martes, 7 de febrero de 2023

                     Política y análisis.

Por Rodrigo Sánchez Sosa

Como crítico y opositor a este nefasto gobierno de Daniel Carrión, presidente municipal de Sayula desde 2018, algunos creen que me extralimito, que "debo" dicen, dejarlo en paz, que me veo mal citándolo todo el tiempo y criticándolo, que nada me parece y que se ve que mi disenso con él es personal. Intentaré demostrar aquí, en este espacio, que el presidente de Sayula, representa, como figura pública, uno de los peores errores que se puede permitir el sistema democrático que practicamos hasta donde nos deja la corrupción y el poder que en Jalisco es sinónimo. El primer edil de Sayula es ejemplo perfecto de un sistema decadente  e inhumano diseñado para engañarnos y desmantelar todo lo que represente el bien común en favor del beneficio individual de unos cuantos. El que me "vea mal" criticando a este personaje es prueba irrefutable de que el engaño funciona y nos hemos creído que la destrucción del patrimonio común por quienes son supuestamente exitosos y tienen meritos, es justificable. Y esto incluye a los exitosos empresarios locales que "crean" riqueza y empleo en el municipio y sienten al igual que los políticos, que tienen merito por ello; mire usted: 


Nuestras élites económicas y políticas, creen haber llegado a serlo por sus propios méritos y desprecian a los perdedores, los llaman "ardidos", "envidiosos", "malos", "conformistas", "flojos", "mediocres" y se ríen de ellos, como lo hace el presidente municipal abiertamente en redes, y algunos emprendedores locales con y sin éxito (que es lo paradójico del caso), en privado. Pero, estos presuntuosos no son mejores sino oportunistas, porque se aprovechan de la falta de oportunidades para todos, tampoco, como creen, son buenos administradores de lo público ni gestores de riqueza comunitaria, porque en Sayula aumenta la desigualdad y las clases medias se empobrecen, hasta ellos deben trabajar en los invernaderos como jornaleros para mantener su estatus social. 

El desprecio de lo que llamaremos la meritocracia local, por los perdedores (que somos todos los demás que no formamos parte de la elite dorada en Sayula, que no nos dejamos seducir, ni estamos de acuerdo con ellas atreviéndonos criticar y señalar sus abuso y tonterías) alimenta el resentimiento popular que cada vez más se manifiesta en redes sociales contra quien nos mal gobierna. La respuesta a esto por parte de los del poder local es el refuerzo de la digitalización de la política en  redes sociales al aislarnos a los sayulenses en bandos enfrentados, quienes admiran al presidente municipal y a los exitosos empresarios locales y quienes los denunciamos en sus abusos contra la comunidad.  

Las elites quieren que alabemos al exitoso, y nos parece justo pensar que alguien debe ser reconocido por su esfuerzo que lo llevó al éxito, que es digno de mérito. Es decir una democracia y un estatus quo del mérito, los que nos gobierna y emplean no solo son los mejores sino que se lo merecen como nosotros merecemos la suerte de sus abusos y despojos por no ser exitosos, ricos y líderes sociales con un puesto de poder en el ayuntamiento; no hicimos meritos, no nos preparamos, no estudiamos, no nos esforzamos. Merecemos el castigo de su tiranía y no les debemos más que admiración, respeto y sumisión. Cualquier otra cosa "se ve mal"…

A ver, a ver, vamos por partes: Sufrimos una élite meritocrática que se cree mejor que nosotros por haber llegado al poder en una carrera de esfuerzo y talento que intentan convencernos de que ha sido justa. No lo ha sido. No lo es. Quienes hoy mandan no lo hacen por mérito ¡Claro que no! Se han beneficiado de un sistema injusto; no hay igualdad de oportunidades. Reflexionemos, estos que se creen semi dioses por su mérito, asumen que es el esfuerzo propio y no el ajeno lo que los encumbró, no se deben más que así mismos; no se sienten obligados por ello a sentir empatía ni por sus gobernados ni por sus empleados o clientes, aún menos con aquellos que consideran, no los une una relación de conveniencia, como los que no votan por ellos o no les sirven para hacer negocio.

Estos mismos no pueden negar que su talento en los negocios o su simpatía natural, no es un merito propio sino cuestión de suerte, no les costó esfuerzo alguno de admirar. Por otro lado, el talento no basta, son necesarios los demás para consolidarlo, primero los padres, los maestros, los amigos, los conocidos, los votantes, los empleados y los clientes, la mayoría de los cuales terminan despreciados porque los divinos meritócratas creen que su éxito es  exclusivamente propio. La pregunta es ¿Cómo se puede esperar de quien desprecia sin reconocer merito a los demás en su éxito, un beneficio comunitario? No se puede, esta gente cree que el abuso a sus gobernados, sus empleados y clientes son justificados porque ellos, seres especiales, elegidos, "los buenos" como diría Daniel Carrión en el evento de día de Reyes el pasado 6 de enero; lo merecen. 

