miércoles, 25 de noviembre de 2015

Especial para Horizontes...
Las pretensiones cortesanas del Sayula colonial y la identidad
Reportaje de Investigación de Rodrigo Sánchez Sosa 

La identidad de un pueblo, aquello por lo que se reconoce como diferente de otros, y lo hace consiente de ser él mismo, lo determina definitivamente. Cierto es que la identidad se trasforma en la relación al tiempo y el contexto histórico; sin embargo, determinadas características persisten adaptándose a las nuevas realidades y se extienden por el tiempo. Sólo un esfuerzo considerable de introspección, hace posible reconocer aquellas características arcaicas que han trascendido la historia y el tiempo, situándose, para bien o para mal, en motivaciones actuales de la relación del grupo social o individuo con su entorno inmediato. El viaje por el Sayula colonial, es un periplo, circunnavegación, por nuestra identidad profunda, en busca de herramientas para explicarnos a nosotros mismos. Éste ir y venir del pensamiento a través de la historia común de un pueblo, una ciudad, una organización social particularmente diferenciada de sus vecinos desde el momento mismo de su fundación (1522), nos permite conocer el ser y hacer del sayulense, del que nació, emigró o terminó avecindando en éste lugar sin pretenderlo. Ser que se plasma en la cantera y cal de sus construcciones coloniales, sus costumbres, virtudes y vicios, arte y leyenda, mitos y realidades; todo, permeado por la luz y sombra de la condición humana. En Sayula, el clasismo ha sido un elemento que ha moldeado la identidad y con ello, las formas físicas y morales de la ciudad desde la colonia. Las divisiones sociales en la colonia, anteriormente citadas, son el antecedente del marcado clasismo característico en el Sayula del pasado reciente, atenuado apenas por las nuevas formas de producción y la migración que estas formas implican en el actual contexto económico del país.  Cada vez con menos éxito, desde mediados del siglo pasado, la tradición de exclusión clasista de Sayula, absorbía tanto a las clases adineradas dueñas de los nuevos modos de producción, su sequito y cortesanos, hasta el ejercito de peones, jornaleros y mozos, que llegaban para ser empleados en la explotación maderera, agrícola o ganadera en Sayula o la región. Los unos eran acogidos en los círculos sociales  clubes, sociedades, mayorazgos, mayordomías y patronatos; los otros pasaban, si se quedaban, a engrosar la masa local de desposeídos adaptándose a las tradiciones de barrios y delegaciones marginales en una lógica de exclusión social, regulada por el humanismo de algunos clérigos y la filantropía de algún piadoso rico o su par progresista. No es difícil encontrar la semilla de éste comportamiento social en Sayula y sus efectos en los valores morales de esta comunidad del sur de Jalisco. Obviamente tal se encuentra en la organización social durante la conquista, como ya se señaló.  Pero es necesario, rastrear históricamente su evolución tanto como su origen:
"El sueño no declarado de las ciudades coloniales importantes de la Nueva España (como Sayula) era convertirse en sociedades cortesanas, y eso les dio un barniz parasitario, subrayado por la gran división, dentro de cada ciudad, entre los poseedores y los desposeídos. En tanto que en una sociedad europea, a pesar de todas sus injusticias, podía desarrollarse un sector social intermedio mediante la actividad comercial y profesional, en la Nueva España los ricos sólo lo eran porque poseían minas o haciendas. Ser obedecido, servido, admirado y respetado: tal fue el propósito vital del rico hispanoamericano. Le rodeaban quienes podían, precisamente, ofrecerle estos servicios. Sólo que en el Nuevo Mundo fue más difícil obtener el respeto feudal (que buscaban). Sátiras y pasquines describen y ridiculizan las ambiciones cortesanas de la alta sociedad, anclada en un mar de pobreza. Los privilegiados son pocos, los marginados muchísimos, y, entre ambos, un reparto jocoso de picaros, rateros, prostitutas y limosneros. (Había) Tensiones entre poseedores y desposeídos. Tensiones entre nuevos ricos y ricos venidos a menos. Entre ricos españoles y mestizos rencorosos, maliciosos, ambiciosos y burlones, corroyendo las reglas entre las clases altas y bajas. Y los indios, negros y mestizos pobres, no sólo aumentaron en número, sino que amenazaron a las clases superiores…en 1624, el palacio virreinal en la ciudad de México fue incendiado por una masa de trabajadores desposeídos…en 1692 inspirados por la escasez de alimento y los precios en ascenso, los pobres en la ciudad de México,  atacaron el palacio del virrey y otros edificios gubernamentales…" Carlos Fuentes.  