miércoles, 13 de febrero de 2019

                            La política y el arte. 
Por Rodrigo Sànchez Sosa
Partamos de que no toda la cultura es arte, pero si todo el arte es cultura. ¿Pero para qué sirve el arte? Siendo la política una actividad práctica, es necesario que las cosas tengan una utilidad, y resulta que el arte no tiene una finalidad práctica, es lógico que los políticos digan esto. Por ello, el arte es material de relleno o herramienta para promocionar sus logros y carrera, en los casos de la plástica, por ejemplo, de la música, del cine, de la literatura, de la fotografía. Una vez vuelto herramienta de este tipo, pierde su finalidad. El arte no debe servir para nada. Parece ilógico, ¿no. Estamos acostumbrados en este sistema donde todo es utilitario a que "servir para nada" es casi un insulto y creemos hasta que la nada es algo. No la nada es nada. "No debe", expresé, es un juicio moral, no utilitario, mi idea; el arte no debe ser herramienta utilitaria, eso no es ético, y no es arte. Es propaganda, es una extensión del ego de un poderoso, de una fe o de una sociedad como por ejemplo las grandes construcciones que representan el poder institucional; peor no son arte hasta que el artista las trasforma en una expresión que sobre pasa su utilidad práctica. Las catedrales góticas, por ejemplo, van más allá de satisfacer una necesidad de expresión jerárquica del simbolismo  religioso o político de una época. Cuando las catedrales góticas a través de su expresión en volúmenes espacio, luces y sombras, proyectaron un sentimiento más allá de la moral y la políticamente de su tiempo, incluso veladamente crítico a todo eso, se volvieron arte: libertad del espíritu, goce estético, reflejo del verdadero ser del hombre en una de sus complejas manifestaciones.
El arte puede expresar la inconformidad, la rebeldía, la necesidad de cambio, de verdad, de libertad, el anhelo y la esperanza social; pero no es política. Sería, el arte, muy decepcionante como política. El arte expresa el sentimiento humano, pero no lo resuelve en la realidad, para eso está la política.  No por ello el arte no tiene valor, vale por sí mismo, el arte es valor. Decía Lacan que las grades catedrales de Europa expresan un deseo no satisfecho, es decir el arte expresando la condición humana: el hombre es necesidad, carencia de. No es mala, para la condición existencial del hombre, la insatisfacción; es sana, la insatisfacción no sólo crea arte, crea cultura, la cultura es una expresión de la carencia, de la necesidad humana. El hombre se pregunta por que es y eso lo hace hombre. El arte no es una respuesta, es una pregunta planteada desde lo más profunda del ser del hombre sobre su existencia; por eso no puede ser política.
El artista no es un sabio, no es un iluminado, no es un científico, es el más humano de los humanos. Por eso una artista es caótico, impredecible, pasional, contradictorio y a veces cruel y hasta misántropo. Pero no es un ser que finja sentimientos o se rija por valores convencionales y doble moral, por eso el arte no es política. El artista no busca quedar bien con las individualidades sino con el espíritu del hombre, con lo mas profundo de su percepción de si mismo, el artista se busca en él mismo para encontrar al otro; no a ese otro que tiene enfrente construido por la sociedad y el azar del devenir de los tiempos y la historia humanos, no, sino a ese otro que pueda reconocer como humano en la humanidad de su espíritu. El artista nos molesta porque nos confronta con nosotros mismos, con lo que somos en lo mas profundo; puede ser odioso, nadie esta preparado para observar su abismo interno, por eso el verdadero artista lo vemos como la violación de nuestro ilusorio confort, una cosa que nos hace sentir inseguros de nosotros mismos. Pero, su obra nos conforta, nos da paz, nos de esperanza, no emociona hasta las lágrimas una vez que nuestro espíritu nos conecta con su discurso estético. Por eso no es política, eso nunca lo logrará la política.
Las consecuencias de lo anterior es un mal maridaje entre arte y políticos. Los artistas han dependido de los políticos, de los poderosos, de los mecenas. Los poderosos han trasformado en parte su realidad gracias a los artistas que con ellos convivieron como sus protegidos; así la política, no los políticos, han dependido del arte, desde la cuna de nuestra civilización hasta el día de hoy. La democracia en la antigua Grecia, por ejemplo, fue creación del espíritu del arte, no de la política. El renacimiento, la ilustración, la reforma, la misma revolución industrial, el liberalismo, fueron productos del espíritu humano, del arte, no de la administración de la ciuda: la política. 
Nuestra decadencia política tiene que ver con la prostitución del arte, el que haya sido, como todo, vuelto herramienta al servicio del poder y de la ambición que tiene como eje el dinero. Las posturas más radicales del arte no fueron reprimidas por el sistema decadente actual, sino prostituidas por este. Al destruir al arte de esta forma humillante la política se destruyó a si misma. Ahora hay no-polítca, postverdad y postbilogía; pero, no son productos del arte, sino del interese mezquino. No representan el espíritu humano donde reside la verdad de lo que somos, sino una decadencia egoísta, una entropía que crece como la nada, devorándolo todo, cultura y naturaleza. El mito de la postbilogia o la ciber-vida, que se anuncia como mito contemporáneo: la abolición de la muerte, también anuncian el finde lo humano y las redes sociales son apenas el pálido reflejo de lo que podría venir en un mundo posthumano; no un mundo donde las maquinas gobiernen, esas son películas; sino donde nos extinguimos como especie, como cultura y como hulla de la conciencia de un universo en esta parte del todo cósmico.
Veo con triste cómo las nuevas generaciones, aquí en Sayula, tiene poca conciencia de esto. Cómo nos hemos vuelto en ese sentido, animales, sin la sensibilidad suficiente para reinventarnos, llenos de vulgares doctrinas dogmáticas cursis de auto ayuda y new age. Es una lástima, porque el patrimonio cultural y artístico de Sayula es rico y diverso, de Juan Rulfo a Eduardo Luqín Romo y de Francisco Cárdenas a Alejandrina Vázquez, por sólo mencionar a algunos.
La política en Sayula no tiende sino a decaer en la medida que el arte y la cultura, se vean como rellenos, ya que, siendo la política administración, la economía depende de esta, pero si esta, en su esencia depende del arte y la cultura, no se puede inferir otra cosa. Veo pobre el panorama, veo triste lo logrado, pero, también veo que es un panorama generalizado, en todo el mundo se lucha contra lo mismo y se padece lo mismo: gobiernos sometidos por el capital financiero global, analfabetismo funcional y arte degradado. Sin arte, no hay vida, al menos humana, eso debería ser una máxima de la política, como en la antigüedad; pero hoy, no lo es. 

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