domingo, 7 de febrero de 2016

LA POLITICA DESDE GAYOLA

Por Rodrigo Sánchez Sosa

¿Es importante la música que se escucha? Cuando una persona expresa aquello de "me gusta de todo" ¿está expresando un gusto o  su ignorancia? ¿Importa realmente la música que las personas escuchan en relación a su conducta  moral? ¿Puede la música que escuchamos afectar nuestra actitud? ¿Puede afectar nuestro juicio y razonamiento? ¿Puede incidir de alguna manera en nuestra capacidad intelectual y por ello en nuestra educación y capacidad creativa? la respuesta a todo lo anterior es, SI. Lugar común es calificar a la música como el idioma universal, y tal juicio no esta lejos de la verdad. Sin caer en reduccionismos vulgares e ingenuos, podemos decir que el  leguaje es en si música, y los distintos idiomas no son sino versiones sofisticadas de una misma melodía que expresa el por qué y el para qué del universo y la existencia del hombre.
    En las complejas piezas de música culta o clásica como comúnmente se le conoce, los instrumentos dialogan entre si, se preguntan y responden en un fraseo musical acompañado de una o varias harmonías dadas, como si fueran estas ultimas el contexto simbólico-cultural que da sentido y  en torno al cual nacen las ideas que formulan y tratan de responder a las cuestiones mas importantes de la existencia humana ¿Nos parece solamente que esto es así, o es así? es así. No es que la música imite al lenguaje, como el arte no imita a la vida, la recrea desde la perspectiva de lo estético, y con ello le da una dimensión espiritual a la actividad que el hombre ha desarrollado por necesidad practica.
    Entonces, efectivamente, el leguaje es música, con sus acentos y tonos, tiempos y contra tiempos, armonías y melodías, contra puntos y silencios. Luego pues, sí importa la música que escuchamos, en primer lugar porque posee una carga emocional y otra simbólica que afecta nuestro estado de ánimo, y este a su vez nuestra capacidad de captar, entender y recrear el mundo. Las formas musicales, o particularidades propias a cada género musical conocido por el hombre (para no limitarnos a occidente), responden a un dialogo con el mundo, del ser humano, afectado por sus condiciones de existencia: cómo produce sus medios de sobrevivencia y a que obstáculos naturales y artificiales se enfrenta para ello; sus dudas, sus miedos, sus esperanzas.
    Todas y cada una de ellas trasformadas en un sentimiento estético común a todos los hombres en cualquier parte del mundo, expresado en relaciones lógicas de sonidos y tiempos ordenados en el espacio, pero también dictadas en otro lado por la intuición que hace de ello un tejido de derivaciones racionales e irracionales, que al final de cuentas, no podría ser otra cosa que el hombre y la cultura expresados simbólicamente. No podemos olvidar, por otra parte, que la música mas común y popular mezcla el leguaje con los sonidos para expresar ideas combinando el concepto expresado en palabras con el concepto expresado en sonidos producidos por instrumentos de diferente tipo: la canción popular en todos sus géneros.
     Pero volviendo a nuestro racionamiento inicial ¿Cómo afecta la música, y en este caso la canción popular, la conducta de las personas? ¿Soy lo que escucho? ¿Es factible esperar una reacción frente a la realidad influenciada por aquella música con la que me identifico? Bueno sin llegar a un determinismo trágico, diríamos que si, como ya lo hicimos de entrada; pero, existen atenuantes, catalizadores y excepciones. En general, lo que escuchamos nos determina cualitativamente, sin duda. Cuando escuchamos una canción que nos gusta, soñamos despiertos, no dejamos llevar por los sentimientos que aquella expresa, y la letra de la canción nos lleva por nuestros anhelos y esperanzas, recuerdos o añoranzas hasta un estado onírico, que siempre será más placentero que la realidad aun evocando nostalgias.
    Y como de un sueño, no queremos despertar. Diferente a los sueños, la música que queremos escuchar depende de nuestra voluntad,  casi sin excepción. Podemos compartir involuntariamente una canción con otros, pero basta con que nuestra voluntad no se sienta involucrada para que esta no nos lleve por el mundo onírico que plantea. A diferencia de la música los sueños no dependen volitivamente de nosotros, el mundo de los sueños, ese en el que nos sumergimos cada noche, no depende de la voluntad, no se escogen los sueños, estos, si nos atenemos a Freud, responden a necesidades de la lucha entre el mundo consiente, subconsciente e inconsciente.
