domingo, 3 de abril de 2016

                                 LA POLITICA DESDE GAYOLA 
Por Rodrigo Sánchez Sosa

  (La guerra de las vírgenes y otros conflictos.)
Mi padre, que fue mestizo, no tiene usted porque saberlo, ni tendría yo por qué contárselo; no me supo dar razón de la guerra, para él era cosa de todos los días, como nadie te da nada, de ahí se sigue todo, hubiera dicho, pero no lo dijo; es más, creo que ni lo sospechó, aunque eso si, fue un gran guerrero, descendiente de guerreros otomíes, nahuas, africanos e ibéricos, no le quedó de otra; pero jamás, creo yo, disparo una arma, aunque se veía muy gallardo con su uniforme del servicio militar nacional (le tocó bola negra)en su cartilla. Total, que para no hacérsela larga, yo solo tuve que reflexionar sobre este tema, luego de ver lo que hoy pasa en las calles, y el terror que da tener un hijo adolecente en estos tiempos de barbarie, cuyo abuelo tenia una estirpe de guerreros como herencia genética; bueno, si los estudios genéticos actuales en Asía están en lo cierto, creo que fue hasta descendiente de Gengis khan, ¿así se escribirá?, por los ojos rasgados que nos heredó a todos sus hijos. Así que por esto último,  me doy autoridad para hablar de ello, porque el líder mongol no fue cualquier cosa en este respecto ¿he?:
Entendemos la guerra como parte de la civilización, es decir, es necesaria la guerra para que la historia avance, para que las innovaciones se den en materia no solo militar sino civil, por ejemplo nuevas tecnologías, formas de organización social y discursos ideológicos, la supresión de la guerra sería la parálisis de la civilización y por lo tanto el fin de esta. Nada nuevo, no descubro el hilo negro, ni nada por el estilo, esto hace mucho Hegel lo había postulado, y antes que él los presocráticos, Heráclito enseñó 600 años antes de Cristo que: "La verdadera esencia de las cosas es que todo fluye, que nada permanece en sí mismo, todo cambia y se opone violentamente a su contrario para hacer surgir lo nuevo; ejemplos típicos de ello son, el fuego y la guerra."
La paz no es sino un equilibrio insano donde nada sucede. La naturaleza del hombre también lo dice el Nietzsche es la guerra: "El hombre fue hecho para la guerra y la mujer para solaz de guerrero, todo lo demás es mentira", dice el pensador alemán.
Lo anterior está lejos de ser un discurso bélico, es más una reflexión de nuestra naturaleza como civilización. Los pueblos incivilizados no poseen historia, por lo tanto, tampoco destino ni origen, la civilización otorga la historia a los pueblos sin ella, y por lo tanto la guerra; pero no la guerra sin sentido que antes tenían, aquella guerra con carácter casi religioso o de mera naturaleza territorial, no; la guerra civilizada hace historia, sin guerra no hay historia para la civilización. La guerra justifica la historia, no importa si es de dominio o de liberación, para aquellos pueblos que han sido tocados por esta sustancia casi divina, la guerra, como productora del hombre, no podrán salir jamás de su lógica. Las guerras de liberación de los pueblos colonizados por occidente, civilizados a la fuerza, son guerras civilizadas aun cuando su fin sea volver su origen natural como utopía. La lógica: una vez colonizado, civilizado para siempre. Guerra es civilización.
La guerra se sublima de muchas maneras, la más común el deporte, la más popular, la política, ambas son simulacros de guerra, que pueden actualizarse, y lo hacen en ambos campos: un partido de fútbol se convierte en una guerra campal y una ideología política puede llevar a una guerra mundial, como el nazismo. La guerra es perpetua, por que como reza el dicho latino Home Hominis Lupus, el hombre es el lobo del hombre. Y es que, habiéndose desgajado de la naturaleza, el hombre, la humanidad, su vida natural quedó atrás, ya no tenia depredadores, la especie se reproducía libremente, y la naturaleza colándose en la cultura lo convirtió en su propio depredador. Sumado a las epidemias y enfermedades, la población del hombre se mantenía estable y con poco daño a la naturaleza; pero, una vez que en la misma guerra, en las enfermerías de los campos de batalla se perfeccionara la lucha contra las infecciones y luego, se topara la humanidad con los antibióticos y las vacunas, no quedó más que el depredador natural y cultural del hombre, el propio hombre, por ello podemos decir que la guerra, esta si, está grabada en los genes humanos.