Esta gente crea una sociedad aristócrata donde no solo se comparte el poder y el dinero con la familia inmediata sino que se hereda el poder del mérito, allí está Daniel Carrión candidateando para la presidencia municipal de Sayula en 2024 a su hermana con una campaña que ya comenzó ilegalmente desde hoy o los linajes que comienzan a preparase entre los exitosos empresarios locales cuya fortuna y capital se perfila de forma dinástica por herencia ¿Dónde está lo justo, lo democrático, lo moral socialmente…lo meritorio? ¿Los hijos y los hermanos traen el merito en la sangre? Eso no es democracia ni justicia social.  

Lo que sigue es preguntarse ¿Por qué entonces la gran mayoría contribuimos a su éxito, pese a nuestro resentimiento por su desprecio (acordémonos aquí de la actitud de Daniel Carrión frente a las ciudadanas de Fonhapo cuando le exigían el servicio de agua potable, que todos vimos en el vídeo; o el "mejor pónganse a trabajar" del molesto gobernador Enrique Alfaro a quienes protestaban por la destrucción del patrimonio en Sayula en una de sus vistas al municipio. Desprecio puro y duro) y el daño que nos causan socialmente, y los admiramos? Fácil porque compartimos el ideal de la meritocracia con ellos y aceptamos su tiranía. Su gran mentira nos parece lógica, creemos como ya dijimos antes, que alguien debe ser admirado por su meritos y éxito personal, y que eso justifica todo. Falso sentido común sembrado en nuestras mentes. 

No hay tal, ni merito, ni talento, ni capacidad, ni humanismo desinteresado y altruista, es puro cuento: si no hay votos, negocio o dinero para ellos, no se involucran, no les importa; un ejemplo,  ¿A caso vio a usted a Daniel Carrión como voluntario en el hospital comunitario Soledad O de Ávila Camacho durante la fase más dura del COVID en Sayula, o a los empresarios que con él donan dadivas míseras a las sociedad hoy, arriesgar el pellejo en la pandemia trabajando en el surco, el taller o el mostrador para mantener la producción de alimentos que es la principal actividad económica del municipio y que no paró durante el asedio del virus al país? No ¿Verdad? ¿Qué es más importante en una pandemia el que produce y distribuye con un esfuerzo físico o el patrón que se beneficia de ese esfuerzo y hace negocio con él? ... Ya lo vimos en la pandemia, un doctor era más importante que Cristiano Ronaldo. Los méritos también son valor de mercado no valor real, nunca un medico ganará ni la mitad que el engreído futbolista, pero este no podría salvarse ni así mismo del contagio de una enfermedad peligrosa, menos a los demás, su utilidad social en ese contexto y casi todos es cero…

Las elites creen y nos hacen creer que  su éxito es mérito suyo tras una buena universidad, relaciones, política...Creen que mandan por ser los mejores y que los demás no se han esforzado como ellos y son más tontos y flojos. Algunos de los méritos que vio el votante en Sayula de Daniel Carrión fueron: que era joven, algo en lo que no tenía él mérito, todos somos, lo hemos sido o lo seremos alguna vez; ser líder, aunque, de la FEU, remite a un mérito poco honorable; ser universitario, aunque nunca nos enteramos de sus calificaciones ni promedios sobresalientes, los cuales no se requieren para ser líder de la FEU los que estudiamos en la U de G sabemos perfectamente; y tener carisma, otra característica de una personalidad que no se adquiere por esfuerzo y dedicación. Nunca se habló de su capacidad y experiencia para el puesto de alcalde de una ciudad media, ni de él ni de su equipo que infló la nómina hasta volverla impagable, como el año pasado el mismo presidente municipal admitió; se habló de sus "méritos" nunca de sus capacidades (ni trabajo tenía ni tuvo antes de ser presidente), lo merecía por ser él, nada más.

Nos gobiernan jóvenes universitarios se dice en su favor. Se ha sobre valorada la educación como competencia, se estudia para acceder a la meritocracia, los universitarios adquieren el titulo para obtener un trabajo que los haga exitosos sintiéndose los únicos artífices de su éxito sin deberle nada a nadie, aunque haya estudiando en una universidad pública, es decir pagada por lo impuestos de todos. La universidad es una vía de formación y aprendizaje; pero no debería ser la única; y no debe ser, sobre todo, la expedidora del pasaporte hacia ese sentirse superior por un título. ¿Qué le falta a la universidad ahora? Formar para el bien común no solo en pretensión, sino en valores y no solo para beneficio individual, sino para el servicio a la comunidad; porque cuando la universidad no lo hace -y ahora no lo hace la U de G- forma engreídos que retuercen el sistema en su único favor y beneficio. 

De esa estirpe es Daniel Carrión.   




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