miércoles, 10 de febrero de 2016

Especial para Horizontes...

El papel de los perros, traídos al Nuevo

 Mundo durante la conquista en la guerra 

contra los nativos

Reportaje de Investigación de Rodrigo Sánchez Sosa
Los primeros perros traídos a América por los españoles fueron (junto a los caballos, armaduras, arcos, ballestas y arcabuces) una verdadera sorpresa que ayudó mucho a la conquista del nuevo mundo. Los indígenas los veían como bestias terribles, ellos no conocían perros tan grandes y tan agresivos, tan solo poseían perros de pequeña talla y cuerpo delgado, los cuales incluso eran criados con el fin de ser utilizados como alimento y medicina; el xoloscuitle, perro lampiño nativo de México, era apreciado por la calidad de su carne y sus propiedades curativas.
Los perros como armas de guerra, criados y entrenados selectivamente para éste propósito, datan posiblemente del tiempo de los griegos, aunque hay poca información, se sabe de la afición de los griegos por la crianza de perros, su mitología cita al terrible cancerbero perro de varias cabezas que cuidaba las puertas del hades o infierno, al que Orfeo, héroe griego y músico, durmiera con las dulce melodía de su citara, para escabullirse en el infierno en busca de Eurídice, su amada muerta, para rescatarla. Aunque en las campañas militares de Alejandro Magno por oriente, se menciona más a la cabellaría y los elefantes como armas de guerra, no se descarta el uso de canes en las actividades bélicas de los helenos. Los perros fueron domesticados por el hombre hace aproximadamente 15 mil años, sus ancestros directos son los lobos, y todas las distintas razas de perros que hoy conocemos, diseño artificial por selección genética, del hombre. Los romanos, los usaron en la guerra como herramientas de ataque y principalmente de rastreo y vigía.
Está documentada la participación de perros en las orgias exóticas de las cortes imperiales romanas, para la diversión de los aristócratas romanos, quienes disfrutaban del bestialismo o zoofilia como espectáculo. La convivencia de humanos y perros desde etapas tempranas de nuestra especie, convirtió al hombre en parte de la manada del perro (su líder) y al perro en parte de la sociedad humana, tanto que, es tratado culturalmente como uno de nuestra especie: se les cuida, educa, incluso se les hacen funerales, se les adopta como parte de una familia, se les otorgan funciones sociales como lazarillos, policías y en este caso soldados. Hayamos en los perros tanta familiaridad, que incluso encontramos rasgos humanos como la ternura, la valentía, el deber, la fidelidad, la amistad y el amor; así como todo lo contrario, lo que los convierte en seres míticos dignos de veneración sagrada y de temor pues al igual encarnan todos nuestros miedos.
Venerados como "Santos", como el Perro de san Roque, culto de la edad media que aun sobrevive hoy en día (Puede verse por los exvotos dedicados a la imagen del perro de San Roque en un nicho del santuario de nuestra señora de Guadalupe en Sayula Jalisco); también son temidos como encarnación del mal y el demonio, por sus obvias características amenazantes de uno de nuestros principales depredadores antes de que el hombre domesticara el fuego, el lobo, su ancestro. El perro ha sido tan antropormofizado, que el consumo de su carne, que no entraña peligro alguno para nosotros, se evita más por tabú que por su toxicidad o la nausea que pudiere provocar: el consumir como alimento a un animal tan cercano a nosotros es lo mas parecido al canibalismo. En las campañas militares, el perro como guerrero, más cercano a la naturaleza de este animal por su conducta social de manada; ha sido aprovechado por el hombre, convirtiendo a este animal y sus instintos naturales en armas de guerra contra sus semejantes para satisfacer sus ambiciones, transformando a este compañero evolutivo en asesino de su especie y de la del propio hombre, con fines no naturales, tal cual es el caso de las guerras, como lo fue la de la conquista del Nuevo Mundo:
"Entre otros frailes Bernardino de Sahagún (1499-1590) fue quien escribió en su obra monumental "Historia general de las cosas de la Nueva España" y que también conocemos como "Códice Florentino" (porque se encuentra uno de estos escritos resguardado en la Biblioteca Medicea Laurenciana de Florencia, Italia), varios testimonios donde da fe de los ataques de estos perros entrenadas para la guerra, traídos por los europeos a América, en contra de indígenas que resistían la conquista española en México:
´..perros enormes, con orejas cortadas, ojos de fiera de color amarillo inyectados en sangre, enormes bocas, lenguas colgantes y dientes en forma de cuchillos, salvajes como el demonio y manchados como los jaguares´.
De todos esos perros traídos a América, ninguno fue tan agresivo como uno llamado "Becerrillo", que a su vez fue el padre de "Leoncico", el perro más bravo de la América del Siglo XVI.
"Becerrillo" había llegado a America junto a su amo Don Juan Ponce de León y Figueroa, quien parece ser llego en el segundo viaje de Cristóbal Colón y años después nombrado Primer Gobernador de Puerto Rico y posteriormente descubridor de la Florida (hoy, Estados Unidos de Norteamérica). Era "Becerrillo" de color bermellón, de gran talla e inteligencia, cuanta la crónica; el militar, cronista y colonizador español, Don Gonzalo Fernández de Oviedo Valdés (1478-1557) nos relata que diez soldados junto con "Becerrillo" se hacían temer más que cien soldados sin este perro y que por lo mismo, "Becerrillo" tenía su parte en los botines de guerra y "su paga como un soldado". El escritor Sergio Grodsinsky Ortega, en su artículo "Los perros en el descubrimiento y la conquista de América", nos señala que "Becerrillo" "murió víctima de una flecha envenenada".
Después la historia recoge las leyendas de "Leoncico", el perro más bravo de la América del Siglo XVI, quien acompañando a su amo Don Vasco Núñez de Balboa (1475-1519) se convertiría en el primer perro criollo en ver el Océano Pacifico; donde, los cronistas nos relatan que, "Leoncico" había adquirido un color rojo de tantos nativos a los que había matado y que en casi todas las contiendas era él quien acababa con más vidas indígenas que cualquier soldado del ejército.
Don Gonzalo Fernández de Oviedo Valdés también supo de este animal y nos relato la siguiente historia:
Asimismo quiero hacer memoria de un perro que tenía Vasco Núñez que se llamaba Leoncico, y que era hijo del perro Becerrico de la isla de San Juan (hoy Puerto Rico), y no fue menos famoso que el padre. Este perro ganó para Vasco Núñez en esta y otras guerras más de mil pesos en oro, porque se le daba tanta parte como a un compañero en el oro y en los esclavos, cuando se repartían.
Así, llendo Vasco Núñez, dábanle a él (al perro) sueldo y parte, como a otros capitanes"; y el perro era tal que la merecía mejor que muchos compañeros soñolientos, que presumen de ganar con facilidad lo que otros con sudor y diligencias. Era este perro maravilloso, y así lo conocía el indio rebelde y el sumiso, como le conocía yo u otros que en esa guerra anduvieron, y conocieron: cuando se tomaban como esclavos a algunos indios y indias, si se soltaban de día o de noche, se decía al perro: "id y buscadles" así lo hacía; y era tan gran bueno en ello, que ni de casualidad se le escapaba ninguno, como les sucedía muchas veces a los soldados humanos con igual tarea. Y cómo era de admirarse aquel perro, que si el indio estaba tranquilo y no se resistía a la captura, asíale por la muñeca o la mano, y traíale tan ceñidamente, sin morderle ni apretarle, como le pudiera traer un hombre que comprendiese que no había necesidad de violencia para ello; pero si se oponía y se defendía el fugitivo, hacíale pedazos. Y era tan temido de los indios, que si diez cristianos iban con el perro, iban más seguros y hacían más que veinte sin él. Yo vi este perro, porque cuando llegó Pedrarias a la tierra, el año siguiente de mil quinientos catorce, estaba vivo, y le sirvió Vasco Núñez en algunas batallas que se hicieron después, y ganaba sus partes del botín como he dicho; y era un perro bermejo, el hocico negro y mediano, no alindado; pero era recio y fuerte, y tenía muchas heridas y señales que había hallado en la guerra, peleando con los indios. Después por envidia, hubo quien le dio al perro de comer veneno, y murió." (Enrique S. De Aguinaga Cortés. Historiador)

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