miércoles, 16 de enero de 2019

Política muerte y cambio. 
Por Rodrigo Sànchez Sosa
La política es una sublimación de la guerra, aquí lo hemos dicho en varias ocasiones. Hacemos política para no hacer la guerra. Sin política tendríamos que imponernos unos a otros, por intereses personales o de grupos, y los más fuertes se impondrían injustamente a los más débiles, lo que nos haría vivir la ley de la selva, la barbarie. No habría derechos ni obligaciones parejas, sino privilegio e impunidad de los fuertes sobre los débiles. Las instituciones de un estado como lo conocemos, no existirían, no harían falta. La violencia, el despojo, el robo, el abuso, el autoritarismo, el asesinato y el saqueo, en otras palabras, la guerra, sería la que moldearía la sociedad. Los más fuertes, sanguinarios y violentos tendrían todos los recursos, privilegios y derechos, gobernarían mediante el terror y la amenaza. La única forma de avanzar en una sociedad así, sería aprovechar toda circunstancia para aprovecharse injustamente de los más débiles, y siendo serviles y arrastrados con los poderosos criminales que gobernaría una sociedad así. De tal forma que, la mayoría de personas serían tristes remedos de seres humanos: mezquinos, hipócritas, egoístas, traicioneros, agresivos, irracionales y cínicos. La política es el triunfo del espíritu humano, frente a la barbarie irracional. Más lejos de la política, más cerca de la bestialidad.
La guerra se da cuando falla la política o es, si se quiere ver desde el otro extremo, el estadio histórico anterior a la política. En el primer caso, la guerra se ha tratado de normar, algo ilógico ya que, por antonomasia guerra es caos y el caos no se norma. Al final las guerras son atroces e inhumanas todas. Lo más atroz que le puede pasar a un hombre, no es perder sus privilegios, ni siquiera sus derechos, a no ser el de la vida; sino, la muerte. Y de es se trata la guerra, de matar al contrario para imponerse como vencedor, no es una competencia electoral, no es una discusión en el cabildo ni en el parlamento o la cámara; no es la oratoria que convence a las mayorías de un punto de vista particular en detrimento de otro punto de vista igualmente válido en sociedades donde no es la violencia la que impone sino la razón. La guerra es aniquilación y como bien dice la sentencia popular en ella, todo se vale, es decir no es hay reglas.
Hasta aquí esta conceptualización de la política, es perfectamente entendida por la mayoría de los mexicanos que hemos vivido en un país que simula la política pero que se rige por la barbarie, la violencia, el autoritarismo y la guerra. Cuando usted amigo lector leía los primeros párrafos de este texto, seguramente, se imagino a nuestro país perfectamente, gobernado por la barbarie, los últimos por lo menos 50 años. El crimen organizado, la corrupción, la violencia, el trafico de drogas, el saqueo de los bienes públicos, los cientos de miles de muertos y decenas de miles de desaparecidos en los últimos 12 años, es más que evidente. Psicopatas analfabetos e imperviolentos, como dueños y señores de regiones, ciudades y estados en México, es algo que todos sabemos y hemos experimentado.  Gente igual de analfabeta que los idolatra e imita, justifica y defiende.  Todo ello que usted  identificó en el primer párrafo de este escrito, sólo tiene una lectura: en México no gobierna la política, sino la guerra. Se simula la política, como se simula la justicia o la democracia, y el grado de cinismo e hipocresía llega a límites irracionales y surrealistas.
En este sentido, la política en México como en todo el mundo, no deja de ser una modalidad de la guerra, digamos que es una guerra de muy baja intensidad, es nuestra parte racional, nuestro super ego, conteniendo los impulsos más primitivos de nuestro ser que, contiene ese factor sanguinario, depredador de la bestia que también somos los seres humanos. La política también se alimenta de la muerte, un magnicidio, cambia, modifica, resuelve las cuestiones políticas que no alcanzan a resolver las formas idealizadas de esta, sin llegar a ser fin, pues se convertiría en guerra, esta forma extraordinaria de resolución de conflictos políticos. El asesinato de opositores, adversarios y críticos de intereses, personajes o grupos políticos, no es algo que se ignore, es una practica oculta de la política en cualquier país democrático. La política en este sentido es un ideal, el ideal de la sublimación de la guerra; como tal, aspira a la resolución pacifica de los conflictos de intereses en una sociedad, pero no es de hecho una total superación del estado caótico de la confrontación extrema donde la muerte del adversario es la única solución.