    La música si depende de nuestra voluntad, aunque en un análisis mas a fondo, desde Freud se diría, que también nuestra preferencia musical respondería al juego del inconsciente y el subconsciente, sin embargo tendríamos que decir que mientras la música puede ser programada por terceros en nuestra contra, los sueños aun no han sido manipulados masivamente para que se conviertan en una herramienta de dominio e imposición   como la música.
La música popular desde mediados del siglo pasado con el surgimiento de la radio, se convirtió en mercancía, producto de consumo masivo y herramienta de control de masas. Lo que antes fue una forma de expresión individual y social y una disciplina artística de prestigio monumental, ahora es una vulgar mercancía de supermercado consumida masivamente.
    Aunque no era esta una idea original, antes había sido herramienta de la propaganda comunista y fascista, con idéntico fin, y más antes una excelente forma de control de la iglesia autoritaria, que no hizo sino aprovechar la fascinación que la música y el canto ejerce sobre las masas para controlarlas y someterlas. Sin embargo, el capitalismo imperialista llevaría a un grado más alto esta técnica de dominio y propaganda, los gobiernos y las poderosas corporaciones, controlaron y dieron forma a las tendencias naturales que surgían de las masas para crear un sistema que reprodujera sus intereses. Todo lo creativo y espontáneo de la expresión musical humana se eliminó selectivamente o se le trasformó en su esencia. Y solo aquellas músicas o géneros que se opusieron a ser medios del sistema, ya sea por lo sofisticado de sus métodos expresivos como el jazz, o por ser una instituciones de histórico prestigio como la clásica, o por oponerse al control y rebelarse abiertamente como el rock desde los sesentas, o conservar su pureza como los cantos religiosos o tradicionales, lograron sobrevivir con dignidad. Todo fuera de eso, e incluso híbridos inocuos de estos últimos, pasaron a ser negocios lucrativos, pero sobre todo métodos de control. Una cultura musical que se precie no parte del "Me gusta de toda la música" sino de lo contrario "No me gusta toda la músico" porque efectivamente, por más que se parezca, use las técnicas tan o mas sofisticadas que las usadas por la técnica reconocida como clásica o los modos de la música tradicional, no es más que mercancía, herramienta de control y enajenación de masas y por ello negocio. Pensar que los narco corridos no abonan al fenómeno social del tráfico de psicotrópicos, la violencia y la corrupción, es tan estúpido como creer que la ignorancia, la miseria y el tráfico de armas tampoco tienen nada que ver con el mismo fenómeno. La cuestión es saber si es este fenómeno causa o efecto, lo más justo es decir que es una retroalimentación, y en todo caso la música de ninguna manera, como narcocorrido, está al margen, esta responde a intereses y crea actitudes al respecto. No estoy proponiendo que se prohíba el narco corrido, como todo fenómeno derivado de la ignorancia, basta con dejar de ser ignorante, tener dignidad y valorar la vida humana para que el narco corrido, que es el caso, desaparezca. Pero mientras alguno tipo de música, vuelve héroes a los criminales, otro vuelve valor la conducta anti social, el egoísmo, el abuso de los débiles, la misoginia, la violencia irracional, la ignorancia, la patanería y el cinismo. Decir igual, que basta con no oír narco corridos para no ser cómplice de un sistema criminal, es una falacia, en la música comercial va implícita la difusión, propaganda y justificación de éste sistema criminal, y desde la música romántica y las cumbias, hasta "Camila" o "Sin Banderas", tenemos a un sistema criminal de despojo que tiene como subproducto pobreza, ignorancia, dolor, violencia y muerte; reproduciéndose. Así que, cuando le pregunten que tipo de música le gusta, piense dos veces antes de responder, mienta o adquiera una cultura musical antes.

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