¿usted lee inglés? -Algo, muy poco. -Entonces lea a Faulkner en una buena traducción, nomás que no vaya a ser argentina, esos argentinos son unos cursis y unos pedantes, dicen garantido y pollera y siempre están llorando con sus tangos, y no lea a Borges, ese es un argentino como elevado al cuadrado, no le crea a Arreola, Borges es la peor calamidad de la literatura en castellano, no lo lea ni lea Sur, ¿a usted, qué escritores le gustan? -Valle-Inclán. -Muy bueno, solo que no lea Tirano Banderas, es un puro relajo, no se sabe si los personajes son mexicanos o peruanos o de la Patagonia, lea las novelas de las guerras carlistas y las Sonatas, ¿y qué otras cosas lee? -Ramón. -¿Cuál Ramón? -Ramón Gómez de la Serna. -No lo lea, ese escribe puras babosadas, ¿y qué más? -Ahora estoy leyendo a Saroyan. -Es bueno, pero es muy blando, muy empalagoso, a cada rato sus personajes están llorando y haciendo babosadas, mejor lea a Erskine Caldwell, pero nomás no se empache de puro leer, el empacho de lectura es peor que el empacho de comida, haga ejercicio, el alpinismo es muy bueno, pero de cualquier modo salga de la ciudad, las ciudades matan a los escritores, están llenas de intelectuales y escritores, ¿usted es de los refugiados? -Sí. -Pero no estuvo en la guerra, está usted muy guayabito. -Pero me tocó la guerra. -Escriba de eso, escriba de cosas fuertes y que usted haya vivido, no le crea a Arreola (José entonces no tenía idea de Arreola), horita todos quieres escribir como Arreola y Borges, quieren hacer literatura de encajitos, pura mariconería.


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