miércoles, 13 de febrero de 2019

Especial para Horizontes...
 La violación como arma y dominación en la colonia
Reportaje de Investigación de  Rodrigo Sánchez Sosa, Cronista de Sayula 


 “La violencia, el acoso y el maltrato están relacionados con la dominación sexual"       Christelle Taraud.
El mestizaje en el antiguo Tzaulan a la llegada de los europeos, contiene el tabú sexual, origen de una doble moral con respecto al sexo. La tradición racista de esta región habla de una "mejora en la raza" y se ve tan sesgado el tema de lo que fue la dominación sexual que, parecería que como el mito de la conquista pacifica, hace pensar que los "gallardos" españoles de piel blanca, rubios y ojos claros, enamoraron a las nativas del señorío con la lógica consecuencia de una descendencia mestiza. Nada más lejos de la verdad que algo así o parecido. A las nativas nos les parecían en lo general atractivos en manera alguna estos sucios soldados europeos, poco acostumbrados al aseo, que olían tan mal que el propio Moctezuma cuando llegaron a Tenochtitlán, durante las audacias, hacia quemar copal y otras yerbas aromáticas para encubrir el olor nauseabundo de los españoles. Para los indígenas de tradición teotihuacana, como los de esta región, acostumbrados a bañarse tres veces al día, defecar en letrinas limpias y perfumar su cuerpo con yerbas aromáticas; les resultaba repulsivo el puñado de aventuraros acostumbrados a los harapos, los piojos y las pestes en los barcos que a la mar se hacían hasta por un año, así como acostumbrados a campañas militares largas e insalubres.
La violación fue una forma común de mestizaje, y en pocas ocasiones, y exclusivas, el casamiento por alianzas con las hijas de los principales. La tradición patriarcal del imperio azteca y español, usó a las mujeres como moneda de cambio durante lo conquista. 
"La historia de la colonización abre el debate sobre la herencia que ha dejado en las sociedades actuales un sistema de dominación en el que la sexualidad jugó un papel clave. El pasado deja un rastro -y no siempre honorable- en la memoria colectiva de los pueblos. Tarde o temprano reaparece perpetuando patrones que imaginábamos desaparecidos. A veces, lo que creíamos secundario o anecdótico no lo es tanto y la historia revela que ciertos fenómenos han sido esenciales en la creación de estereotipos sobre los que reposan muchos sistemas de dominación. El relato de los imperios coloniales no escapa a ese principio. El terreno conquistado lo era también a través de los cuerpos y la sexualidad, un elemento fundamental de las relaciones de poder que, como la violencia contra las mujeres, está lejos de ser cosa del pasado.
En 'Sexe, race et colonies' ('Sexo, raza y colonias') publicado recientemente en Francia por La Découverte, un grupo de 97 investigadores internacionales -historiadores, antropólogos y sociólogos- analiza un total de 1.200 imágenes -grabados, pinturas, fotografías, carteles, ilustraciones y tarjetas postales- generados en seis siglos de historia colonial, desde 1490 hasta los procesos de descolonización de los años setenta.  Bajo la dirección de Pascal Blanchard, Nicolas Bancel, Gilles Boëtsch, Christelle Taraud y Dominic Thomas, su tesis es que esta vasta iconografía muestra que hubo una suerte de depredación sexual a escala mundial en los territorios colonizados por las potencias imperiales y en las prácticas esclavistas de EEUU.
Las huellas de esa historia, a menudo tabú, son hoy reconocibles en las relaciones con las antiguas colonias, los flujos migratorios o los problemas de identidad en las sociedades multiculturales. La voluminosa obra sorprende por la rotundidad con la que aborda la violencia y la fascinación que trasluce la mirada sesgada de Occidente sobre el cuerpo del otro, y reabre el debate sobre la superioridad del mundo occidental 40 años después de que Edward Said denunciara en 'Orientalismo' los clichés ideológicos que alimentan las estrategias del poder.
'Sexe, race et colonies' defiende que la sexualidad en el contexto esclavista o colonial "no se pueden considerar como un asunto privado, individual o grupal, sino como un gran objetivo de la dominación tanto del pasado como del presente". La historia colonial es un acto de virilidad. Las mujeres se poseen, son objetos de intercambio y de rivalidad masculina.
La literatura, la prensa, las artes, la radio, el cine, el vídeo y la televisión sirvieron para que los imperios coloniales construyeran una idea del otro. Los principales artistas del XIX y principios del XX beben de esta pasión por las colonias, como Paul Gauguin y sus 'Désirs troubles', Auguste Rodin y sus bailarinas camboyanas, Pablo Picasso y sus artes negras o Man Ray y su mítica fotografía 'Negro y blanco'. Las imágenes alimentaron las fantasías sexuales de la metrópoli y comercializaron un erotismo y una pornografía muy rentables. "Esta inmensa producción se convierte en un auténtico género que irriga Occidente y aproxima a la metrópoli de estos paraísos sexuales que se supone que son los espacios colonizados". Los coordinadores de la obra, Pascal Blanchard y Christelle Taraud, han respondido   a algunas preguntas : 
¿Actuaron todos los imperios de la misma manera?
Pascal Blanchard: No. Cada uno desarrolló una matriz y unas prácticas específicas. En los primeros conquistadores portugueses y españoles en América hay una verdadera fascinación por el cuerpo del otro que se refleja en grabados y pinturas. Los británicos tienen una parte moralista y prohíben a los oficiales casarse con mujeres indias, mientras que italianos o portugueses promueven el mestizaje. Los franceses y los holandeses, por ejemplo, organizaron bien la prostitución. Cuando el Ejército francés llega a Argel en 1830 una de las primeras cosas que crea son los burdeles (En la segunda mitad del siglo XIX, cuando las tropas francesas llegaron a Sayula, se popularizaron los burdeles, aunque los cronistas han evadido el tema. En mi libro cuento de un presidente municipal conservador que se enriqueció, por ese tiempo, de los burdeles, casas de juego y cantinas*). Las mujeres jóvenes necesitaban el permiso de los servicios de higiene franceses para ejercer la prostitución. En el caso de los japoneses, su sistema fue el más brutal de todo el sudeste asiático.
¿Cuál fue el papel de la Iglesia?
P. B.: Fue particularmente paradójico, porque, por un lado, tenía un discurso teórico muy moralista de rechazo a la libertad sexual pero, por otro, cierra los ojos ante las prácticas de ultramar, que se conciben como el reposo del guerrero.  Esta doble moral también se da en los imperios coloniales del siglo XIX que prohíben la mezcla interracial mientras paralelamente organizan la prostitución. Se admite el principio de una segunda esposa y se autoriza tácitamente la relación sexual. 
¿Qué cambia cuando la mujer blanca llega a las colonias?
Christelle Taraud: Si antes la sexualidad mixta estaba tolerada e incluso las esposas y los hijos eran reconocidos como tales -por ejemplo, en las primeras fases de la colonización portuguesa los exploradores llevaban a sus hijos mestizos a Lisboa y Oporto-, ese modelo se rompe al fijarse la  llamada 'color line'. Las mujeres blancas defienden sus derechos y exigen la expulsión de las primeras familias, marginándolas. Habrá una esposa legítima para la reproducción y una categoría de mujeres cada vez más próximas de la prostitución. Hay un rechazo social hacia las primeras esposas con el objetivo de estigmatizarlas e impedir que sus hijos se consideran legítimos. Hay una doble sociedad, una doble moral y una doble familia. Los hombres tenían una en la casa colonial y otra en la hacienda o en los barrios pobres de indios.
P. B.: Un segundo elemento importante es que tocar a la mujer blanca se convierte en una prohibición absoluta porque está ligado a la superioridad racial. Su cuerpo es puro y no puede ser tocado por el hombre indígena.

