sábado, 3 de noviembre de 2012


Aquí Usmajac
Por Rodrigo Carrión Grajeda
Cuentos y leyendas narradas por mi padre
Por lo regular todas las personas tenemos algo que contar basado esto en vivencia o anécdotas que nos ha tocado vivir a través de los años creando de esta manera un buen repertorio de recuerdos los cuales cuando llegamos a la edad madura de los 60 años en adelante, donde  las preocupaciones y compromisos con la familia son menos, comenzamos a hilvanar una gran madeja de recuerdos principalmente donde nos vemos involucrados ya sea  en el trabajo, de jóvenes, o cuando niños aventuras que en esos  momentos ni siquiera les ponemos atención pero que con el tiempo todo esto lo guardamos como una gran tesoro el que solo compartimos con nuestros hijos y nietos principalmente disfrutando cada palabra cual si la estuvieras viviendo de nuevo.
En esta ocasión aprovechando que tenemos en puerta el tradicional Día de Muertos, comenzaré relatándoles una de tantas aventuras que mi padre don José Carrión Piña y dos de sus hermanos  Jesús  y Ricardo, vivieran de chamacos por el rumbo del SALATON cuando tranquilos caminaban de madrugada en dirección de su parcela allá por los años treinta relacionada esta con seres de otro mundo.  Del barrio del ave maría, por la calle 5 de mayo, salieron muy de madrugada sacudiéndose la modorra clásica a su edad, dirigiéndose al potrero Los Tacamos que se encuentra al noroeste de la población no muy lejos del añejo árbol que todos conocemos como el Salaton. Según nos contaba mi padre que el camino viejo, donde por un tiempo fue la antigua carretera a Guadalajara  no estaba donde ahora se encuentra hoy actualmente continuidad de la calle Montenegro, sino que el potrero los Tacamos se comunicaba por el camino aledaño del Salaton conocido como el camino de la garita franqueado este por una gran puerta de "golpe" hecha de madera de Mesquite. Ahí fue donde sucedieron las raras cosas que en pocas palabras trataré de relatarles. Resulta que cuando mi padre y sus hermanos a pocos metros de llegar a dicha puerta y abrirla con su antigua llave, de repente del camino que baja de donde actualmente se encuentra el rancho del "rubio" y a donde ellos se dirigían, escucharon de repente un fuerte tropel de caballos y de personas que bajaban y gritaban maldiciones, guacos y otras malas palabras, optando estos por esconderse rápidamente entre los matorrales del camino pues se vivían tiempos difíciles de la «cristiada»  personajes fanáticos de la religión católica que engañados por el clero católico de ese entonces se habían levantado en armas en contra del gobierno además  perseguían a los ejidatarios y ellos eran hijos de ejidatarios así es que tuvieron miedo de que les hicieran algo. Así entre gritos y maldiciones los dichosos jinetes  llegaron a la vieja puerta de "golpe" la cual tenia una mohosa cerradura y la atravesaron ni mas, ni mas, solo se escuchó un fuerte golpe de la puerta y al igual como llegaron, continuaron su camino levantando una fuerte polvareda continuando por el rumbo de la garita perdiéndose en la oscuridad de la negra noche. Después de que todo el arguende de los encaballados volvió a quedar en calma el ambiente y  los asustados  muchachos solo optaron por mirarse uno al otro con la cara desdibujada, imaginándose cada quien lo suyo, no dando crédito a lo que habían vivido en esos momentos. Tomando un poco de valor mi padre pues era el más grande de los tres, se arrimaron a la vieja  puerta encontrándose con la gran sorpresa que como siempre permanecía bien cerrada con el cerrojo bien puesto.  Aun con la curiosidad y natural zozobra nos platicaba que en seguida los tresprendieron sus palos de ocote que llevaban para iluminarse un poco en el potrero, buscando alguna huellas de los caballos mas sin embargo nada se encontraron, solo rastros de pequeños animales que sales de noche como conejos, zorrillos  y ratas y nada mas. Grande fue su sorpresa ya se imaginara, pues qué ser vivo tiene la habilidad de atravesar una puerta de ese tipo sin siquiera abrirla, y mas si son varios y encaballados como los que vieron, solo que hayan sido seres del mas allá deambulando como almas en pena por alguna causa. Aun así, mi padre y sus hermanos continuaron a su destino no sin antes haberse santiguado religiosamente y con los ocotes en mano llegaron a la parcela dejando que amaneciera un poco y ponerse a trabajar en el corte de hoja el cual les había encomendado el abuelo.









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