lunes, 4 de julio de 2022

 Política, víctimas y victimarios; breve ensayo sobre "hacerse la víctima".

Por Rodrigo Sánchez SOsa

En un mundo hiperviolento las únicas relaciones posibles son las de víctima y victimario, no solo se da un intercambio de roles y jerarquización en la práctica de la violencia en el sentido de la pirámide invertida que impone el poder económico sobre lo social, sino un desprecio por las victimas producto de la conducta sociópata que esta relación violenta produce en las personas. La víctima que no asume el daño que el victimario le causa, con resignación, es vista primero, por su agresor, con repugnancia y odio, y por lo demás como cobarde e indigno de consideración. La víctima para generar una respuesta distinta de la comunidad así psicotizada por la violencia, debe inspirar una compasión morbosa que impacte en lo público y convertir su dolor en espectáculo; aun así esto no genera justicia, mucho menos conciencia de la violencia como anormalidad, en una sociedad enferma. La víctima en este caso es re victimizada por el sistema, prueba irrefutable de la vocación de este como victimario. 


Lo peor que alguien puede hacer en una sociedad así de enferma es expresarse como víctima, ya que "hacerse la víctima" solo empeora las cosas para él. "Hacerse la víctima" se entiende entonces, como fingir un daño que no es tal. Dado que la impunidad es regla en una sociedad violenta, nunca se reconoce a una víctima como tal, esta debe demostrar el daño que ha recibido de un victimario, algo que le corresponde al sistema de justicia demostrar, no a la víctima. Imagine el lector cualquier agresión que alguien pudiese sufrir injustamente, al acudir a cualquier instancia de procuración de justicia, incluso de ayuda médica en caso de lesiones, es la víctima la que debe demostrar incluso lo evidente de su situación, demostrar que no se está "haciendo la víctima". A su dolor se suma ahora la sospecha de engaño por parte de quien lo pudiera ayudar, dando así la ventaja al victimario de rematarlo, ahora con más saña por acusarlo o de manipular las pruebas, generar cortadas o en el último de los casos desaparecer. Es tal lo grave de esto que los jueces, policías o ministerios públicos informan a los victimarios de las denuncias de las víctimas, cuando no son estos quienes intimidad a la victima para que no denuncie, obligando a desistir a esta. Los índices de impunidad en México que son de los más altos del mundo en materia de justicia, son prueba contundente de lo anterior.

Como consecuencia de esta vocación sádica en lo social, las relaciones interpersonales, en nuestra sociedad, que implican un sin número de interacciones en los roles sociales: padres e hijos, hermanos entre sí, marido y mujer, hombre y mujer, patrón y empleados, civiles y militares, políticos y ciudadanía, servidor público y ciudadano, maestros y alumnos, sacerdote o pastor y feligresía, etcétera; obedecen a la misma norma que impone la conducta violenta: El victimario no reconoce el dolor causado por su daño a la víctima y el que esta lo manifieste lo enfurece y lo vuelve más violento. La sociedad es violenta y odia a las víctimas que la confrontan en su violencia, el morbo es una actitud social que enmascara la violencia, pero no la resuelve. Así, a nivel personal, quien odia a la víctima es aquel que la victimiza, es una forma de no reconocer responsabilidad del victimario, sentirse aludido como culpable de violencia en su relación con otra u otras personas le genera una ansiedad tal que la proyecta en la víctima para no reconocerse en su violencia, de tal forma que un asesino remata a su víctima pues el dolor de esta, que lo confronta, lo potencia en su violencia. El asesino sociópata deriva su conducta de una psicopatía social producida por la hiperviolencia; que nos es el caso de un psicópata cuya violencia letal es producto de un daño físico en su cerebro que le impone incluso sentir placer al hacer daño a otro, lo que incluye el extremo de asesinarlo. El primero siente que su víctima "se hace la víctima", el segundo entiende que su víctima sufre y eso lo excita. Al primero el morbo lo regula, es este el que lo pone en lugar de la víctima de forma segura; al segundo nada lo identifica con la víctima, para él la víctima es un objeto de su placer solamente.

Los psicópatas ocupan puestos de poder en una sociedad violenta, no hay otra cosa que explique la híper violencia en una sociedad que convierte a esta en valor y a la muerte en deidad. El asesino psicópata es visto en estas sociedades de híper violencia como modelo de éxito y de prestigio, los demás lo imitan, pero dado que los demás no pueden desarrollar una violencia extrema y que esta les genere placer, sino que lo viven con sentimiento de culpa y miedo pese a la impunidad (cuya dosis depende de las jerarquías sociales de esta sociedad), su desprecio por esta conducta enferma, lo desplazan a las víctimas, ellas son culpables pues "se hacen las víctimas", y esto les permite equipararse a los psicópatas que dirigen la sociedad y promueven la violencia como valor y solución a los problemas comunes: "las víctimas se lo merecen, son débiles, pasivas y conformistas, no tienen carácter, no son emprendedoras ni exitosas, no compiten…no son lo suficientemente violentas para enfrentar a un mundo que no puede ser de otra forma sino violento". Este es el valor en que hemos sido educados y estamos educando a nuestros hijos, en la violencia de asesinos psicópatas que dirigen empresas, escuelas, gobiernos y grupos criminales.  

La víctima no aspira a la justicia sino al morbo, el victimario no enfrenta la justicia sino a la impunidad y en este juego los roles se intercambian para que esto funcione: el victimario se siente víctima de su víctima y la víctima culpable de serlo. El texto que sigue no es más que un ejemplo patético de lo anteriormente dicho:

"Al borde del colapso....

Durante el pasado concierto en colombia Cristian Nodal explotó en llanto, y dijo no soportar más y querer desahogarse.

"A mí los medios no me quieren, pero la realidad es otra. Me ha costado un chingo (demasiado) llegar a este público tan bello que tengo hoy, y no es justo que por sacar dinero hablen mierda de mí, yo no soy un ser humano mierda. Yo solo interpreto mi música", dijo al inicio.

El sonorense también reconoció que no se considera un ejemplo para absolutamente nadie, ya que al igual que todos comete varios errores; sin embargo, a diferencia de los demás, él está expuesto las 24 horas del día.

"Yo no soy un buen ejemplo de ser humano, tengo 23 años. La diferencia es que lo mío, todo mundo toma video, toma foto y a ustedes no les toman foto cuando están actuando como ser humano. Falta empatía en este mundo y discúlpenme, necesitaba usar este momento para desahogarme", agregó con lágrimas.

"Me a costado llegar hasta donde estoy hoy, nunca tuve papá ni mamá, mi abuela fue quien cuido de mi, en una ocasión quise quitarme la vida tirandome de un segundo piso y mi abuela me salvo"..

"Que estoy muy feo, gordo.. y demás, solo me tiran odio" 

¿Se imaginan lo duro que puede ser para un chico tan joven, obtener tanta fama a tan temprana edad y aparte de eso tener que soportar las criticas y odio de la gente? 

Un joven como muchos que está al borde del colapso y el cual si no busca ayuda y le ayudan, el desenlace puede ser fatal..."  (Christian Jesús González Nodal, conocido como Christian Nodal, es un cantante y compositor mexicano. Su primer sencillo, "Adiós amor", publicado en 2016 bajo el sello discográfico Fonovisa, lo lanzó a la fama en diversos medios de comunicación en México y Estados Unidos.) 

Nuestro patético ayuntamiento de Sayula, es otro ¿Hace falta decir más?...


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