sábado, 11 de junio de 2011

Infamia a Temaca
Enrique Ibarra Pedroza
“Quiero tener mi derecho a vivir donde yo quiero porque soy un ser humano, solo a los animales se les mueve de un potrero a otro sin tomarlos en cuenta”. Esa expresión que José Merced Arámburu Gallo, habitante de Temacapulín les dijo a los funcionarios federales el pasado miércoles [La Jornada] cuando estos sentenciaban la desaparición de esa y otras dos comunidades alteñas, muestra la impotencia, rabia y frustración de quienes se oponen a ser desplazados por la fuerza por la construcción de la Presa el Zapotillo. Ese día en Tepatitlán, José Luis Luege titular de Conagua y Juan Marcos Gutiérrez, subsecretario de gobernación dieron por terminado el montaje escenográfico y el simulacro de diálogo que meses atrás habían instaurado con los afectados de la obra, como un mero distractor a su empecinamiento de llevarla a cabo. La Presa en cuestión es un asunto añoso, viene desde Ramírez Acuña, cuando no pudo hacer la presa en San Gaspar por la oposición de los lugareños. El recambio del embalse fue el Zapotillo, con una altura inicial en su cortina de 80 metros que inundaría 2 mil hectáreas y que no desaparecería a Temaca. Sin embargo ya gobernador Emilio González, de forma impronta él y Luege acordaron subir la altura a 105 metros lo que implica duplicar la zona inundable y borrar del mapa a la milenaria comunidad mencionada, a Acacico y a Palmarejo. Desde entonces la presa se ha ido levantando sobre un cúmulo de ilegalidades, sin la autorización de cambio de uso de suelo por parte del ayuntamiento de Cañadas, una Manifestación de Impacto Ambiental Incompleta, ignorando el dictamen del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) que especifica que el 70 por ciento de Temaca debe ser considerado monumento histórico, el cual no se preservaría en caso de que fuera reubicado. Es inconcebible que en las llamadas mesas de dialogo nunca estuvieron presentes, el propio INAH, SEMARNAT ni el ayuntamiento mencionado. Lo más grave es que, quienes se oponen a ser desplazados de su comunidad nunca han sido consultados, lo que constituye un atropello a uno de sus más elementales derechos humanos. Por ello, ellos seguirán en su lucha, y con ellos muchos de nosotros.

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