jueves, 20 de febrero de 2014

Aquí ...y ahora
Por Leo
Tratando de hacer espacio en un lugar donde sirve todo pero nada ocupo y ocupare en un futuro me digo a mi mismo. Mas adelante tal vez lo use, yo se que los voy a necesitar y no me deshago de ellos es mas no se lo que tengo en esa montaña de “cachivaches”: Libros viejos, bicicletas con detalles que nunca les  llega el día de su cirugía, repisas sin instalar  herramienta ya oxidada, chapas nuevas pero sin cambiar, ropa vieja que no le llega la hora para llevarla a la Iglesia, accesorios de mis “Junkes” bujías, alternadores aceite viejo que no he tenido tiempo de reciclarlo al “Auto Zone “, albercas inflables, computadoras obsoletas, estéreos de casetes  viejísimos que no me resigno a deshacerme de ellos al igual que algunos  Contruction Board de proyectos de sus previas escuelas que me resisto a deshacerme de estos, de la misma forma que me resisto a la realidad  de que mis progenitores ya no son unos niños. De repente agarre valor y  me decidí tirar lo que no “sirve” sirviendo para hacer espacio en el garaje. Empiezo  por el único lugar que podía empezar, la entrada. Todo lo que supuestamente no ocupaba al principio lo acomodaba hasta le buscaba la forma de que se viera presentable,  después lo dejaba como diciendo mañana lo acomodo aquí lo dejo al entrar ya al ultimo parecía Fernando Valenzuela en sus tiempos. Me decidí y empecé a separarlo, difícil decisión. Llegando a medio camino se desbordo una pila de libros y objetos no identificados entre ellos  una enciclopedia que no sabia que había parado ahí, me cubrió hasta las rodillas junto con otros libros súper viejos que nunca pensé que los tenia levante uno y golpeándolo contra mi pierna  lo desempolve, y entre las telarañas logre leer  “El general no tiene quien le escriba” Gabriel García  Márquez lo empecé a hojear después revire buscado un lugar para acomodarme sin despegar mi vista del libro de reojo encontré un “planito” quite mi atención por unos segundos nada mas para asegurarme que el aceite negro no se había derramado y lentamente me fui sentando seguí ‘In gage with the book” no me di cuenta del tiempo y empezó a faltarme la luz como falta le hacia al “General” estire mi mano derecha automáticamente buscando el apagador mientras la siniestra se aferraba al  pequeño libro.  Todos los viernes sin falta durante veinte años iba a esperar la correspondencia en el puerto  pegado al pueblo mágico  de “Macondo” con la esperanza de que le llegara lo que le prometieron cuando el entrego las armas junto con el General Aureliano Buendía   después de la guerra. Aureliano aquel personaje penúltimo de una dinastía que le auguraban que su descendencia en alguna generación nacerían con cola de puerco y que casi al final del la historia el sobreviviente de los  gemelos,  así fue,  En el libro de “Cien Años de soledad” del mismo autor  donde el Coronel Aureliano  mataba a todo mundo, el solo les ganaba a todos se calmaba un poco la guerra se encerraba por meses en su cuarto húmedo, se olvidaba del exterior donde usualmente en ese pueblo (como pasaba en el Sayula que yo conocí) llovía por mas de cuarentaicinco días  el mientras se dedicaba a elaborar pescaditos  de oro para pasar el tiempo  si los del acuerdo no respetaban lo dicho y se le salían del “huacal” iba y los volvía a matar  . A el general no le escribía  nadie y aun así tenia su ultima esperanza  en la vida era la supuesta retribución por haber colaborado saliendo condecorado con todo tipo de reconocimientos y fue parte significativa  en la guerra ya extinta además de arriesgar su vida la desigualdad social estaba igual o peor. A pesar de haber dado  todo no tenia nada vivía en una casa con techo de palma mezclada con barro y estiércol de chivo para que amarre para formar una especie de adobe o bóveda, dos pares de zapatos un par de charol para salir que lo dejaba muerto después de usarlo y otro peor que lo dejaba moribundo y sin usarlo, lo único que tenia de valor era su orgullo, eso  y un reloj  antiguo que ya había pretendido venderlo pero nadie tenia dinero para comprárselo en ese pueblo miserable  y el tenia vergüenza de que la gente lo descubriera al venderlo, ni para darle unos cuantos granos de maíz le alcanzaba , su esposa le decía no comemos ni nosotros mucho menos tenemos pa’ darle  al  gallo, un  gallo fino de pelea. - Como aquel gallo que fuera la causa por la cual el mero José Arcadio Buendía  el patriarca, degollara a su mejor amigo y compadre y huyera de ese lugar y que con unos amigo   fundara el maravilloso “Macondo” donde soñaba en construir paredes de cristal según relata “Gebo” en “Cien Años de soledad”-. Que le había dejado su hijo que le acababan  de matar por andar conspirando contra la ley según contaban. Su esposa le insistía que vendiera el gallo para que ya no sufriera con sus “tripas” que le gruñían y sentía que la mas grande se atragantaba con la mas chica  cuando no le echaba nada al estomago   y se mareaba con tendencia a perder la vertical,  pero el General bien orgulloso no daba su brazo a torcer cuando ya había decidido venderlo por fin a su compadre se entero en la cantina que este se había hecho de dinero malamente siendo su fortuna de dudosa procedencia, todo el mudo lo sabia menos el  y  desistió  de hacerlo porque su orgullo e integridad no se lo permitían. Ya me era imposible distinguir  las tripas digo las letras ya la luna hacia sombra en  la puerta porque el interruptor nunca trabajo. Salí  como pude en la oscuridad levantando mis pies one at the time hasta la altura del pecho con la semejanza que me dejaba el recuerdo de los pantanos en las plantaciones de plátano de la mágica ciudad de “Macondo” y sus “Cien años de soledad” y las ultimas palabras del General que no tenia quien le escribiera cuando su esposa le pregunto y si no te compran el gallo?  y la ayuda no llega ¿que vamos a comer….. -“”Comemos Mier…coles el miércoles comemos.

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