lunes, 12 de septiembre de 2022

 EDITORIAL: Para rememorar el día de la desaparición forzada.

En una calle llamada Calzada J. Jesús González Gallo en Guadalajara, y en una barda del perímetro del parque del mismo nombre, había una inscripción escrita con una fuente de letra tipo cholo en un grafito que rezaba: "Dios me mató y me sepultó en este mundo".

¿Qué exasperada composición de oraciones expele o escenifica ese grafiti?

La desesperanza de un renglón social olvidado y perdido; ante un mundo donde sólo se vive como un ser con movimiento, sin vida plena ni dignidad.

Pero, cuando el dolor es de la clase privilegiada como de Diego Fernández de Ceballos, Vicente Fernández hijo, Laura Zapata y Ernestina Sordi, Isabel Miranda de Wallace; entonces es fuerte y se escucha en diferentes niveles de gobierno, inclusive es acentuado para ser atendido. Se unifican los poderes económico y político para resolver lo suficiente y necesario, cambian leyes, reglamentos y estamentos para resolver la causa; investigan sin pereza y a fondo para procurar la justicia verdadera; el caso del jefe Diego fue tan acertada y efectiva que en proceso exprés extraditaron a Raúl Julio Escobar (comandante Emilio) desde la república de Chile. Ponen todos los elementos logísticos en agitación, la PGR mexicana movió a la AIC chilena para lograr su detención en poco tiempo.

Pero si es de clase no privilegiada como el 97% de la población afectada y los cuáles según datos de la ONU únicamente han sentenciado a 35 personas. Las autoridades lo consideran como no grave, porque son secuelas de una mala vida o que es un proceso normal en ese nivel de gente y lo desembocan todo en la delincuencia y el mal vivir para que, de esta manera la burocracia se olvide del padecimiento. Por lo tanto, no es atendido o es mediatizado disminuyendo su impacto llevándolo en ocasiones al escarnio o diversión; o es atenuado y acumulado como carpeta de investigación que al tiempo desaparecerá de los mapas de la información y tal vez hasta de las estadísticas de desaparecidos.

Cualquier reclamo se mira con hastío, desconfianza y pesimismo, como si viniese de una clase malvada y repugnante, considerando que siempre hay un señuelo y abuso en el fango del fondo de la queja. Como es el caso del reclamo de los familiares de desaparecidos en Jalisco al gobernador Enrique Alfaro (nota Canal 44 del 22 de marzo 2022) coreando que no fuera indiferente; acto seguido espetó "si me siguen gritando me voy" y se fue.

Y no se les busca porque dentro de las esferas de gobierno, una de las variantes sociales es la gente de la política que siente la desconfianza de los desamparados, están encapotados en su anquilosado poder burocrático y legal; como humanos no se avergüenzan de sus malos procesos a sabiendas que causan perjuicio moral de familiares y víctimas.

Triste destino nacer en condición de pobre; los más favorecidos sugieren consuelo diciendo: "el que nace pa maceta, no sale del corredor´".

Para la búsqueda fatigosa y que parece inalcanzable de las y los desaparecidas y desparecidos, los esfuerzos que se realizan son por iniciativa de los familiares como el colectivo Jóvenes desaparecidos de Sonora, madres buscadoras, grupos de ayuda y orientación de origen civil; pocas y muy obligadas son las instituciones que por ley ofrecen soluciones en los diferentes niveles de gobierno como la Comisión Nacional de Búsqueda.

Las entidades responsables oficiales siempre actúan a contracorriente, perenemente después del cabús del tren de la indiferencia, que con pesada marcha no sube a ningún pasajero que no tenga boleto de clase "especial".

Qué decir de los delincuentes, la proporción de desventura que causan es inadmisible, viven en aguas cenagosas, no conocen la luz ni la luminosidad de la felicidad satisfactoria, tienen involuntariamente un pensamiento enfermizo y permanente, de instintos criminales que a su paso deja un hedor de muerte. Solapado por políticos encumbrados y que conscientemente forman parte y/o irresponsablemente son cómplices.

La actuación de las entidades gubernamentales sigue cavilando y actuando en términos del orden jerárquico, si el de arriba no piensa o hace, nada se realiza, nada se mueve.

Es necesario que haya leyes que obliguen a las autoridades a reconocer, respaldar, apoyar e instrumentar a la sociedad, mostrar el acuerdo con acciones y legislaciones para que los ciudadanos organizados tengan injerencias, derechos y poder en la búsqueda, identificación y de ser posible: una certificación por técnicos competentes de dictámenes forenses con validez jurídica.

Falta esa pieza que debe ajustarse en los procesos de los desaparecidos.

(Moises Zepeda Gómez/ Para Horizontes.)


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