sábado, 15 de julio de 2017

LA POLITICA DESDE GAYOLA

Por Rodrigo Sànchez Sosa

Entre perros te veas…
¿Le suenan estos motes?: "el tostadero", "La tortera", "el güerito del banco", "el hijo del cura", "el intendente municipal", "Chabelo", "el Chicharronero".  Proceden de la misma persona y medio de comunicación local. Analicemos la mente de quien pude ser el autor: Vemos que, por la crueldad con que se exhiben estos apodos no pueden sino ser, producto de una mente infantiloide. Sólo los niños tienen la capacidad de ser tan crueles de forma irresponsable; pero algo más se lee entre líneas, un complejo de inferioridad que se proyecta en los otros. La forma despectiva en que la actividad laboral de las personas es tomada a mofa, habla de una intención de humillar, de descalificar al referente de estas mofas por ser inferior o indigno, y el tener un trabajo "vulgar" así lo acusa para esta mente insana. Por otro lado, en este mismo medio, el público se ha dado cuenta de los detalles de la vida amorosa, las tendencias sexuales y hasta los problemas legales de algunos servidores públicos, sobre todo presidentes y regidores, durante los últimos años. Se ha acusado también, por medio de conjeturas subjetivas o en base a pruebas circunstanciales, sacadas de su contexto; a estos mismos personajes. Robos, desfalcos, ineptitudes, nepotismo, prepotencia, autoritarismo y abuso de autoridad, son los señalamientos.
La mayoría de estas acusaciones nunca fueron probadas, y sólo apostaron al escándalo del momento y al juicio sumario. Volviendo a la personalidad tras este enfoque sensacionalista y amarrilista del periodismo local, que todos conocemos, podemos inferir de esto último que, la mente maestra tras los hechos, bien podría entrar dentro de una clasificación patológica de la psique. No puede ser de otro modo, ¿por qué alguien dedicado a un oficio tan noble, como es la comunicación, recurriría a algo tan vil?  Solo teniendo en el subconsciente un trauma ligado a la vergüenza por el propio origen y forma de ganarse la vida, se reacciona así: avergonzar públicamente a los demás por esto que nos parece detestable en uno mismo. Tan digno es ser "tortera" que "tortillera" ¿por que alguien se burlaría o me descalificaría por vender tortillas, tortas o pan? Fuera de ser un cretino, sólo por tener una personalidad alterada.
Alguien podría decir que se lo merecen, dando la confianza a las acusaciones que no se prueban nunca, pero si sólo uno de todos ellos fuera inocente de esas acusaciones, estaríamos cometiendo una injusticia e inmoralidad tan grande como si todos lo fueran. Esto no es un problema legal sino moral.
La impunidad que se exhibe en estos casos, por esta gente que no se mide en sus señalamientos, es una impunidad derivada del derecho de libertad de expresión; derecho de la democracia moderna que es inalienable y todos entendemos inviolable. Pero, las fronteras entre la difamación, el insulto y la humillación publica, que no podemos negar es un atentado a la dignidad del otro, y el derecho a expresar lo que uno piensa, se diluyen por causa de lagunas legales que surgen de la politización de este derecho. Es decir, ya no se trata de la verdad, la dignidad o la justicia al ejercer la libertad de expresión sino de la conveniencia política de todo ello, da la coyuntura social e histórica relacionada con la actividad política que permite que yo me ría, difame y humille a un personaje público que se ha ganado un grado de impopular, justa o injustamente. Además, el reírse, juzgar y condenar a los políticos de manera sumaria en espacios como los medios de comunicación es, una necesidad   pública de distención (no distinción ¿he?), que se torna en válvula de escape de la energía que ha acumulado la frustración económica, de seguridad y confianza en el futuro de un país que ha entrado en una espiral decadente. Esta paradoja se da. Lo único que la salva es la ética profesional, el periodismo es un ejercicio noble, no se es periodista para satisfacer la necesidad de un capricho que busca imponer su