lunes, 22 de febrero de 2021

                    Política y rock.

A mi hijo Ahmed. 

Rodrigo Sànchez Sosa.- Ahora la imagen del rock se explota hasta en los canales para niños como Disney chanel. Este concepto que creció para rebasar lo meramente musical y rozar las pretensión de arte, intelectualidad y hasta ideología en su evolución de 5 décadas, fue reducido a una caricatura inofensiva, y el cliché de sus personajes torcido para adaptarlo a formas grotescas y hasta estúpidas.  El rock surgió como un ritmo allá por los años cincuenta del siglo pasado y entró en una decadencia como movimiento cultural en occidente alrededor del año 2000. Como ritmo no era más que otra moda, hasta bailable, lleno de melcocha romanticoide que estaba destinada a desaparecer.  Sin embargo, la actitud de sus intérpretes le dio un aura muy diferente e impidió que fuera un producto desechable más del consumismo. La irrupción de esta fusión de música negra con modos folk de la música blanca de EU, se dio en el contexto histórico que originó la llamada brecha generacional derivada de una de las guerras más devastadoras de la historia de la humanidad, la segunda guerra mundial. La decadencia del sistema de valores de la generación inmediata anterior a los años cincuentas, provocó una rebeldía de la generación subsecuente. La barbarie de la guerra que había generado pesimismo generalizado, se manifestó en los jóvenes de entonces en forma de resistencia al orden adulto de la sociedad, aunque de una forma ingenua en un principio. Los adultos escandalizados los llamaban "rebeldes sin causa", como si los entre 60 y 100 millones de personas que murieron en el mundo por la guerra no fuera causa suficiente  para rebelarse contra la moral y el sistema que perpetró esta barbarie. Estos "rebeldes"


