jueves, 9 de agosto de 2012


Ilusiones y desilusiones
Enrique Ibarra Pedroza
¿Qué pensamos ahora, después del triunfo de los vales y tarjetas de Soriana? Con esa interrogante cierra su colaboración ayer en Milenio, el acucioso historiador, Jesús Gómez Fregoso. En ella hace una travesía de las ilusiones y desilusiones en torno a las elecciones presidenciales que se han construido y destruido recurrentemente en el ánimo y el espíritu de los mexicanos. Estoy seguro que millones de ellos le compartirían al padre Chuchín su enojo y frustración, porque cada día hay más evidencias, de que una vez más los comicios presidenciales no fueron libres ni auténticos, y que la voluntad popular fue sustituida como él lo escribe, por “los vales y tarjetas de Soriana”.
Más allá de los oídos sordos de las instituciones a lucha de los movimientos sociales y los partidos progresistas, que impugnan en las calles y los estrados la legalidad de una elección torcida por el dinero y la influencia, la validez del resultado oficial implicaría un severo retroceso democrático. Muchas encuestas, reflejan que en la opinión común hay una disyuntiva que se resuelve de forma intolerable para la democracia: una mayoría aritmética aceptaría un régimen autoritario si éste garantizara el desarrollo económico. Asimismo, existe una cifra preocupante de mexicanos que prefieren un gobierno eficaz aunque sea a un elevado costo de corrupción que se mantenga en la clandestinidad. Algunos incluso afirman que el PRI "sabía robar mejor" o "repartía más beneficios entre la población".
De confirmarse la decisión del IFE en el Tribunal Electoral, el saldo de cinismo social sería muy difícil de remontar. Los primeros pasos hacia la rendición de cuentas, la transparencia y la participación ciudadana quedarían en el pasado. La validez del sufragio entraña un pacto social renovado, que sólo la voluntad popular, y no el dinero, podría confirmar. Con doce años de gobiernos panistas, la transición abandonada no logró formar instituciones confiables que canalizaran las demandas.
Si las autoridades electorales deciden continuar por la vía de la degradación de la cultura política, las generaciones en ascenso considerarán que la vía electoral es inútil. Es a ellos, y no a interpretaciones sesgadas de la ley, a quienes tiene que responder el TEPJF en su resolución final sobre los comicios. La sentencia popular recaerá sobre el sistema en su conjunto.

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