miércoles, 23 de enero de 2019

             Política, izquierda y diversidad 
Por Rodrigo Sànchez Sosa
Hoy en día es común hablar de la diversidad en una sociedad, es políticamente incorrecto cuestionar esta moral de lo diverso. Aún en lugares periféricos de los grandes centros urbanos del país como Sayula, el discurso político sobre la diversidad vende. Normalmente, los partidos de izquierda apoyan esta fragmentación de lo social que hoy está en boga. Pero es tan reciente que, la ideología de izquierda se pierde, el incluir a los excluidos, aquellos que por años estuvieron en las sombras como grupos diferenciados de la masa del pueblo, adolece de referente en el discurso, pero reditúa políticamente en votos. Se notó en el caso de nuestro país cuando Morena se alió con el partido Encuentro Social, este partido que no veía muy bien la diversidad sexual, la equidad de género y el aborto. Calificado de ultra derecha el PES, suscitó una controversia al interior de Morena. La comunidad LGBT y las feministas, se echaron sobre Morena, fue difícil manejar la crisis interna de este exitoso partido mexicano de Izquierda cuando se dio este hecho. Es verdad que veríamos, por ejemplo, la inclusión de la comunidad LGBT como natural en la izquierda, y nunca o como antinatural en la derecha, y solamente tolerados en los partidos de centro o social demócratas mexicanos; pero, la izquierda como la derecha, dentro de sus discursos ideológicos no contemplan esta variable social de la diversidad de preferencia sexual, de hecho es un concepto más cercano al liberalismo contemporáneo, justificado por intereses económicos y político-electorales. Esta comunidad pesa económicamente y acarrea votos ¿Cómo se entiende esto particularmente en la izquierda y cómo se concilia con el principal ideal de esta, la reivindicación de la clase trabajadora, el conflicto capital/trabajo? Entendamos que las diversidades sociales no tienen sentido en una lucha de clases, ya que aquel que por ejemplo tienen una preferencia sexual particular, puede ser igual de cualquier clase, trabajadora o explotadora. Si hablamos de los Derechos Humanos, nos encontramos con que no son un producto del ideal de izquierda sino del ideal liberal, mas cercano a la derecha. 
" En el libro de Daniel Bernabé: ´La Trampa de la Diversidad´ se expone la necesaria rearticulación de la reivindicación del papel de la clase trabajadora y el conflicto capital/trabajo como el punto central de cualquier proyecto que se reivindique  de izquierda, realmente transformador. Además, representa la respuesta a una izquierda reformista que lleva en las dos últimas décadas, al menos, sin un sujeto transformador claro y totalmente entregada al mercadeo electoralista, perdiendo así la claridad y dirección en un proyecto político que se suponía que era en defensa de los explotados por el capitalismo, los trabajadores. Por un lado, la socialdemocracia clásica que se convirtió al neoliberalismo en lo que se podría denominar como socio-liberalismo y por el otro, las nuevas socialdemocracias que hablan de "la gente, la ciudadanía, el pueblo o la patria" pero cuyas alusiones al antagonismo capital/trabajo son escasas, tímidas o directamente nulas. Entonces, ¿qué ha diferenciado a la izquierda reformista de las derechas? Pues como alude Bernabé en su obra han sido las "guerras culturales", que sitúan el conflicto en lo meramente simbólico y no en lo laboral o económico… Y esas situaciones por experiencia histórica ya sabemos al final a quién terminan beneficiando, a la derecha y al capital, ante la falta de verdadero proyecto político de una izquierda que se olvidó de la clase trabajadora y de construir una alternativa al capitalismo. Las referencias a la clase trabajadora desaparecieron a pesar de que esta es mayoritaria en la sociedad, y se pasó a hablar de "clase media" continuamente, el clásico "todos somos clase media". Por otra parte, se empezaron a tratar en el contexto de las guerras culturales las discriminaciones por género, raza u orientación sexual de forma totalmente desvinculada a la opresión capitalista, que utiliza y potencia dichas diferencias para aumentar la explotación; y de hecho, dichas reivindicaciones son y han sido utilizadas y mercantilizadas por el capitalismo, como puede ser el caso del denominado capitalismo gay:
´[…] existe una aceptación acrítica del neoliberalismo por parte de las minorías, como en el llamado capitalismo gay, donde los modos de vida de los miembros prominentes de la comunidad homosexual se adaptan a los valores dominantes del libre mercado. Así la consecución de los derechos LGTB se concibe como una cuestión de acceso a los bienes y el respeto que la sociedad tributa como una cuestión meritocrática. De esta manera, se está trasmitiendo el mensaje de que los problemas que encuentra un homosexual no son sistémicos, sino derivados de la actitud del individuo´
En el caso de Estados Unidos, este neoliberalismo "progresista", que tan útil ha sido en la llegada a la presidencia de Donald Trump, lo vemos representado en figuras como de la televisión gringa, como la de Oprah Winfrey, una especie de "Señorita Laura" o Cristina, afroamericana:
´A raíz de las denuncias de acoso sexual en el ámbito artístico en EEUU, Winfrey dio un contundente y emotivo discurso en la entrega de los Globos de Oro al respecto. La intervención fue celebrada y compartida en redes sociales hasta la saciedad, muchas mujeres feministas vieron en sus palabras una inspiración. Winfrey es un gran producto en el mercado de la diversidad, es mujer, negra y de orígenes pobres. Y una de las más grandes difusoras de la ideología neoliberal en el mundo. Su programa de testimonios, donde habitualmente  la materia prima utilizada son las mujeres de clase trabajadora, pasó a mediados de los noventa de ser un espacio lacrimógeno y más o menos insustancial a recoger toda la morralla del pensamiento positivo, los libros de autoayuda y los gurús de la superación personal….el socioliberalismo es un proyecto centrado en lo simbólico y superficial con una ausencia de políticas reales dirigidas a la superación del modelo capitalista. Afirma Bernabé:
´¿Cuál es la forma de simular este concepto del cambio? Las guerras culturales, aquellos conflictos centrados en lo simbólico. Por ejemplo, peatonalizar grandes calles de los centros históricos, lo que simboliza una movilidad sostenible, que cuenta, por el contrario, con un trasfondo bien concreto que coincide con los intereses económicos de las grandes marcas comerciales y tiendas departamentales, situadas en esas calles…La derecha, política y mediática, asume con gusto estos conflictos en el campo de los simbólico, ya que le permiten mostrar su lado más reaccionario sin jugarse sus intereses en campos como el urbanístico o el fiscal, que le son desfavorables.´
Respecto a los activismos de la posmodernidad, el autor cita una afirmación en Twitter del humorista Ignatius Farray que evidencia de forma bastante clara los problemas de la izquierda, que olvidó a la clase trabajadora y la cuestión económica en la lucha de clases:
´Me he encontrado a una persona que necesitaba ayuda pero no es ni mujer, ni LGTB, ni minusvalido, ni pertenecía a ningún grupo racial discriminado, así que le puse una paliza por fachoso.´
 En la última parte de la obra, Bernabé realiza, propone algunas ideas para llevar a cabo una desactivación de esa trampa de la diversidad, aclarando que "no es un libro contra la diversidad, es decir, contra la pluralidad de nuestras sociedades…sí es un libro que trata de develar la transformación de la identidad en un producto aspiracional que compite en un mercado". Y aunque la obra no propone de forma cerrada un proyecto de recuperación del movimiento obrero del siglo XX, sí da algunas pistas al respecto que se enmarcan en un rechazo a las ilusiones reformistas que aceptan el marco de la democracia burguesa capitalista:
´[…] la izquierda actual debería revisar su esperanza de competir siendo un producto más de esta sociedad. Blair y el New Labour quedaron hechos trizas hace ya bastante tiempo, es hora de hacer trizas sus sentidos comunes, sus verdades aparentes…Cualquier izquierda mínimamente transformadora nunca tendrá al alcance estas herramientas de gestión y análisis de datos masivos. Esto unido a un gigantesco y perfeccionado sistema cultural y de entretenimiento e información parcial hace que las posibilidades de obtener una simple victoria electoral se reduzcan dramáticamente…Pensar que este conflicto se puede puentear mediante el populismo, el asalto a los medios o la desestructuración del lenguaje, pensar en definitiva que la izquierda puede resultar útil quitándose incluso el nombre es jugar a la ruleta rusa con el tambor cargado de balas…Si la izquierda acepta el juego propuesto, como ha hecho desde mediados de los años noventa, puede tratar de encontrar una nueva pirueta que le haga ganar unas elecciones, que le haga disfrutar de la ensoñación de manejar un poder con una autonomía cada vez más escasa.´   Y propone de forma más o menos implícita la superación de este marco:
´La izquierda no puede ganar al neoliberalismo en su propio terreno de juego, con sus reglas, mediante atajos del lenguaje, fantasías tecnoutopistas y análisis de datos. Ahí es donde llevamos desde mediados de los noventa y es algo que sólo ha servido para vaciar los partidos, los sindicatos y los programas ideológicos…La respuestas las tienen en una gloriosa tradición de políticos, teóricos, militantes, revolucionarios, filósofos, pensadores, escritores, músicos, pintores y poetas, mujeres y hombres, que nos dejaron un legado que recuperar, el de la modernidad, el del siglo XX…´
Por su parte, las críticas a la obra desde representantes de la izquierda reformista institucionalizada no se han hecho esperar:´"¿Por qué a una jubilada mujer y lesbiana, le debe parecer más importante hablar de la clase trabajadora que de feminismo y políticas de diversidad?´. Desde posiciones marxistas, le podemos dar la vuelta a este interrogante: ¿Por qué esa misma mujer y lesbiana va a unirse a un feminismo y una política de diversidad que no tenga en cuenta la clase ni el antagonismo capital/trabajo?. ¿Con quién tiene más en común esa mujer, con otra mujer de clase burguesa y lesbiana como ella, a la que probablemente no le preocupe ni comparta la lucha de los jubilados, o con un hombre jubilado de clase trabajadora, con el que sí comparta la misma situación de precariedad y opresión capitalista? ¿No sería más fácil defender el fin de las opresiones ligando estas reivindicaciones a las luchas económicas, en lugar de crear activismos "interclasistas" y que asumen el orden capitalista en la práctica?
Lo que en definitiva propone Daniel Bernabé en su obra es la recuperación del paradigma y el sujeto en el que se ha basado la izquierda durante el siglo XX y con el que ha conseguido sus mayores logros históricos: antagonismo capital/trabajo, lucha de clases y clase trabajadora como sujeto. Y esto se justifica porque la mayoría de la población en la actualidad se puede considerar clase trabajadora, a pesar de que la izquierda institucionalizada oficial no quiera ni recuperar ni incentivar esa conciencia de clase, y ese precisamente ha sido el logro de la derecha neoliberal en las últimas décadas.  En ese sentido, se hace un repaso a cómo la izquierda reformista ha olvidado o abandonado a la clase trabajadora en una nueva vuelta de tuerca que sigue la tradición hacia la derecha de los reformismos del siglo XX, desde Kautsky o Berstein hasta los Blair o Schroeder. Y esa situación, ha constituido un campo abonado para la expansión y los triunfos de los Trump, Le Pen, Orban, Bolsonaro o Salvini en los tiempos recientes, una advertencia para las izquierdas de que su triunfo (Como en el caso de México, Morena) puede ser su fracaso."

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