adoptaron la estridencia en su actitud como una forma de resistencia al mundo adulto y se diferenciaron de él, adoptando formas propias en el vestir, el hablar, el asociarse y hasta en la música que escuchaban. La música que escuchaban los adultos y los jóvenes en occidente era la misma entonces, las formas del vestir y el actuar entre generaciones solo eran diferenciadas por la niñez como etapa, los jóvenes y los adultos salvo la inmadurez de los primeros, no entrañaban gran diferencia en su imagen y gustos en una sociedad controlada por el autoritarismo del patriarcado ortodoxo y su método de vigilar y castigar. Todo esto sufrió un colapso luego que los efectos sociales de la guerra se hicieron presentes en occidente donde el individualismo de la ideología liberal no permitió que de forma eficiente se justificará la tragedia en nombre de un mejor mundo. Las contradicciones quedaron evidenciadas sobre todo para aquellos cuyo adoctrinamiento y condicionamiento social era incompleto,  como los jóvenes de ese país.  En ese contexto nació este ritmo bailable surgido del blues, que la sociedad de consumo aprovecho para hacer dinero sin reparar en el conflicto moral que para los adultos significaba el mismo. Los adultos la calificaron de ruido insoportable y de mal gusto.  Tanto el ritmo como la actitud evolucionó de los salones de baile afroamericanos y luego los barrios blancos de clase media donde comenzó, hasta su complejidad estructural armónica, melódica y rítmica.  La temática de sus letras pasó del discurso adolecente a la complejidad de la protesta, el cuestionamiento filosófico e ideológico, hasta la pretensión poética e intelectual.  La música siempre ha sido un catalizador de movimientos sociales y este fue el caso: durante los años sesenta cuando la lucha por los derechos civiles en EU y la efervescencia revolucionaria en todo el mundo el rock se volvió factor importante que comenzaría a tomarse en serio políticamente por su capacidad de convocatoria: 500 mil personas convocó en 1969 el icónico concierto de rock de Woodstok en EU. En México dos años después un concierto análogo que se llamó "Avándaro" convoco a 300 mil personas jóvenes, algo que puso a temblar al autoritarismo priista que gobernaba México el cual venía de la masacre del 68 y junio de ese año. En contraste esta música se convirtió en un fenómeno de consumo en occidente.  La política y el mercado tuvieron que lidiar con este peligroso fenómeno social, peligroso para el estatus quo pues su naturaleza tan compleja no permitía un control del mismo que en esencia era un cuestionamiento y un desafío a esos poderes. Como siempre los poderes fácticos le apostaron al desgaste, y ya desde aquel concierto de los Rolling Stones en 1969 donde una persona fue apuñalada por la gente de seguridad, se vio lo vulnerable que era el idealismo tras esta música que entonces pregonaba Amor y Paz, el mismo John Lennon dirían su célebre frase al respecto: "the dream is over", el sueño terminó.   Pese a que alcanzaría rangos de expresión estética y técnica que incluso la fusionaron con la música clásica y sus letras terminarían siendo reconocidas como literatura cuando en  2016 el músico estadounidense Bob Dylan ganará el nobel de letras; el rock, terminó para el año 2000 desgastado y prácticamente desapareció. Desde entonces su relevancia política, resistencia al sistema y alternativa a la forma de vida impuesta por la injusticia fue irrelevante para las nuevas generaciones. Para el mercado este producto y su industria a medida que perdían interés, se volvió obsoleto, fuera de moda y no rentable frente a las nuevas modas inocuas de la música, diseñadas para consumo masivo como el rap, el tramp, el regeeton que imitaban la rebeldía pero servían a los intereses del poder factico global. El rock desapareció de los reflectores, volviendo inofensivo lo que durante 50 años fue una amenaza.  En México la historia tuvo sus variantes debido a lo poco evolucionado del mercado de consumo y la moral católica. El rock inofensivo de los Enrique Guzmán,  Cesar Costa y Alberto Vázquez, con su versiones al español de éxitos gringos de baladas y timorata rebeldía casi ñoña, fue la versión que se palomeo moralmente, contrastando con los grupos mexicanos más acabados técnica y conceptualmente que participaron en 1971 en el Festival Avándaro ya citado, los cuales estaban a la par de grupos del genero en el mundo. Mientras EU e Inglaterra hicieron crecer su PIB y se beneficiaron en su presencia cultural en el mundo gracias al rock, México lo proscribió, persiguió y reprimió, hasta que a finales de la década de los ochenta del siglo pasado, desde España, vino una propuesta de negocios al respecto: "Rock en tu Idioma" y se introdujo al marcado mexicano una forma de explotar esta música y de pasó controlar el fenómeno que pese a la represión crecía  amenazando además de la moral tradicional a los poderes políticos y al monopolio de la industria de la música en México. Existieron algunos garbanzos de libra, pero en general "Rock en tu idioma" fue propuesta chatarra. Al final los intereses se impusieron y el rock de calidad en México no prosperó más allá de los calabozos donde se le confinó. Se terminó con movimientos comerciales irrelevantes y mediocres. Por otro lado el perfil salvaje de ese movimiento se cooptó por una apología del crimen: el mundo del tráfico y consumo inconsciente de drogas y la violencia irracional desde otro ritmo también importado, el rap, y sus subgéneros desde los más violentos a los más ridículos (por lo tanto indistinguible esencialmente de los narco corridos). El potencial de este movimiento que en un principio se fusionó en sus variantes más críticas con una búsqueda de justicia social como lo demandaba su contexto, se erosionó y se eliminó: las nuevas generaciones, en su mayoría, de mexicanos, encontraron su identidad generacional en el rap gang y los narco corridos, y en el peor de los casos en Gloria Trevi. El perfil de lo público como de lo comercial está en estos parámetros cuando hablamos en México de una formación política generacional desde hace mas de 20 años. De ahí que la continuidad del cambio de paradigma que prometía este movimiento no exista más, y su referente sea una caricatura grotesca. Sin embargo el legado de este movimiento cultural en México no ha muerto y el poder de este rebasa mucho a la Trevi y sus discípulos; aquí un ejemplo descrito por el ícono de los escritores de este movimiento cultural en México: 