El cambio es la único que no cambia en el Universo. No es un juego de palabras, es una realidad según la física. En un Universo que se expande creando tiempo, espacio y vida, utilizando como combustible la energía de este mismo Universo para lograr este trabajo, el cambio es el factor constante. Se nace, se crece, se reproduce, se envejece y se muere; en ese orden. Todo sistema en el universo y el universo mismo, no se escapa de este devenir donde la energía es limitada. La muerte produce vida, y la vida produce muerte, ese es el juego. Aunque no lo parezca, esto tan evidente, es sólo entendido por la humanidad, los demás seres vivos, no tienen este concepto de devenir trágico. Un animal, no tiene noción del pasado, ni del presente mucho menos del futuro, por ello no sabe si vive o si muere; existe, si, pero no tiene conciencia de ello. Ante la muerte o peligro de morir, el animal reacciona con un instinto de sobrevivencia básico, pero no con una conciencia de ello. El animal, desconoce el cambio, para él el mundo permanece constante, no hay ayer, ni hoy, ni mañana; existe lo inmediato y eso no cambia. Volver a la condición de bestia, es ignorar el cambio y por ello, la muerte. El animal, no hace política, no la necesita.
Los cambios que vivimos como sociedad en México, y claro, en Sayula; son producto de un devenir histórico, donde, la política y la guerra empujan en cierta dirección, y además en una relación dialéctica, estos factores, definen el sentido del cambio. Por un lado, intentamos superar la barbarie que ha sido la constante los últimos años en nuestro país y por otro, la resistencia al cambio reacciona en un primer momento desde varios frentes, incluso al interior del proceso de cambio. Y aún más complicado, los mismos factores del cambio pueden ser espejismo, es decir, el cambio simulado: aparentan ser cambio cuando no lo son, son engaño. El cambio puede ser tan inesperado e inmediato, que toma por sorpresa a los mismos actores del cambio, confundiendo dirección y fines, dependiendo de la capacidad y habilidad de estos actores claves.
El conservador, el que se opone al cambio, podría parecernos más cercano a las bestias irracionales que no entienden el cambio por no tener conciencia de existencia, y por lo ya dicho, tampoco conciencia de la muerte. Reacciona no por conciencia sino por instinto, tiene miedo, pero no razón. Miedo a perder privilegios que disfrutaba en un mundo decadente que se fundamentaba en la barbarie, donde los muertos eran otros, los despojados, los sin derecho, los imputables, los injustamente oprimidos; pero no ellos, ellos llegaron a convencerse en su postura de bestias, de que hasta a la muerte eran inmunes. Ante el cambio actúan en consecuencia.
El cabio en todo el mundo es evidente, pero su dirección no tanto. Mientras en España gana, en Andalucía, un partido de ultra derecha, en Francia el gobierno de derecha enfrenta una crisis social con los chalecos amarillos que protestan por las políticas neoliberales de su régimen; en Brasil gana un racista loco y en México un progresista de izquierda. En Sayula gana un candidato independiente y en Jalisco un gánster disfrazado de progresista: El cambio parece que acusa a una conciencia nueva de la humanidad, más que a una formula ideológica o una técnica administrativa a una verdadera política. El capitalismo llegó a su decadencia y arrastra en su declive a la humanidad misma. Mientras los políticos jóvenes y viejos no entiendan esto, los conservadores, los improvisado, ineptos, oportunistas y traicioneros mantendrán a la política en los limites de la guerra y a la guerra como herramienta y fin, es decir en el camino de la extinción, la muerte, a la humanidad.
La nueva generación, los milenian, como se les llama; han sido empujados al juego de la vida y la muerte en la política, en le gobierno, por la inmediatez de los fenómenos sociales, nuestro caso. Sus formas son otras, pero tienen una desventaja, no distinguen lo que es de lo que parece. Además, confunden el mundo real y el mundo virtual. Oponerse al cambio, no sólo es ocioso sino ridículo, pero alguien tiene que poner los punto sobre las "ies". Sí, cambio, pero negociemos el costo, hagamos política. 
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