La paz es una utopía, un ideal, no existe de manera pura, y no es el estado natural del hombre, tal vez lo se del santo o el animal, pero no del hombre común. Ahora bien, a lo largo del tiempo, la guerra ha sido normada, sometida a la moral, la ética, hay reglas del juego en la guerra. Hay guerras justas y guerras injustas, hay criminales de guerra y héroes de guerra. Pero lo cierto es que el objetivo del aguerra, será matar, desaparecer al enemigo, imponerse por la fuerza de forma arbitraria. Aún la diplomacia es una forma de la guerra. La guerra está en todos lados, entre conocidos y desconocidos, entre familiares y ajenos, entre enamorados y amigos, entre ricos y pobres, entre gobierno y pueblo, entre naciones y aldeas, entre buenos y malos, entre dioses y demonios. Por supuesto que es absurda, grotesca, terrible… es guerra, todo se vale, el objetivo es  eliminar al otro. Nuestra cultura es Guerra, nuestra vida es guerra, nuestra naturaleza es guerra.
Pero a un la guerra pasa, no permanece, se equilibra y cambia. Aun la guerra tiene limites, y cuando su telos es rebasado se revierte. Eso nos está pasando, nuestra guerra, la que sufrimos como país, ya es una contradicción a todo lo natural que hay en tal concepto, no estamos frente a una forma cultural de equilibrio, ni a un control natural de la población manejado desde el inconsciente humano y sus impulsos primitivos, sino frente a un exterminio que amenaza la especie, la civilización, la humanidad. Grandes y poderosos guerreros rebasaron en sus tiempos este límite y perecieron, nada quedó de ello sino ruinas de su poder y su pueblo.
La guerra absurda a la que nos enfrentamos está más allá de cualquier comprensión, se siente en el ambiente, es la guerra del bufón, del payaso siniestro, del caos que apunta a la nada, es la guerra contra el hombre y la naturaleza. Detrás de estos arlequines siniestros, de estos arquetipos de lo absurdo, esta un sistema irracional y peligroso, al que la biblia llama, la bestia, un sistema que pone su sello a todo, el dinero; un sistema malvado e inhumano, disfrazado de mesías, el anticristo le llama la biblia. Y nadie vende ni nadie compra sino tiene el sello de la bestia, dice Apocalipsis. Pero no sólo la Biblia, ni esto es un discurso apocalíptico cristiano, Buda, el iluminado, nos advirtió antes que Jesús de lo peligroso que es el deseo, desear; del espejismo que hay en el poseer lo que es perecedero: hay dolor en la existencia porque hay deseo, si cesa el deseo cesa el dolor, diría Buda. Quetzalcóatl diría que, en boca de uno de sus sacerdotes, nada permanece, aunque sea de jade se rompe, la flor más bella se marchita…desde lo profundo de la naturaleza humana, el inconsciente colectivo nos advierte de la estupidez que estamos cometiendo, pero nadie escucha. Todos, absolutamente todos estamos perdidos en el círculo vicioso del producir para tener, tener para consumir, consumir para ser felices. La guerra de lo absurdo continua, la gente se mata para poseer cosas, para consumir cosas: autos, celulares, ropa, calzado, casas, aparatos eléctricos, placeres efímeros, a otras personas y a eso le llaman poder, felicidad. La civilización ha topado con su paradoja y el paradigma se ha agotado: ya la guerra no está generando civilización sino barbarie: hasta las vírgenes toman bando.

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