lunes, 6 de junio de 2016

Especial para Horizontes...
Nuño Beltrán de Guzmán y la Segunda Fundación de Sayula, 1531

Reportaje de Investigación de Rodrigo Sánchez Sosa 


Hasta 1531 la conquista española en lo que era Sayula en aquella época, había sido pacífica, con algunas escaramuzas, incluso se puede pensar, algunos enfrentamientos sin importancia que Hernando de Saavedra y Ávalos supo resolver sin causar conflictos, luego Alonso su hermano. Pero luego de esto, alrededor de 1528, los rumores de un gran ejército que avanzaba hacia el occidente y norte  desde México, debieron oírse en todos los pueblos de Ávalos. La angustia ante esto, que ya en ese tiempo era calificado como una desgracia por la crueldad con que arrasaban con los pueblos, aun con pueblos ya conquistados y pacificados, el ejercito de Nuño Beltrán de Guzmán presidente de la primera audiencia de México y enemigo político de Hernán Cortés, debió causar pánico entre la gente de los pueblos de la encomienda de Ávalos. Sus protectores, los hermanos Ávalos, primos de Hernán Cortés no estaban en una posición política cómoda para oponerse a Nuño de Guzmán si decida avanzar sobre la Provincia de Ávalos y Sayula.
Las noticias del enorme ejercito y sus matanzas de gente inocente, eran cada vez más, el terrible asesinato del rey purépecha que ni los frailes pudieron evitar, en Michoacán, una región sometida desde hacia años al poder español, acrecentaba la zozobra. En ese año de 1531 llegaron los emisarios de Guzmán a Sayula, prometiendo concesiones de tierras a los indígenas, trataron de convencerlos de que se refundará Sayula, la capital de los Pueblos de Ávalos, como san Francisco de asís de Sayula, reconociendo a Nuño de Guzmán como su conquistador. El temor de ser sometidos por la fuerza y el miedo, se prolongo por dos años que duró el asedio sobre los pueblos de Ávalos para que aceptaran el acta apócrifa de refundación. Más una cedula del tribunal español del imperio, fechada en 1533 ordenó a Nuño de Guzmán, desistirse  de su intento por apropiarse de los pueblos de Ávalos y por ello de Sayula, gracias a la habilidad política de Cortés y la valentía de su gente a cargo de esa provincia, que evitó una masacre que no pudieron evitar otros pueblos indígenas cercanos, de lo que hoy es Jalisco, Nayarit y Sinaloa. Finalmente Nuño de Guzmán fue juzgado en España por estos crímenes, y jamás conoció Sayula, fue llevado preso y su gente se desbandó en ese mismo año de 1533.
"La expedición llamada de los Tebles Chichimecas, encabezada por Nuño de Guzmán en 1529 fue y sigue siendo, sin duda, uno de los episodios más célebres para la historiografía novohispana del periodo de la conquista. Las razones de esta notoriedad son tres: la primera, haber dado nacimiento a la que fue la primera gobernación española sobre el continente, después de la de la Nueva España, la segunda, los extensísimos territorios desconocidos que recorrió, y la tercera la enorme violencia y destrucción que generó a su paso. Ya desde sus tiempos, la figura de Nuño de Guzmán estuvo siempre marcada por la violencia de su conquista,  e incluso fue juzgado por ello.  Sin embargo y más allá de los actos o de la personalidad del conquistador, es un hecho que el factor clave y el que explica en la práctica la terrible destructividad de esa empresa, no fue otro sino la presencia masiva, multitudinaria, de "indios amigos" en los rangos de esa expedición.
Recordemos, en efecto, cómo luego de rodearse de 150 jinetes y 180 infantes españoles bien armados, Nuño de Guzmán, quien a la sazón era todavía presidente de la primera Audiencia gobernadora, hizo reunir cerca de 12 mil indios amigos tomados de la región alrededor de México, para incorporarlos a su hueste. La presencia de estos "pacíficos" mesoamericanos en los rangos de la expedición de Nuño de Guzmán es un evento enteramente revelador acerca de la evolución de las relaciones entre los conquistadores y los indios sedentarios del centro de la Nueva España. Los mesoamericanos no solamente seguían fungiendo como proveedores enteramente pacíficos de tributos y mano de obra, sino que también continuaban sirviendo como activos aliados de los españoles, para hacerles la guerra a otros nuevos "bárbaros cercanos" que habitaban más al norte.