verdad, sino para buscarla en una sociedad homogénea como la contemporánea donde hay tantas verdades como intereses, que sólo el consenso en un diálogo público e informado correctamente puede conciliar. Por su puesto que está el mal ejercicio de la profesión, y es precisamente ese el que no impone límites éticos a lo que se dice y publica de los otros, por mucho que se lo merezcan estos. Le daré un ejemplo, Carmen Aristegui no se valió del insulto fácil para hacer tambalear al régimen de EPN, sino de la investigación y exposición de pruebas contundentes da la corrupción que involucraba al presidente de la República y a su círculo cercano de colaboradores y familiares. En redes sociales podemos leer toda clase de insultos y descalificaciones a EPN, pero no escucharemos de la boca de la periodista más importante del país, Aristegui, hacerse eco de bravuconadas y patanerías, por una sencilla razón: la ética.
La señora Mariana Jiménez del Formato me ha llamado "perro del ayuntamiento" seguramente dirá más de mí en el interior de su nota, nada que no haya dicho de  otros antes, incluso de sus otrora amigos y colaboradores. El trienio pasado fue el ingeniero Mario Villa. Seguramente dirá que "me matan el hambre con el dinero del pueblo" y toda la sarta de tonterías que utiliza para humillar. El motivo, según ella, es que su servidor descalifica un movimiento popular que intenta que los cañones sean prohibidos en el municipio, que no es otro que el frente cívico Sayula del que ella formó alguna vez parte cuando al gasolinazo, mismo que con su participación y asesoría pasó de una protesta que tomó las casetas de cobro de la autopista a un plantón que pedía que los funcionarios públicos de primer nivel se bajaran el sueldo con la misma virulencia con que hoy piden que el ayuntamiento enfrente a los dueños de los cañones sin tener este facultades para ello. Bien, lo que no dice e increíblemente se nos olvida, a unas semanas de haber sucedido, es que ella Mariana Jiménez, acusó en su medio a este mismo Frente de fraudulento, acusando a los líderes de este, con mofa caricaturesca; Irene Gózales, el maestro Moran entre otros, de venderse con el ayuntamiento; también le ladró, como la perra más brava, al pueblo, cuándo ya no le convino. Si vamos un poco más atrás, en redes sociales, el trienio pasado circuló la foto de un cheque de tesorería del Ayuntamiento de Sayula 2012-2015 por 10 mil pesos a nombre de Jaime Grajeda Gómez, su pareja y socio, que los acreditaba como aviadores del ayuntamiento, y que decía la publicación de internet cobraron por tres años cada mes, yo quiero pensar que eso no fue verdad, que el mismo cheque correspondía a trabajos realizados por su imprenta a esa administración, pero ellos jamás lo desmintieron, ni dieron ninguna explicación, misma que si piden insistentemente cuando ellos acusan sin dar el beneficio de la duda cuando se trata de otros. Tengo información de primera mano de otros trienios sobre estos mismos "mal entendidos ", que involucran a este medio con el ayuntamiento en turno, que no exhibiré por ética.
Nunca, pese a esta dolosa publicación, he intentado manipular o chantajear al pueblo, si es que este se siente representado en el Frente Cívico, mi postura al respecto la he fundamentado en investigaciones científicas y he señalado el poco margen de maniobra legal que tiene el Ayuntamiento local para actuar en contra de estos aparatos. Es mi opinión que se está siendo injusto con el trabajo del presidente municipal al descalificarlo por una cuestión tan ambigua, los cañones, que de darse su prohibición no resolverá, no lo digo yo lo dicen especialistas, el problema de falta de lluvias. Pero como muchos, a lo largo de los últimos 10 años, me tocó ser exhibido en primera plana a ocho columnas, como un personaje oscuro y nocivo para la sociedad de Sayula en tan "prestigiado" periódico por una mente "brillante y lucida" que ya describí, y que me hermana con la misma, por aquello de que entre perros te veas.

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