martes, 9 de mayo de 2023

 NI QUERIENDO OLVIDAR, PODEMOS

*Guadalajara explotó dos veces, una en 1983 y la segunda en 1992.

Testimonio de la señora María Dolores Martínez:

 "Me acuerdo que fueron muchos destrozos y realmente hubo bastantes personas que quedaron en la orfandad. En una de las casas donde eran 10 miembros de una familia nada más quedaron tres niños y en mi casa se fueron todas las bardas al centro de la explosión. Fue muy impresionante, dijeron que no había habido muchos accidentes pero sí, nos tocó ver camiones volcados en las zanjas. A nosotros nos tocó auxiliar a una familia de un carro con un bebé, aquí en la parte de atrás donde es el ISSSTE había el montón de personas tendidas, unas heridas y otras muertas. Fue muy impresionante, muy fuerte. Todavía queda el recuerdo, fuimos de las personas damnificadas, son 20 ó 30 familias. Nos decían que evacuáramos porque podría haber una explosión más. Aún veo esa imagen cruel" (NTR 26 de marzo 2016).


Esta declaración es del 25 de marzo de 1983, cuando en la calle Sierra morena de la colonia Independencia explotaron cerca de 800 metros de drenaje. Hubo más de 50 vehículos dañados, cerca de 100 fincas perjudicadas unas con pérdida total o mayoritaria. Se miraban carros volteados incluso algunos arrojados arriba de las azoteas de casas, alcantarillas abiertas y pedazos de tapaderas metálicas a 100 metros de la calle. Horror y espanto, piernas, brazos y cadáveres desparramados en casas y la calle.

Según un ex trabajador de Pemex, se debió al derrame de gasolina de los tanques de almacenamiento de combustibles. Después de 40 años, aún hay afectados con secuelas y lo recuerdan todo.

Nueve años después, el 22 de abril de 1992, vuelve a reventar el piso, pero ahora los daños son mayores, más de 13 kilómetros de calles. Al conteo de doce horas iban 210 muertos (los familiares dicen que la cifra llegó a más de mil por los heridos fallecidos después).

Se presumen las causas:

El ya famoso guachicol a Pemex (robo de combustibles), no es de poca historia, ya viene desde largos años. Antes los ductos tenían caminos ocultos, no dados a conocer al común del ciudadano; pero los altos funcionarios del gobierno federal en tiempos del régimen dictatorial del PRI, si tenían acceso a esos mapas y como siempre han sido muy listos e inteligentes (que no sabios) compraban casas de campo, ranchos o propiedades cerca o encima de donde pasaban los ductos y se hacían trabajos que les permitían extraer fluidos, lo mejor es que nadie lo sabía, excepto Pemex que en los puntos receptores recibía menos litros de los enviados desde los nodos de distribución.

Vino el caso Guadalajara: la construcción de la línea 2 del tren ligero empezó en enero de 1992, uno de los problemas a resolver fue el cruce de las vías con el río San Juán de Dios en la Calzada Independencia y la Avenida Javier Mina, para resolverlo construyeron un sifón (entubaron el río para que pasara por abajo del convoy, luego volviera a subir y siguiera su curso).

 


Dibujo de un sifón como el construido en el cruce de Calz. Independencia y Av. Javier Mina.


Este arreglo de ingeniería no contaba que el agua que viaja por ese río lleva el drenaje de la zona sur, sur oriente de Guadalajara y que el centro de distribución Jalisco de Pemex estaba ubicado en esa área.

Todo empieza por una fuga de combustible que tiraba al drenaje aproximadamente de 20 a 30 litros por minuto y se localizaba en Calzada Lázaro Cárdenas y Cañas, colonia Lázaro Cárdenas Oriente. El personal reportaba la merma, pero se consideraba que "alguien" muy influyente estaba sustrayendo ese líquido en la ruta. Cuando hay faltantes, se hacen auditorías y acto seguido lo hizo la paraestatal, avisó de la actuación al sistema de almacenaje; para justificar lo desaparecido, la terminal receptora de la Nogalera dejó llenar los tanques de almacenamiento hasta derramarse y correr al drenaje y de esa forma justificar el faltante del carburante. Así lo hacían cada vez que llegaban las auditorías. Pero todo ese líquido inflamable se quedó atorado en el drenaje porque se taponeó el sifón para realizar trabajos, llegando incluso a despedir un tremendo olor a gasolina que se extendió y salió por excusados, lavabos, alcantarillas de colonias ubicadas más al sur del centro distribuidor, colonias como Mira Valle, Unidad Clemente Orozco, Nogalera, Privada Manolete, 5 de Mayo, Echeverría y después del nodo en González Gallo, Central camionera vieja y centro.

Los avisos de peligro empezaron desde el día 19 en el barrio de Analco, mi familia materna vivía en Miravalle e hizo el reporte a bomberos a las 9 PM del 20 de abril; acudieron de protección civil y sólo recomendaron abrir puertas y ventanas.

El 22 explotó el barrio de Analco, fue un caos la ciudad, nadie se explicaba qué sucedía, porque y dónde explotaba, los del sur intentaban correr al norte, los del centro no sabían si tronaría ahí, la Colonia Independencia, Monumental y las del norte temían llegaran allá los destrozos, los noticieros del radio buscaban a las autoridades y nadie informaba.

Expertos de la UNAM hicieron un cálculo de la hecatombe comparando la explosión equiparable a un cuarto de bomba atómica como la arrojada a Nagazaki.

Las pérdidas a 30 años son todavía incontables, no por el número o el precio, por las vidas perdidas, truncadas, lesionadas, huérfanos, hijos perdidos, seres jamás encontrados, personas que salieron a trabajar o estaban trabajando y no volvieron con el sustento esperado; un barrio trabajador, alegre, de muchos talleres y hogares, popular. Hasta esta fecha no es el mismo.

El gobernador César Cosío Vidaurri, fue obligado a renunciar (y éste se calló para no declarar que la responsabilidad recaía en Pemex); acudió Salinas de Gortari (entonces presidente) y nada resolvió; la solidaridad ciudadana se hizo presente: camiones cargados con víveres, ropa y zapatos llegaron desde la Ciudad de México (algunos enviados venían del barrio de Tepito); el dolor se presentó en su máxima expresión y la injusticia todavía campea sus reales.

El guachicol ya era, pero sólo para políticos de alto nivel. Se extendió a delincuentes de otra calaña cuando Felipe Calderón entregó los planos secretos de los ductos a los gobernadores, luego alguien contrató especialistas para que les enseñaran cómo perforar los tubos y así inició la era que vivimos.

En Jalisco en el primer municipio que se supo que robaban gasolina de las tuberías de Pemex, fue Tlajomulco de Zúñiga.

Moises Zepeda Gomez. / Para Horizontes


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