Vale la pena puntualizar al respecto que, cuando Nuño de Guzmán bautizó a aquella que iba a conquista como la "provincia de los Tebles Chichimecas", no se refería solamente a que estuviera habitada por poblaciones de "nómadas", cazadores-recolectores, como aquellos con los que se encontraron en los altiplanos desérticos septentrionales. Ésos eran, en efecto, "chichimecas", pero para los conquistadores esa misma palabra designaba también al conjunto de los grupos de agricultores aldeanos, habitantes de los territorios situados "más allá" de la Provincia de Michoacán en dirección del norte. Y es que, en efecto, los que Guzmán y sus soldados encontraron allende la provincia de Michoacán, no eran precisamente "nómadas", sino los herederos de aquello que los arqueólogos han denominado la "tradición" de "Occidente" com el el señorio de Tzaulán. Se trataba entonces de grupos practicantes de la agricultura, la cestería, las artes cerámicas y la filatura de textiles, pero que se diferenciaban de las grandes civilizaciones de la "Mesoamérica nuclear", en que eran también sociedades de tipo aldeano, que no habían desarrollado ninguna arquitectura monumental significativa, y que sobre todo no habían tampoco alcanzado densidades de población comparables, ni con mucho, con las que caracterizaron a los grandes altiplanos centrales: es decir, "bárbaros cercanos", una vez más
Tratándose de la conquista de ese tipo de poblaciones, la presencia de esos más de diez mil descendientes de guerreros aztecas, transformó a la hueste conquistadora en una máquina formidable de guerra, absolutamente imparable para aquellos destinados a sufrir sus embates. Ya para ese momento, la hueste de Guzmán se había convertido en un ejército de dimensiones tales, como no se había visto en la Nueva España desde los tiempos en que los tlaxcaltecas habían participado con Cortés en sus conquistas. Pero, no conforme con eso, al atravesar la provincia de Michoacán, Guzmán hizo incorporar a su hueste a varios miles de aborígenes suplementarios, hasta alcanzar una cifra cercana a los 20,000 indios amigos.  Así, este masivo y enorme cuerpo expedicionario compuesto por españoles e indios "pacíficos" "auxiliares", en una proporción de poco más o menos 60 a 1, en favor de los segundos, recorrió en son de guerra una vasta porción del noroeste hasta entonces desconocido: desde la cuenca del lago de Chapala, hasta la región llamada "Xalisco", cercana a la desembocadura del río Santiago y luego mucho más al norte, hasta las lejanas provincias de Chiametla y Culiacán. Por todo ese extendido territorio, la implacable hueste marchó destruyendo y quemando uno tras otro cuanto poblado y caserío de indios encontraron a su paso.
Si bien, los "auxiliares" indios eran quienes llevaban sobre sus espaldas toda la impedimenta del ejército (dado que los pocos caballos que llevaba la expedición estaban destinados a la guerra y no al transporte) en realidad estos "indios amigos" estuvieron muy lejos de comportarse como simples "portadores". Los protagonistas de esa marcha dejaron testimonio de escenas auténticamente dantescas protagonizadas por indios y españoles por igual. Los villorrios de los aborígenes locales fueron sistemáticamente saqueados y quemados, al tiempo que miles y miles de hombres, mujeres y niños fueron capturados y reducidos a la esclavitud, tanto por mano de los propios españoles, como también por la de los auxiliares "mexicanos" y "tarascos". Lo que es más, el propio Guzmán en algún momento se vio orillado a quejarse y a acusar a sus auxiliares "de paz", en especial de los mexicanos, de ser auténticamente incontrolables a la hora de quemar y arrasar pueblos y capturar esclavos." (Salvador Álvarez. Conquistas y encomiendas en la Nueva Galicia. Colegio de Michoacán.)

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