1983, en una ratonera enanísima, junto a la glorieta del Metro Insurgentes (en la CD de México) y de nombre Wendy's Pub (ni modo), Rodrigo González canta todas o casi todas, las noches. Los viejos rockeros El Borrado y El Cartucho me dijeron que la onda de este maestro estaba buenísima, incluso me cantaron cachos de sus canciones, así es que fui a verlos tan pronto como pude, porque es rarísimo que un rocanrolero se exprese tan entusiastamente de otro. Rodrigo González tiene treinta y dos años, se inició en la música y en las ondas de la onda en Tampico, donde nació, pero también la ha rolado por varias partes de la república; en la capital ha huaracheado el pavimento con su guitarra a cuestas; y después trabajó en el teatro, musicalizando obras. Es un cantante y compositor nato. A los primeros versos de su rola sobre la estación Balderas del metro, yo, como todos los asistentes nos hallábamos francamente cautivados. Rodrigo compone sus propias canciones (aunque a veces se echa dos tres del Three Souls in My Mind) y ha logrado lo que para mí es un portento: hacer que el español suene perfecto, deveras natural, en el rocanrol. El Tri ya andaba muy cerca, de hecho lo había logrado muy bien en varias rolas, pero con las letras de Rodrigo (inteligentes, maliciosas, provocativas, poéticas) se puede afirmar que el español-mexicano es perfectamente idóneo para el rock. Quienquiera que haya presenciado los esfuerzos para que se lograra, ya que es esencial para el desarrollo de un verdadero rock mexicano, tendrá una idea de lo que significa. En un principio se me ocurrío pensar que Rodrigo González era nuestra versión de Bob Dylan con sentido del humor. Rodrigo se enfrenta al público sólo con su lira y su armónica. Canta con seguridad, con una buena voz que lo mismo pasa por sonoridades más o menos ortodoxas como después se agandalla o se deja ir en el sentimiento, en lo puro rocanrol. Con su voz, presencia, lira y armónica, Rodrigo González arma un show notable, en el que abundan las sonrisas, las complicidades, el buen ritmo y el gustito de compartir a la perfección las andanzas y muchas de las aventuras urbano-realista-metafísicas de este maestro que maneja los matices notablemente bien. En estos días se ha hecho (relativamente) popular su rola sobre "el ET", que para Rodrigo claro, es el Ete: "No es el pájaro uyuyuy, pero llegó del cielo, es el Ete, que a donde quiera se mete, que a las mujeres somete; cierren puertas y ventanas, escondan a sus hermanas, ahí viene el Ete!" El ritmo es de lo más sabroso y eficaz, como el ingenio de la letra. En la misma línea alburero-provocativa se halla esta canción: 

"No sé por qué no me las prestas, si te hago regalos y te llevo a fiestas, te llevo a comer al mejor restorán, te llevo en mi carro hasta Atizapán, oh yo no sé por que no me las sueltas, si te aviento rollos y te doy mil vueltas, hasta cuaderno soy de tus papas, le doy pa sus chela a tu hermano el rapaz, no sé por qué no me las prestas, no sé por qué no me las das.”

 Erosionados lectores, tendrán que soportar la siguiente y patriótica advertencia: ¡Abusados! La Aparición de Rodrigo González es muy significativa, y por eso no titubeo en desencadenar mis optimismos más molestos: si, ya hay en México quien domina el rock y sus diversos niveles, y que a la vez expresa sin dificultades el ingenio y la mejor cultura popular mexicana, como Cri Cri o José Alfredo Jiménez, puede afirmarse que nos hallamos en el umbral de un buen momento del rock mexicano. Ya nos lo merecemos, por otra parte. El que el rock finalmente sea expresión natural de las necesidades y proposiciones de muchos chavos, no por fuerza de clase media, implica, tachún tachún!, avances notables a veces en la sui generis, incontrolada, bendita y maldita revolución cultural que hemos estado viviendo desde 1968. Con Rodrigo González tenemos ya, de entrada, un rock más complejo, crítico, inteligente y muy mexicano." "Rockdrigo", Crónica de José Agustín (1983). Fragmento extraído de su libro: "Contra la corriente"  México: Diana , 1991.


No hay comentarios:

Publicar un comentario