lunes, 22 de mayo de 2017

E d i t o r i a l

El peor bellaco del mundo

Nunca imaginamos una calamidad tan grande para nuestro país, como la llegada de este inmundo sujeto al gobierno de la República. Nada más faltó que terminara la ceremonia de su toma de posesión para que se iniciara la peor era de impunidad, crimen y corrupción de que se tenga noticia en la historia de nuestro país, y vaya que le habían dejado la vara  muy alta las huestes de Felipe Calderón.
Toda la banda de rufianes que aparece en la foto, gobernadores estatales priístas, inclusive los de otros partidos, obtuvo a partir de ese instante pleno consentimiento para dar rienda suelta a su frenesí depredador. Ni siquiera un solo acto de verdadera justicia ha tenido lugar en México desde entonces; por el contrario, los hechos ahora tienen lugar a plena luz del día, delante de todos los mexicanos, con particular descaro y cinismo, ya ni siquiera se cuidan de la menor simulación, y cada atraco significa cientos o hasta miles de millones de pérdida para la sustentación del país.
Como postre de ese banquete de corrupción, se ha propiciado el crecimiento de las bandas criminales como una estrategia de sometimiento de la población a través del miedo generalizado que cunde por todo el país y que nos convierte en individuos aislados, llenos de desconfianza, incapaces de articular una respuesta colectiva ante el saqueo y la impunidad.
Para maquillar estos hechos y ocultarlos atrás de una nebulosa de mentiras ante un pueblo que se supone ignorante y despistado, para que éstas parezcan verdades, se invierten toneladas de billetes en campañas publicitarias que benefician a falsos periodistas, los cuales se apilan como moscas en torno a los políticos para "administrar su prestigio" a través de toda clase de medios y con noticias maquilladas o artículos de opinión lisonjeros, principalmente en los canales de televisa.
El bellaco acicalado tiene una ínfima popularidad que arrastra las nalgas en el fango de la inmundicia en que le gusta refocilarse, sin embargo, aún así, aunque todos en México sabemos a la perfección que este sujeto es capaz de las peores vilezas, aparece sistemáticamente todos los días en los medios como un semidios de caricatura, empeñado obsesivamente, con un discurso repetitivo y monótono, en el afán de convertir la mentira en verdad, en convencernos de que la ficción de país que nos dibuja, es una realidad que por necios no queremos reconocer ("La crisis sólo está en nuestra mente").
Tengo la certeza de que recibe más de 50 millones de mentadas de madre al día, y de que cada que se escucha su voz o se ve su imagen en los medios televisivos, inmediatamente apagamos el aparato o se cambia de canal para no correr el riesgo de sufrir un cólico. Es el individuo más despreciado y moralmente más repulsivo que podamos identificar, pero su cinismo es de tal envergadura que no parece afectarle. Sabemos que de muchas fuentes, de las mil trapacerías que a  diario mascullan los mafiosos priístas, concurren a sus cuentas ríos de dinero sustraído del erario, y esto es todo lo que a él y sus cómplices oficiales o privados importa.
Tan solo en Veracruz, la Auditoría Superior de la Federación ya ha confirmado con toda certeza que la desviación de recursos hacia manos particulares supera los 45 mil millones de pesos; puede ser mucho más, pero hasta la fecha es la cantidad de la que se tienen pruebas. Esto sólo pudo ser posible con la anuencia y complicidad del presidentito. Igual ocurre con los demás gobernadores cuya mención sale sobrando. Todo esto se funda en una red de complicidades e impunidad que abarca a todos los partidos y que no tiene antecedentes en México, a pesar de nuestra fama como país que abriga la corrupción.
Esta red protegida por la fuerza del estado no sólo ha dañado al país de manera muy grave en lo económico, sino lo que es peor: viene destruyendo la poca fortaleza moral que nos quedaba. El estado corrupto y corruptor ha permeado hacia todos los niveles y nos arrastra hacia la llaneza y la esterilidad moral, hacia el cinismo y la anarquía. Crónicas urbanas como ésta se repiten a diario: “Por mi barrio, apenas ayer, una vecina compró una estufa, una lavadora y un refrigerador nuevos, a crédito, para renovar sus viejos aparatos. Le dejaron los enseres en la cochera y allí permanecieron mientras llegaba el esposo para acomodarlos en su sitio. Ella salió a un mandado y cuando regresó ya los tres muebles habían desaparecido. Sabe que fue alguno de sus vecinos, que la vio salir, pero ya ni en el barrio, donde antes todos nos hermanábamos, existe el mínimo de solidaridad y respeto”.
Así es como va cundiendo la pudrición, hechos como este se van volviendo cotidianos; si nos rendimos seremos muy pronto un país totalmente engusanado y carroñero. Este es el principal daño que se está haciendo a un país que antes fue, a nivel de pueblo, ejemplo de reciedumbre moral, de sólidos principios de convivencia, donde se empeñaba la palabra y se defendía con honor. Hoy somos ya un estado fallido, si lo fuimos con el beodo Calderón, lo somos mucho más ahora, con el peor rufián que registra la historia del país, como presidente de la República. Por mucho menos que sus hechos de corrupción más pequeños, en otros países hay presidentes en la cárcel, como ejemplo está Guatemala, nuestro pequeño vecino del sur, con su presidente y su vicepresidente encarcelados por un pueblo digno tan solo por haber recibido un soborno, cosa de risa incluso para muchos de nuestros presidentes municipales, ya no digamos gobernadores.
Hacia el futuro inmediato nos acecha la oscuridad, no hay nada prometedor. Si seguimos con nuestra pasividad e indiferencia y elegimos a los mismos, si no exigimos ni vigilamos el desempeño público, tal vez lleguemos a un proceso de decadencia irreversible y entonces nuestro país será presa fácil de intereses extranjeros que están allí, a la vista, esperando la coyuntura idónea para entrar a nuestro territorio como salvadores providenciales que nos convertirán en esclavos. De por sí ya lo somos en gran medida. Que cada quien haga su reflexión.

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