Fuentes en estos párrafos de "El Espejo Enterrado" parce describir un contexto contemporáneo y no del siglo XVII, y no sería menos cierto para el caso de Sayula y su sobreviviente clasismo. Las ambiciones cortesanas de las clases altas de la anterior capital de la Provincia de Ávalos, concentraron por años sus viviendas en el centro histórico de Sayula, como estatus de riqueza y símbolo de poder. Aún cuando la ciudad se había extendido y algunos fraccionamientos o colonias tenían la pretensión de exclusividad como en las  grandes urbes. Una leyenda urbana culpa a la clase alta de Sayula del estancamiento económico del municipio, reza que, los "ricos" de Sayula no permitieron la instalación de fábricas y fuentes de trabajo durante la expansión industrial del país. En el primer decenio del siglo XXI, esta misma leyenda señala nombres de personas de la clase alta que fueron parte de un comité que increpó a los encargados de las agroempresas que llegaron a Sayula por esas fechas, para nivelar el sueldo de sus jornaleros con el que se pagaba en el municipio, luego de que estas ofertaran sueldos muy por arriba de los que se pagaban en este lugar; pues atentaba contra los intereses de control y sumisión de esta clase social. Algunos de estos nombres son de presidentes municipales y regidores, algunos de ellos hoy en funciones en el nuevo ayuntamiento (2015). Cierto o no, los sueldos se nivelaron, por ese entonces, con los pagados por los patrones locales. Pese a que el comercio y la actividad profesional crece en Sayula, los valores y la moral asociada a las pretensiones nobiliarias de sus clases altas sigue vigente, y con ella la exclusión social y el racismo, éste último velado por ser políticamente incorrecto. Además es notoria la influencia de estas formas sociales excluyentes en la opinión pública en una dialéctica moral que va del conservadurismo a la sátira y ridiculización de estos valores en pasquines locales. La política es un rubro donde en los últimos años se ha reflejado tal vigencia, siendo la formula más exitosa el autoritarismo vertical  a usanza feudal de la clase media sayulense. En 15 años, una misma persona repitió en tres ocasiones como presidente municipal con sendas victorias sobre sus más cercanos contendientes, apoyado por la clase alta del municipio. Si algo distingue a la clase alta descrita, es su actitud parasitaria, y por otro lado, en las clases populares se reproduce no sólo la pobreza económica, sino la pobreza humana: la ignorancia y la degradación, ya huérfanas amabas de una regulación efectiva, y entregadas a los valores del capitalismo y la dictadura del consumo hoy.
El estancamiento y decadencia posterior de una sociedad, tiene que ver con la desaparición de los contrapesos a los excesos de las pretensiones de los poderosos. Mientras que durante la colonia, la iglesia y el imperio español que eran lo mismo por las políticas de aquel entonces, regulaban ambiciones, abusos y rebeliones, los últimos 200 años la regulación se ha ido restringiendo sin que por eso gane una auto regulación fruto de una conciencia y educación generalizada. El siglo XIX los grandes relatos ideológicos fincaron las grandes esperanzas del México independiente, pero la ambivalencia derivada de los antiguos valores feudales, una y otra vez, hasta hoy, frustraron ese mañana idílico. Rulfo lo plasma magistralmente en su novela Pedro Páramo, donde lo extremos de una sociedad en eterno conflicto se tocan y mesclan en el caos mismo: el poseedor y el desposeído pactan al margen del fin, de la idealidad: lo moderno se confunde con lo antiguo, los muertos con los vivos, el revolucionario con el terrateniente, el pobre con el rico, la víctima con su asesino en un sin sentido con paragón solamente en la paradoja colonial de la negación de cuerpo:
"La pretensión de ser algo distinto de lo que se es, parece ser la pretensión de las sociedades urbanas barrocas (del siglo XVII) en la Nueva España, divididas entre ricos y pobres, órdenes eclesiales en pugna, apasionados amoríos y negaciones igualmente apasionadas del sexo y el cuerpo. En la época colonial coexistieron un estricto puritanismo y una proliferación libertina….La crueldad sexual puede ejercerse fácilmente en sociedades de estrictas separaciones sociales, donde el compañero sexual puede ser fácilmente reclutado (de entre las legiones de criados), el objeto de placer fácilmente desechado, y la impunidad disfrutada aunque practicada en lugares ocultos, conventos y monasterios…" Carlos Fuentes.
La pretensión de ser algo distinto (ser noble), no ser lo que se es, sino ser otro distinto, frustra el futuro, por la sencilla razón de que es un futuro ajeno, lo cual se convierte en paradoja, en contradicción que se presenta como una mescla de tesis y antítesis sin llegar a una síntesis jamás. No se resuelve la tención entre los contrarios. La doble moral es un producto lógico de estas condiciones, y el abuso sádicos al interior de las relaciones de dominio de éste tipo, constituye la norma inmoral de estas sociedades; en tal tenor, la identidad se fundamenta en la inmediatez y una apatía por el futuro que no sea el de ser otro. En esto el sayulense coincide con la identidad nacional.
El tema del sadismo sexual en la colonia como antecedente de el concepto de sexualidad en la identidad de Sayula, lo abordaremos la próxima entrega.

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