¿En el espacio colonial estaba todo permitido?
P. B.: Los límites a la dominación masculina -y había pocos- no existían. Para quienes iban a las colonias aquello era un paraíso sexual y lo sabían. Había una doble amoralidad. Allí no era condenable ser un pedófilo. El concepto de violación no existía porque se consideraba que el hombre blanco tenía derecho a poseer el cuerpo de la mujer, como podía usar el del hombre como fuerza de trabajo. No hubo un sistema organizado de violación, pero sí de prostitución. Si ves los carteles militares españoles, portugueses, alemanes y franceses para reclutar soldados siempre hay lo mismo: paisaje, aventura, cactus, cocoteros y una mujer con los pechos descubiertos.
¿Qué rastro ha dejado la historia colonial en el presente?
C. T.: Hay varios espacios donde se observa la reproducción de estos estereotipos. El primero en el llamado mercado matrimonial globalizado, es decir hombres -y no solo blancos occidentales- de países ricos que buscan mujeres en función de clichés de la época colonial. Por ejemplo, a las magrebís se las representa como lascivas, a las negras con una sexualidad salvaje y a las asiáticas sumisas. El segundo es el turismo sexual y el tercero es la industria pornográfica. Pero el árbol no deja ver el bosque porque el estereotipo de la dominación masculina nos influye individual y colectivamente a través del cine, las exposiciones, la publicidad, los libros, el cómic... Es inquietante porque, cuando vemos una imagen violenta nos damos cuenta enseguida de que es violenta, pero cuando se trata de una violencia sistémica no vemos el problema.  P.B.: Todos los mercados actuales del turismo sexual están en los países del sur (Haití, Senegal, Kenia, Marruecos, Tailandia, Filipinas, Brasil, México…). Con alguna evolución, el mapa es el mismo que el de las antiguas colonias. Países que eran encrucijadas militares, Yibuti, por ejemplo, en el imperio otomano o Kenia para los ingleses y Senegal para Francia. Marruecos era el inmenso burdel del imperio colonial francés, como Tailandia y Filipinas, y Cuba una etapa en el viaje de los marines norteamericanos. Las construcciones simbólicas del Estado colonial se ven también en la producción pornográfica en Internet. La fantasía del hombre negro y la mujer rubia perdura en la cultura capitalista."
- Eva Cantón. "La violación colonial, seis siglos de abusos sexuales"; España, 2018.
*Rodrigo Sánchez Sosa.  "Sayula: del antiguo Tzaulan al Sayula de los Pérez Rulfo" 2018 (de venta en el puesto de don Pablo Macías, ROJESA y Cajetas Lugo, en Sayula).   https://semanariohorizontes.com



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